"La
verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira como el aceite
sobre el agua."
¿Mas qué verdades se esconden tras las incógnitas que así nombradas
producen menos morbo que si las llamásemos misterios? Un misterio, querido
Sancho, suele percibirse como señales o sombras muy complicadas de entender,
extrañas e inexplicables, ocultas, arcanas, secretas, inclusive sacramentales o
religiosas, mientras que la incógnita se percibe como el simple desconocimiento
desde una perspectiva más aséptica, neutra y ausente de ese morbo que por sí
mismo suscita lo misterioso. Por tal motivo en Historia con mayúscula hablamos
de incógnitas e intentamos eludir el desorden emocional que provoca la palabra
misterio acercándonos más a cuestiones empíricas y a deducciones racionales que
a teorías morbosas. Al caso viene esto que te cuento para comprobar si es
cierto lo que dijo tu señor, Don Alonso, sobre lo de que la verdad adelgaza sin
quebrar. De camino veré si pierdo alguna manteca desmitificando las mentiras
que rodean ciertos hechos de la antigüedad.
Querido Sancho, sabe que los antiguos no eran tan tontos
como nos quieren hacer ver, que como mucho eran igual de tontos que lo fueron
los paisanos de tu tiempo y al mismo nivel que lo son los del mío, salvo en el
hecho de que su tecnología no estaba tan desarrollada como la nuestra en muchos
aspectos, mas no así en todos. Que en aquellos años también hubo mentes
brillantes capaces de hacer maravillas como lo hiciera Don Miguel al contar tus
aventuras, o como lo hizo Don Diego de Velázquez al pintar “Las meninas”, o
como el gran Leonardo o el mismísimo Einstein. Simplemente no conocemos sus
vidas enterradas en el olvido de los milenios. Sabe también que la historia
perdida de la antigüedad la intentamos reconstruir con lo muy poco que nos
muestra la arqueología y con los textos de aquellos griegos y algún que otro
personaje que dejó algo escrito siempre desde su interesado, endogámico y
egocéntrico ombligo. Y las lagunas referidas a hechos sorprendentes e
impresionantes, de muy difícil explicación, son fértiles campos para el abono de
interesados misterios y los consiguientes y pingües negocios que de ello se
derivan en forma de libros, documentales y teorías relacionadas con lo mágico,
con lo sobrenatural e incluso con los mismísimos alienígenas.
Nuestra especie, el homo sapiens sapiens, tiene una
antigüedad que oscila entre 150.000 y 200.000 años. También sabes que la
historia, es decir, el período comprendido desde que conocemos la primera
escritura descifrada hasta nuestros días, sólo tiene unos 5.300 años. Pero eso
no quiere decir, amigo Sancho, que en las decenas de milenios anteriores no
hubiese hombres y mujeres tan brillantes como nuestros más brillantes eruditos
conocidos, pues para lo bueno y para lo malo las capacidades mentales y de
raciocinio de aquellas gentes eran las mismas que las nuestras. Jericó, con
10.000 años de antigüedad es la ciudad más antigua conocida, aunque incluso se
cree que es anterior la Tiahuanaco andina. Antes de que esas ciudades se
fundaran, probablemente hubo otras cuya existencia aun no hemos descubierto. Habría
aldeas, urbanidad, tecnología, no lo sabemos, lo suponemos pero no tenemos
datos y cuando no existen datos mejor callar que inventarlos.
Suponemos también que había escritura lineal mucho más
antigua que la escritura sumeria, o al menos eso es lo que aparentan ser
numerosas inscripciones dispersas por todo el Mediterráneo que datan de hasta
20.000 años de antigüedad, sí, digo veinte mil frente a los 5.300 de las
escrituras sumerias. En definitiva, desconocer hoy en día qué hicieron o cómo
hicieron algunas cosas no significa que nuestros abuelos no supieran hacerlas. Muchos
de estos prodigios los hemos comprendido tras su estudio y comprobación, otros
los hemos deducido, algunos aun no los entendemos y seguramente de otros muchos
ni tan siquiera sabemos su existencia. Al fin y al cabo son incógnitas, querido
Sancho, más bien que misterios. Veamos algunas de esas hazañas.
