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martes, 17 de noviembre de 2020

UNA "MIJILLA" DE HISTORIA DE "GRANÁ"

                      
                 Excavación de la villa romana de los Mondragones. Siglo I.
 

 

El río Guadalquivir
tiene las barbas granates.
Los dos ríos de Granada
uno llanto y otro sangre.

 

Amigo Sancho, permíteme hablarte hoy de esta mi tierra, la que conocerás de oídas por ser parte de nuestro reino común y porque Don Miguel anduvo en ella siendo cobrador de impuestos del rey, y en la que seguramente desfogara sus apetitos visitando la casa del otrora afamado Alonso Yáñez Fajardo. Mi tierra, la mal llamada “ciudad nazarí” por tanto iletrado que con ello se cree original y culto, ciudad bonita cual dicen en gran medida, y ciudad colmada de historia desconocida, ocultada a sabiendas para blanquear y ensalzar tan sólo un período negro de su memoria cuyo mérito fue esencialmente haber ampliado el castillo y construida la ciudadela de la colina de “la Sabika” y sus jardines, mérito de aquellos arquitectos e ingenieros, eso sí, bonita donde las haya y admirada por todo el mundo e icono de mitos y de leyendas, de cuentos y demás ficciones románticas e irreales. Sin embargo, amigo Sancho, la historia de Granada es mucho más que ese infame período. Permíteme desvelarte algunas nebulosas que confunden la mente de muchos granadinos.

 

Suponen algunos eruditos que en el año 1000 AC ya hubo asentamientos de población en distintas zonas de lo que hoy es Granada, en el actual barrio del Albayzín que lo seguiré llamando así a pesar de ser la original Iliberis, en la propia colina de la Sabika, en la llanura de la vega, en la vecina Monachil y en Pinos Puente. Esa teoría se basa en la existencia de una torre militar situada donde hoy está la Catedral granadina llamada “Torre Turpiana”, atribuida a los fenicios que probablemente nos visitarían en aquellos años, y que fuera derribada para la construcción del templo. Es lógico pensar que una tierra fértil y rica en agua durante todas las estaciones del año sea propicia para instalarse. No obstante debemos poner en cuarentena esa afirmación de los 1000 años AC de antigüedad pues nada impide pensar que los asentamientos fueron anteriores o posteriores a ese período. Lo que sí sabemos con seguridad es que los restos más antiguos encontrados datan del siglo VII AC.

 

Y es que en aquella época, en la colina del Albayzín, existía un oppidum o fortaleza atribuida a la tribu de los Túrdulos, de quienes dicen eran pobladores autóctonos. Vete a saber si lo eran o no, de dónde vinieron, si la conquistaron a un pueblo anterior o se fusionaron con otras tribus. Cuando un pueblo construye una fortaleza no lo hace por capricho, lo que confirma que existían disputas con otras gentes y, en consecuencia, otros asentamientos cercanos. Y dicen que ellos mismos llamaban a esa fortaleza Illiberri, que parece ser que en su idioma significaba precisamente: “fortaleza”. Y toda la extensión que abarcaba la vista desde la parte alta del Albayzín era llamada la tierra de Illiberri. Si pudiera ser te llevaría al mirador de San Miguel Alto y verías qué gran extensión de terreno desde allí se controla.

 

También se supone que los cartagineses, entre otros muchos pueblos, con anterioridad al siglo III AC comerciaron con aquellos primeros granadinos que, como poco, habían acumulado ya 400 años de historia extendiendo la urbe colina abajo del Albayzín hacia el río Darro. Desconocemos si jugaron algún papel en las Guerras Púnicas a favor de las huestes de Aníbal pero sí sabemos que los ejércitos romanos de Publio Cornelio Escipión llegaron sobre el 208 AC para quedarse, comenzando así la romanización de la que ya todos llamaban Illiberis. Y nuestra tierra prosperó por ser golosa, muy golosa. Las minas de oro de la Hoya de la Campana (actual Cenes de la Vega) y las explotaciones en Jesús del Valle del “río de oro” (“aurus” en latín) que separaba las colinas del Albayzín y de la Sabika, junto con una extensa vega llana y fértil hicieron que Roma fijara sus ojos en ella durante siglos. Dicen que el mismo Julio César pasó por aquí y quedó prendado de su belleza y de su riqueza por lo que le otorgaron el reconocimiento de ciudad romana llamándola “Municipium Florentinum Illiberitanum”, pasando a ser, en poco tiempo, una de las ciudades más importantes de España.

 

Y los romanos la conocían por Florentia, homónima de la Florencia italiana, por su sobresaliente belleza. Una ciudad romana que dio senadores, cónsules y grandes personajes al imperio, como Publio Cornellius Aelianus, gran militar, mano derecha del emperador Septimo Severo y gobernador de la Bética, que frenó la primera invasión conocida de los mauros, o moros (ya empezaban), o Aemilius Tuscillus, cónsul y gobernador de Britania, entre otros. Sólo Tarraco, Hispalis y Córduba fueron ciudades españolas, digamos que, algo más relevantes. Urbanidad romana con su foro en la colina del Albayzín descubierto en 2004, en la zona de la actual calle de la Miel, su anfiteatro situado entre medias de la Catedral y calle Elvira, su Basílica emplazada donde hoy está la propia Catedral que fuera derruida para  ubicar una mezquita, su circo donde hoy está El Violón, sus baños y demás edificios públicos, y sus dos grandes fortalezas, el oppidum original albayzinero, famoso porque en su patio de armas dicen que había un enorme granado (ojo al dato) y otra gran fortaleza en la colina de la Sabika sobre la que después se levantó la Alhambra para controlar el sureste del territorio.

 

Una ciudad que vivió siglos de paz y prosperidad. “Una de las ciudades más famosas del interior, entre el Guadalquivir y la costa del Océano, sita en la parte de la Bastetania que mira hacia el mar”, nos dice Plinio en su obra “Historia natural”. Una ciudad que ya se extendía hasta el río de oro “Dauro” y hasta la zona de la Catedral, con innumerables caseríos y aldeas o “villaes” diseminadas por toda la vega, habiendo encontrado restos de ello donde hoy están los Mondragones (antiguo Cuartel de Automovilismo), Plaza de Albert Einstein, calle de la Colcha, calle Recogidas, y un largo etc. Una verdadera ciudad sobre cuyas murallas se levantaron otras musulmanas o bien sirvieron de cimentación para nuevos edificios, cuyos elementos arquitectónicos fueron reutilizados en construcciones posteriores (a modo de ejemplo podrías ver, amigo Sancho, las dos columnas romanas del Aljibe de San Miguel construido en el siglo XIII), y con un río navegable hasta Puente Genil por el que las barcazas transportaban los productos exportados hacia Córduba, vino, cereales, olivo, oro y caballos florentinos, muy codiciados en el ejército romano.

 

Una de las ciudades cristianas más antiguas de Occidente, con su obispo Cecilio, quien dicen fue discípulo del Apóstol Santiago en tiempos de Nerón, y cuyas reliquias junto con las de sus compañeros afirman que se encontraron en el Monte Ilipulitano en 1595, llamado por tal motivo Sacromonte desde 1607, pues fue allí donde dicen que sufrieron martirio. En su honor se levantó la Abadía del Sacromonte donde hoy mora el Cristo de los Gitanos a la que, desde entonces, cada año se celebran peregrinaciones para visitar al Santo.

 

Nuestra Florentia Iliberitana, además de estar representada en el Senado, también lo estaba en las más altas instancias eclesiásticas, incluso en ella se celebró el Concilium Elliberritanum, uno de los primeros Concilios de la Iglesia Católica, entre el año 300 y 303 justo antes del famoso Concilio de Nicea. Pastor Muñoz, ilustre historiador granadino, indica en uno de sus trabajos que “se trata de una sociedad pujante y económicamente fuerte, a la que vemos erigir estatuas, lápidas honoríficas y funerarias, costear y reparar edificios públicos y privados, celebrar fiestas y banquetes en honor de algún ciudadano distinguido de su municipio, mantener frecuentes relaciones administrativas y económicas con la administración central”. Pero nuestra ciudad, al igual que fue beneficiaria del esplendor romano, también fue víctima de su decadencia.