Recuerda que el gran Julio César hace más de 2.000 años hizo
construir un puente sobre el Rin en una zona con más de 10 metros de
profundidad y 400 metros de longitud, la de cuatro campos de fútbol, y sobre él
pasó con sus 40.000 soldados, carros y caballos. La impresionante construcción
fue contemplada por los germanos quienes intentaron derribar la obra enviando
cientos de troncos río abajo sin conseguirlo. Finalmente atónitos se rindieron
reconociendo la superioridad romana casi sin oponer resistencia. Para ello los
legionarios talaron cientos o miles de árboles con sierras de mano, pelaron los
troncos con hachas, hicieron los cimientos en el fondo del río, rodearon el
puente de barreras protectoras contra los troncos que lanzaban los germanos río
abajo para derrumbar lo construido y lucharon contra sus acometidas al mismo
tiempo. Y todo esto lo hicieron, atento querido Sancho, sólo en diez días. En
la segunda guerra mundial con tecnología y medios del siglo XX los americanos
construyeron un puente de 300 metros en Italia, casi en su totalidad
prefabricado, y a pesar de que tenía unos 100 metros menos que el de Julio
César tardaron nueve días.
Sabemos también, y mucho de ello se conserva, que aquellos
romanos construyeron acueductos de kilómetros y kilómetros con desniveles
mínimos que permitían el cauce del agua salvando innumerables accidentes geográficos,
o que realizaron construcciones no superadas desde entonces como la gigantesca
cúpula del Panteón romano (no confundas con el Partenón griego). Sabemos que
utilizaban el hormigón, un material no redescubierto o utilizado hasta el siglo
XIX, y que inventaron un tipo de hormigón resistente al agua en la construcción
de puertos cuyo condimento especial era “sangre de cerdo”. Increíblemente este
hormigón ha resistido 2.000 años mientras que los hormigones actuales apenas si
tienen 100 años de vida.
También sabemos que hubo grandes ciudades como Babilonia,
Asur o Nínive, esta última con unas dimensiones de 50 x 20 kilómetros y una
población casi igual que la existente en todo el Egipto de su época, alrededor
del millón de personas, y ello bastantes siglos antes de que naciera Cristo, o
que el faro de Alejandría fue la construcción más alta de la historia (unos 150
metros) hasta la construcción de los rascacielos de Nueva York, que estuvo en
pie más de 16 siglos y que sólo un enorme terremoto pudo destruirlo, o que los
egipcios construyeron pirámides de difícil comprensión arquitectónica, pero no
imposibles de levantar con los medios de aquel momento y mucho menos con la
imaginativa y la inteligencia de aquellos hombres, y también sabemos que
Pitágoras no fue quien formuló su teorema pues ya estaba escrito muchos siglos
antes en las tablillas mesopotámicas, y un largo etcétera de impresionantes
hechos llevados a cabo por nuestros antepasados.
Mucho se ha especulado sobre tales cuestiones y aquellos que
infravaloran la capacidad y el ingenio del hombre, y de la mujer aunque poco
pintaron en estos menesteres para más desgracia de la humanidad, inventan
teorías apoyadas en mentiras y datos tergiversados para suscitar el morbo del
misterio. Zacarías Sitchin fue uno de los primeros estudiosos de las tablillas
sumerias, claro que no era un arqueólogo al uso sino más bien un aventurero
especulador que sibilinamente desvirtuó la mitología de aquel pueblo para
formular la teoría de los anunnakis, aquellos dioses que manipularon a los
monos creándonos a nosotros para que trabajásemos como sus esclavos. Los
siguientes traductores de los idiomas sumerio y acadio, auténticos expertos en
su materia, han desmentido por aplastante unanimidad la traducción original del
amigo Zacarías, aquel amante de los OVNIs que forró su bolsa vendiendo libros
sobre tal cuestión y que ha dado pie a un boyante mercado de morbosos
documentales, libros, artículos y demás parafernalia referida al caso.
Por un momento imagina que se nos acerca un estudioso de
tales seres con supuestas pruebas afirmando muy racionalmente que los dioses vienen
del espacio exterior, que nos moldearon para que los adorásemos y para que
trabajásemos como sus esclavos o para que fuésemos sus juguetes y
divertimentos. Difícil sería que tú, amigo Sancho, cayeras en esas ficciones
por lo sensato de tu raciocinio mas no faltarían inocentes que sucumbieran ante
los morbos que despiertan tales misterios. Algo similar es lo sucedido con los
anunnakis. Posteriormente se han traducido correctamente esas y otras tablillas
en las que se basó el amigo Zacarías y se ha concretado que Anunna es el nombre
de los panteones sumerio y acadio, que se llama así al conjunto de seres
divinos por ser dioses todos ellos hijos de Anu, el dios del cielo, exactamente
igual que Zeus lo fue del cielo griego, Marduk del babilonio, Odín de Asgard,
Júpiter de los romanos, Yahvé de los judíos, Manitú de las tribus
norteamericanas, Inca de las sudamericanas, Olorun de las africanas, Ra de los
egipcios, Baal de los cananeos (el del becerro de oro del Éxodo), etc., y su
mitología es tan rimbombante y llena de historias espectaculares como las de
estos otros dioses, con la diferencia de que el bueno de Zacarías los llamó
extraterrestres justo en el momento en que aquello de los OVNIs estaba de moda
allá por el siglo pasado. Si aplicamos esa misma regla Marte, Minerva, Ishtar,
Mitra y Jesucristo entre otros muchos también serían anunnakis.
Otro grupo de incógnitas que han atraído el morbo por el
misterio que suscitan a una gran mayoría es el de la construcción de las
pirámides de Egipto a pesar de que hoy en día sí se conoce cómo se levantaron.
Ten en cuenta, querido Sancho que hablamos de más de cien construcciones de ese tipo y que sólo unas
cuantas arrojaron en su día incógnitas difíciles de resolver sobre cómo se
pudieron realizar algunas tareas para su construcción. Me refiero a las más
impresionantes, gordas y rollizas, especialmente las de Giza. De las otras poco
se habla a pesar de ser similares salvo que más pequeñitas. Supongo que a Darth
Vader y al maestro Yoda no les interesaba construir pirámides pequeñas. Voy a
explicarte unas cuantas incógnitas que se han podido revelar gracias al estudio
y a las pruebas realizadas en laboratorios de los procedimientos que aquellos brillantes
individuos ingeniaron y usaron.
Las pirámides son la evolución lógica de una construcción
elemental. Inicialmente los reyes egipcios se hacían enterrar en mastabas,
construcciones tronco-piramidales, al igual que una pirámide a la que se le da un
corte a tan sólo unos metros de la base. Generalmente las mastabas eran de base
rectangular, de adobe y ladrillo al principio y de piedra después por lo poco
que duraban como consecuencia de las erosiones con las que las castigaban los
violentos céfiros del Sáhara. Por otro lado, la tumba era un elemento que
acercaba al difunto a los dioses y una de las pretensiones religiosas de los
reyes egipcios (me niego a llamarlos faraones por ser una denominación impuesta
por Hollywood) y de las grandes personalidades del momento era tener una tumba
despampanante para mostrar lo elevado de su condición y su acercamiento a la
categoría de los dioses, no en vano los reyes eran encarnaciones vivas o bien
hijos del dios Ra, por ejemplo. Finalmente la creencia de que el rey al morir
reservaba un lugar en la otra vida a muchos de sus súbditos y que desde allí
velarían por la paz de los vivos, por las buenas cosechas y por la prosperidad
de Egipto, convirtió la construcción de la tumba real en una cuestión de Estado
no sólo para el rey mismo sino para todo el pueblo que colaboraba de buen
grado, incluso con muestras de fanatismo, en la construcción del mausoleo
funerario persuadidos por tales cuestiones.