 

La disolución de la administración imperial y las graves crisis económicas no pasaron inadvertidas. Los soldados no cobraban sus salarios y desertaban en gran número. Vendían sus servicios como guardias privados o como mercenarios de otros ejércitos o, directamente, se convertían en bandidos asaltando los caminos que ya no eran seguros. Nadie se atrevía a desplazarse si quiera a la villa de al lado porque seguramente lo atracarían en más de una ocasión durante el trayecto. Las gentes buscaban protección en los más ricos y poderosos de cada villa que empezaban a levantar pequeñas fortalezas y a contratar mercenarios para defenderse de los asaltos, bien de los bandidos, bien de soldados en busca de fortuna, bien de incursiones de otras villas, bien de las gentes del pueblo de al lado que también morían de hambre. Las relaciones comerciales eran prácticamente inexistentes ¿Quién se atrevía a adentrarse en un camino con su carro lleno de mercancías? Donde no hay comercio no hay riqueza. Estaba comenzando una época de economía de subsistencia alrededor de pequeñas fortalezas de terratenientes que daban cobijo y defensa a los hambrientos campesinos y un pequeño trozo de tierra, al que llamaban “feudum”, para que la trabajasen a cambio de una miserable proporción de la cosecha y de ofrecer al señor, o propietario, sumisión o vasallaje. Estaba naciendo el feudalismo. Así la población huía despavorida de las ciudades ante la inseguridad y el hambre por la falta de abastecimiento para refugiarse en torno a esas pequeñas fortalezas rurales con el fin de protegerse y de subsistir.

 

Con la pérdida de lo romano nuestra ciudad también perdió el pronombre de Florentia y ya se llamaba simplemente Iliberis, volviendo a su denominación inicial que nunca perdió, y comenzó a despoblarse y a entrar en una profunda crisis. No obstante, durante algún tiempo aun mantuvo su prestigio y su potencial económico pues sabemos que su ceca siguió emitiendo moneda en período visigodo, desde el rey Chindasvinto (año 642) hasta Witiza (año 702). Pero la vieja ciudad perdería poco a poco su trazado y el dominio sobre el territorio a favor de su cinturón de villas, quedando como un núcleo residual de población. Una ciudad casi fantasma en la que se mantenía la fortaleza del Albayzín ocupada primero por los vándalos tras ser empujados por los visigodos hacia el sur y, enseguida, por estos últimos. Mientras tanto la unión de varias de esas villas romanas tomaron protagonismo y llegaron a ser la principal urbe de la vega del Genil. Al pie de la “Sierra de las Águilas”, entre Pinos Puente y Atarfe,  probablemente llamada Qastilia por los romanos, esa villa fue elegida para ubicar el centro de poder musulmán en primera instancia, pasando a ser la capital de la cora (división territorial) de Elvira (nombre arabizado de Iliberis), por ser en aquel momento el núcleo de población más importante del territorio, manteniendo la capitalidad desde el siglo VIII al XI y sumándole posteriormente las comarcas bastetanas, almerienses y malacitanas para su administración centralizada. Asimismo tomó el nombre del territorio pasándose a llamar Medina Elvira, y Sierra Elvira a la anterior Sierra de las Águilas.