Por ello las mastabas se quedaron pequeñas y empezaron a
construir pirámides escalonadas como la del rey Zoser al gusto de gigantescas
escaleras por donde el alma del difunto rey ascendía a los cielos, exactamente
como los zigurat sumerios o las pirámides aztecas. Después las hicieron de
paredes lisas, quizás para ser utilizadas como rampas de lanzamiento de los
platillos volantes anunnakis que se atrancaban en las paredes de las pirámides
escalonadas, o quizás por simple estética, o por cualquier otro argumento o
motivo, vete a saber, querido Sancho.
Podrás pensar que es una coincidencia esa de que pueblos que
no se conocen hagan cosas similares. Podría ser la misma coincidencia por la
que individuos del año 10.000 A.C. que vivían en China construían barcazas para
atravesar las aguas al igual que lo hicieron los europeos del momento. Piensa
que una barca, barcaza o barco es una forma bastante lógica de desplazarte por
el agua. Podría ser la misma coincidencia por la que los hombres del
paleolítico, estuviesen allá donde estuviesen, confeccionaban prendas de vestir
con las pieles de los animales o construían lanzas y usaban arcos y flechas
para cazar y guerrear, simplemente por lógica, igual que es lógica aplastante
esa forma de hacer un edificio de gran altura que no se derrumbase con los
conocimientos y técnicas del momento utilizando una base ancha que se va
estrechando según se va elevando del suelo.
Hoy en día podemos comprobar la evolución de los métodos de
construcción de aquellos fabulosos arquitectos, ingenieros y artesanos, también
hemos visto los fallos que cometían y con los que iban aprendiendo, como por
ejemplo algunas pirámides que se derrumbaron hacia el interior de sí mismas, o también
cómo otras de estas construcciones fueron terminadas inclinándose hacia dentro
a mitad de la altura para evitar su derrumbamiento por simples defectos en la
confección del proyecto como es el caso de la de Dashur, justo hasta que dieron
con la tecla para elevarlas rectas, hermosas, erguidas y bien altas. El papiro
de Rhind es un ejemplo que nos muestra cómo se calentaban la cabeza con números
y más números aquellos señores allá en aquellos lejanos milenios.
Con instrumentos rudimentarios nivelaron el terreno de las
bases piramidales con una precisión asombrosa utilizando para ello cálculos
basados en el teorema de Pitágoras, ese señor que aun no había nacido pero
cuyas formulaciones ya estaban escritas en las tablillas sumerias bastante
tiempo atrás, como antes te comenté. Sí. Conocían muy bien las estrellas y los
movimientos de nuestro planeta al igual que sus vecinos mesopotámicos, los
mismos que mucho tiempo atrás dividieron el año en 360 días, el día en 24
horas, las horas en 60 minutos y los minutos en 60 segundos, y orientaron las
pirámides en función de posiciones estelares, fijándose en el cielo, donde
estaban sus dioses, igual que los dioses principales de todas las culturas.
Contrataban a los mejores artesanos y maestros constructores
tanto nacionales como extranjeros a quienes remuneraban excelentemente. Muchos
egipcios trabajaban a cambio de no pagar impuestos y no, no fueron los esclavos
quienes construyeron aquellos mamotretos. Al terminar las faenas agrícolas o
domésticas las gentes sencillas ganaban un sobresueldo trabajando en la
pirámide de turno, incluso muchos llegaron a creer que el rey, su dios, los
llevaría con él a su paraíso en el momento de su muerte. Era un honor a la vez
que un objetivo vital y religioso hacer méritos en la construcción piramidal,
una magnífica inversión para la otra vida.
Usaron rampas para subir las piedras, de las cuales quedan
rastros. Con grúas, poleas, palancas, trineos y fuerza humana y animal
arrastraban los bloques de piedra caliza desde las canteras existentes junto a
las pirámides. Echando agua al pie del trineo en su justa medida, la arena del
suelo se endurecía hasta reducir la resistencia de arrastre en un 50 %. Este
procedimiento, a pesar de estar dibujado en sus jeroglíficos delante de las
narices de muchos estudiosos, se descubrió hace unos pocos años y explica sin
duda alguna cómo arrastraban los enormes bloques de piedra. Todo ello ha sido comprobado
y experimentado en laboratorio.
Por el contrario, poco se habla de cómo en Gran Bretaña se
manipularon los bloques de Stonehenge desde muchos kilómetros de distancia en
las mismas fechas en que se construyeron las pirámides de Giza (2.500 AC
aproximadamente), supongo que será porque el neolítico británico no vende tanto
como la fastuosidad egipcia. La manipulación de esos bloques de piedra, amigo
Sancho, sí que es verdad que aun no sabemos cómo se hizo aunque existen varias
teorías al respecto pero ninguna de ellas demostrada, ni tan siquiera plausible.
El mismo caso sucede con algunas colosales piedras de la ciudad andina de Tiahuanaco.
Es aquí donde encaja mejor la teoría de que Han Solo,
Chewbacca y R2D2 ayudaron a los antiguos británicos pues ya sabemos que no es
cierta la otra teoría de que Luke Skywolker y Obi Wan Kenobi ayudaran a sus
contemporáneos egipcios ¿Qué quiénes son esos individuos? Pues otros anunnakis,
querido Sancho. Pero lo que sí sabemos es que Hemiunu, un señor nacido en
Egipto y no en un sistema solar lejano, quizás calvo, bajito y con cara de
pocos amigos, fue el arquitecto y al mismo tiempo el capataz de la construcción
de la pirámide de Keops que, por cierto, tampoco se llamaba Keops sino Jufu. Lo
sabemos por una inscripción que así lo dice, al igual que en otras pirámides
menos impresionantes los diseñadores o constructores también dejaron su firma.
Y todos los nombres registrados solían ser corrientes en aquella época. Difícil
sería creer que una obra es alienígena si la firma un tal Pepe García.
Bien sabes, como antes te dije, que las piedras de las pirámides son
calizas y que las piedras calizas se cortan sin problema con herramientas de
cobre, el metal del momento, pero es que también deberías saber que el cobre
utilizado con fuertes abrasivos es capaz de cortar el granito, como también que
los egipcios antiguos construyeron enormes sierras circulares al estilo de las
modernas serrerías con las que cortaban los pocos bloques de granito que
utilizaban. Igualmente también deberías saber, amigo Sancho, que una de las
pocas incógnitas que aun no se han revelado es cómo hicieron determinados agujeros
circulares de unos 25 cm de profundidad y otros 10 de ancho en rocas de granito
para servir de goznes donde se introducía la bisagra de la puerta. Ello lo
sabemos tras descubrir el cada vez más famoso testigo 7, el cilindro extraído
del granito para hacer ese agujero. Resulta curioso que los defensores de las
teorías anunnakis y demás hipótesis alienígenas no se fijen en esta cosita tan
pequeña, supongo que es demasiado complejo para sus mentes y poco atractivo
para el personal.
En fin, amigo Sancho, podríamos pasar veladas enteras hablando sobre tales cuestiones mientras degustamos las excelencias de tu ambigú, pero sirvan estas palabras para decirte una vez más que la propaganda es una de las más útiles armas para conquistar pueblos enteros o para construir verdades allá donde no las hay, y la Historia desgraciadamente tampoco se libra de ello.