 

Ya nadie llamaba por su nombre a la antigua Iliberis romana y visigoda. Ahora era una simple población más de la provincia de Elvira. Mil trescientos años de historia llevando ese nombre que se le confiscó para otorgarlo a otra ciudad. Aunque no sabemos a ciencia cierta cómo fue, la teoría más aceptada es que los propios habitantes comenzaron a llamar desde entonces Granada a su ciudad debido a la fama del granado que antes te comenté situado en la plaza de armas de la fortaleza del Albayzín. La fortaleza del granado, la ciudad del granado, Granada, o Garnata llamada así inicialmente por los musulmanes (- ¿dónde vives? – en Iliberis – qué dices, eso está en Sierra Elvira – bueno, vivo junto a la fortaleza del granado - ¡Ah! En la villa de la Granada) -  Existen otras teorías, como la fantasía de la reina túrdula Natta, Gar Natta la presunta traducción del idioma primitivo de “cueva de Natta”, y otras más que podrás encontrar si investigas un poco, amigo Sancho. Por otro lado, el actual barrio del Realejo, a la otra orilla del río Darro, era un arrabal habitado por judíos al que los musulmanes llamaron Garnata Al Yahud (Granada de los judíos) frente a la Garnata tradicional de la orilla opuesta. Tras la expulsión de los mismos en 1492 cambió su nombre al actual. Por tanto no sabemos con exactitud de dónde viene el nombre de Granada. Como casi siempre: sólo son teorías.

 

Lo que sí sabemos es que tras la caída del califato cordobés, como consecuencia de una de sus innumerables guerras civiles, uno de los mercenarios bereberes que sirviera a las órdenes de Almanzor entró con sus soldados en la cora de Elvira para apropiarse de ella. Zawi ben Zirí se llamaba el argelino quien instauró la dinastía de los Ziríes en la Medina Elvira atarfeña pero, como buen militar, no quedó muy convencido de su situación estratégica así que “si ves las barbas de tu vecino pelar pon las tuyas a remojar”, pensaría, por lo que eligió la ya conocida como villa de Granada para implantar su dominio, una ciudad indudablemente con mejor disposición para ser defendida. Todos para allá. Medina Elvira quedó abandonada instalándose su población en la zona de la calle Elvira y cuesta de Alhacaba hacia Fajalauza. Y la ciudad atarfeña, Medina Elvira, quedó enterrada y olvidada hasta el siglo XIX siendo hoy sólo una excavación arqueológica. Inmediatamente reforzaron el viejo oppidum del granado construyendo la Alcazaba antigua sobre él y las murallas de las que aun se pueden ver varios tramos. Por tanto ya tenemos dos nuevos núcleos que más o menos podrían diferenciarse: Medina Garnata ocupando la zona del Albayzín hasta el Darro, la antigua Illiberis, y la nueva zona de la cuesta Alhacaba y calle Elvira, así llamada por ser cuestión evidente. A pesar de todo, sólo duraría unos años su dinastía (1013 a 1090) pues pronto llegarían los almorávides para sembrar un nuevo terror, mucho mayor incluso que los anteriores, y arrebatar el poder al último de los ziríes que se llamaba Abd Allah ben Buluggin ben Badis Sayf ad Dawla (ni más ni menos).

 

Amigo Sancho, huelga explicarte a ti precisamente qué fue de España durante la dominación sarracena. Aunque ahora quieran llamarles españoles no lo fueron. No quisieron saber nada de España, de su cultura milenaria ni de sus instituciones. Vinieron para cambiarlo todo, incluido el nombre, empleando la fuerza. No fueron ni mejores ni peores que todos los pueblos de la época, simplemente eran distintos a nosotros y no estaban dispuestos a integrarse sino a dominar, lo cual lo demostraban cada día, tanto desde el poder como en la vida cotidiana. Como te comenté en su momento, por ejemplo, el testimonio de un cristiano o de un judío, nada valía ante un tribunal; también habían de levantarse en señal de respeto cuando entraba un musulmán en una estancia, o no podían montar a caballo ante su presencia y sólo podían pasarle por el lado izquierdo, lado por ellos considerado maldito, entre otras muchas prácticas denigratorias. Córdoba fue el principal mercado de esclavos de Occidente y nuestra Granada uno de los más importantes, continuas expulsiones de cristianos y de judíos y matanzas masivas o individuales. Bastaba la simple delación de cualquier musulmán acusando a un judío o a un cristiano para que fuera condenado a muerte. Les permitían vivir porque pagaban grandes cantidades de impuestos a cambio de seguir profesando sus respectivas religiones, e incluso tuvieron que llevar distintivos al igual que los judíos en los tiempos de la Alemania nazi.

 

Y esto sucedió desde que llegaron a nuestro reino en el año 711 y también con los Ziríes, pero con los almorávides la cosa se recrudeció aun más. Después vinieron los almohades que fueron incluso más fanáticos pues acusaban a los almorávides de ser laxos en la aplicación de los preceptos más estridentes y crueles del islam. Tras la derrota de sus ejércitos en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), la batalla más importante de la historia de España sin lugar a dudas, se fue dispersando el ejército almohade y los territorios que aun no habían sido reconquistados entraron en más guerras civiles disputándose el poder entre las familias acaudaladas. En Granada la familia de los Nazaríes tomaría el control de la antigua cora en el año 1238 sin dejar de pelearse entre ellos, aliándose con Castilla al principio contra sus otros hermanos musulmanes y después pagando para no ser invadidos por su propio "aliado".

 

A pesar de ello los castellanos hostigaron a los Nazaríes y fueron comiéndoles el terreno poco a poco. Sus políticas, a veces inteligentes y otras veces de sumisión aunque en ocasiones lanzaron algunos ataques contra los castellanos, les permitieron mantenerse en el poder y recibir a toda la población musulmana y judía que huía de los territorios conquistados por la propia Castilla. Y la migración más numerosa fue tras la batalla de las Navas cuando miles de habitantes de Úbeda y Baeza se asentaron en la colina que, por fin, se llamaría Albayzín (Al bayyazín). Unos dicen que así se llama por ser el “barrio de los de Baeza”, otros dicen que significa “barrio de los halconeros” y otros que simplemente significa “barrio en cuesta”. Tú y yo, amigo Sancho, no vamos a perder mucho tiempo en ese tipo de disputas.

 

Y la superpoblación tuvo dos consecuencias. La primera fue el incremento del Producto Interior Bruto pues muchos de los inmigrantes trajeron consigo sus fortunas, sus oficios y sus negocios a la ciudad, lo que dio un fuerte impulso a la economía. La segunda fue un excesivo hacinamiento que hacía muy difícil el día a día, especialmente se hacía insoportable en el Albayzín. Alrededor de la Alcazaba vieja se construyeron infinidad de nuevas casas con esas calles estrechas donde ningún ejército podía maniobrar en caso de conflicto, así que decidieron trasladar la corte y casi todos los emplazamientos militares a un lugar más despejado, a la colina de la Sabika donde se encontraba la otra fortaleza cuya ampliación ya fuera prevista con anterioridad a la llegada de los Nazaríes. Construyeron la Torre de la Vela y reforzaron y agrandaron la Alcazaba y las murallas. Granada vivió una época de ampliación urbana para albergar a todos los refugiados, especialmente en los arrabales del Realejo y Bibarrambla y, poco a poco, fueron construyendo lo que después llegó a ser la Alhambra, un mejor sitio para mantener el ejército, dominar la vega, y alejarse de la muchedumbre al mismo tiempo que invertían los pingües impuestos en sus lujosos palacios y jardines mientras los granadinos sobrevivían en la miseria bajo el típico terror de aquella época cuando la vida carecía de valor al mismo tiempo que contemplaban alucinados cómo se mataban entre ellos (los propios familiares Nazaríes). No, querido Sancho, estoy seguro, y tú también pensarás así, que todos los embobados por ese romanticismo publicitario de mi tiempo saldrían huyendo de aquello si tuvieran que trasladarse a esa época y a ese lugar, especialmente las mujeres de hoy.

 

Recapitulemos, amigo Sancho. Con independencia de las religiones dominantes tenemos las siguientes etapas históricas:

1)   una ciudad prerromana de, al menos, 400 años de antigüedad en números redondos

2)   una ciudad romana durante otros 683 que alcanzara un gran esplendor

3)   una ciudad decadente bajo vándalos y visigodos de otros 240 años

4)   una ciudad bajo el emirato dependiente de Damasco durante 39 años

5)   una ciudad bajo el emirato independiente y el califato de Córdoba durante 282 años

6)   una ciudad bajo la familia de los ziríes durante 77 años 

7)   una ciudad bajo el imperio almorávide durante 44 años

8)   una ciudad bajo el imperio almohade durante 92 años

9)   una ciudad bajo la familia de los nazaríes durante 253 años

10)                  por último una ciudad bajo la corona española, a día de hoy, durante 528 años

 

En total tenemos 2638 años de historia, que sepamos, con sus cosas buenas y sus cosas malas, con grandes momentos e ilustres personajes. Nos llamamos Iliberitanos durante 1600 años y granadinos durante otros mil, y esa zahúrda que ensucia los micrófonos con sus palabras y los atriles universitarios con sus clases, charlas y conferencias, seguidos de la ignorancia de tantos otros miles, llaman nazarí a nuestra ciudad por haberla gobernado aquella sangrienta gentuza durante 253 años, un 9,5 % de su historia conocida. No es admisible, intelectualmente hablando sino más bien insultante, cambiar el nombre o apodar a un territorio con el apelativo de alguno de sus gobernantes, y más aun cuando se disfraza su terrorífico mandato con un inexistente mundo feliz. Dile a un alemán que su país es el país nazi o hitleriano, a un estadounidense que su país es el país esclavista de negros y genocida de indios, a un francés que su país es el de la guillotina, o a dile a los rumanos que son vampiros draculianos. Pues bien, a todos esos individuos, con tu permiso amigo Sancho, les digo que nazaríes serán ellos mismos y sus señoras madres y, puestos a elegir, prefiero que nos identifiquen como la ciudad de Lorca, de Melchor Almagro, de Méndez Núñez, de Martínez de la Rosa, de Severo Ochoa o de los Reyes Católicos, que de ella se enamoraron, aquí se establecieron y aquí quisieron yacer para siempre.

 

 

 

 

 

4 comentarios:

  1. Fabulosa recopilación histórica, para la gente que como yo, somos totalmente ignorantes de nuestra historia local. La educación en las escuelas no debería ser ni del tipo "nacionalismo catalán", ni tampoco ignorar nuestra historia local, para solo estudiar los grandes hechos de la historia de España. Algo debería darse en las escuelas de toda esta historia que cuentas en tu blog, y que gracias a ti me estoy enterando ahora a mis 70 tacos...Pero bueno mas vale tarde que nunca. Me resulta muy ilustrativo el origen de los nombres Elvira, Granada, IIberis, "Municipium Florentinum Illiberitanum"... Albayzin,... Tienes razón al quejarte de todos esa gente "culta", que para darse el pegote (de pedantería diría yo) de persona cultivada, y culturizada, dicen en sus alocuciones eso de "la ciudad nazarí", por solo los 230 años que estuvieron en el poder. En fin ", cosas veredes , amigo Sancho...." (aunque esto nunca lo dijo D.Quijote, pero queda pedante y nazarí....).

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    1. Muchas gracias por tu comentario. Los currículos académicos los hacen los políticos y éstos ensalzan u ocultan aquello que más les interesa. Nunca está de más conocer algo de nuestra "patria chica", sobre todo saber que tuvo algunos buenos momentos enterrados en el olvido y no sólo los que cansinamente nos cuentan.

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  2. Oto buen artículo, amigo, como siempre, denso, profundo y amenamente narrado. Muy necesario en estos momentos tan cruciales que estamos viviendo y que se avecinan, para despertar e impedir el letargo en el que nos quieren sumir respecto de la historia de nuestra patria, la grande, España y la chica.

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    1. Sabes que tu opinión siempre es muy estimada y considerada. Un abrazo.

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