Translate

sábado, 28 de febrero de 2015

DE SIMÓN A LA COLETA







“Sé breve en tus razonamientos, que ninguno hay gustoso si es largo”.



Mal encamino tu consejo, amigo Sancho, pues en larguras suelo acomodarme, ni breve ni breva. Y hablando de brevas, ricos frutos que sobre mentes de flojas neuronas y bocas abiertas caen de la higuera, te digo que mucho abunda de ello entre nuestros paisanos. Te cuento, Sancho, que hubo un alemán de greñuda y blanca barba y de no menos greñuda peluca, que escribió palabras embaucadoras que hicieron manar abundante sangre hasta desbordar la estupefacción del más incrédulo de los incrédulos en todo el orbe. 

Carlos se llamaba el alemán, de la familia de los Marx, aunque su pluma nada tuvo que ver con la de Don Miguel ni con la de Don Lope, al que sólo unos pocos realmente leyeron y comprendieron y del que otros muchos embusteramente afirman que lo estudiaron y, como si de una religión se tratase, lo proclaman profeta y pastor de sus vidas siguiendo y defendiendo con fervor sus desconocidos enunciados para ponerlos en práctica al coste que sea necesario, naturalmente siempre con el dinero de los demás ¡Ja! ¡Cosas veredes, amigo Sancho! Algunos sí fuimos realmente sus lectores y devoramos con avidez sus principales obras y también, de pasada, sus horrorosos e insufribles trabajos de economía, ciencia que trata esencialmente sobre cuestiones de dineros. Y digo lo de las falsas lecturas porque, para sorpresa de muchos, resulta que el tal Carlos dejó escrito lo siguiente:


"La fuerza creadora de los mitos, característica de la fantasía popular, en todas las épocas ha probado su eficacia inventando grandes hombres. El ejemplo más notable de este tipo es, sin duda, el de Simón Bolívar".


Y en una carta que escribiera a su amigo Federico, de la familia de los Engels, allá por el día de San Valentín del año 1858, también dijo el tal Carlos sobre el niño Simón que fue:

“el canalla más cobarde, brutal y miserable. Es el verdadero Soulouque",

Al respecto decirte, amigo Sancho, que Faustin Soulouque fue un esclavo liberto que luchó en las revueltas negras jamaicanas, que algunos senadores haitianos lo nombraron presidente marioneta suponiendo que por no saber leer ni escribir podrían manejarlo a su antojo y que resultó no ser tan dócil muñeco sujeto a controles ajenos el tal Soulouque, pues se proclamó a sí mismo emperador con el nombre de Faustino I, eso sí, después de regar adecuadamente de sangre y de derrochar despotismos y demás crueldades y salvajes vilezas en tan desgraciadas tierras allende los mares; desdichada ínsula que nunca tuvo un gobernador de tu altura.

Pues bien, amigo Sancho, para mayor esperpento los hoy seguidores del tal Carlos veneran, adoran e idolatran al niño Simón, quizás por no haber leído esas palabras que escribiera su “dios” ideológico de blanca barba pues parece que algo chirrían las simpatías que éste mantenía con Bolívar, según deduzco de sus propias afirmaciones, aunque no sé, quizás sea yo el equivocado, vete tú a saber, porque en mis escasas entendederas parece que de Bolívar a la “coleta” se ha producido una evolución de pensamiento semejante a degustar un buen café con leche mojando en él boquerones fritos sin haber sido desprovistos de sus cabezas y raspas como desayuno ideológico, aunque eso sí, de sabios es reconocer que los de la “coleta” bien saben de la fuerza creadora de mitos y de cómo inventar grandes hombres para alimento de masas ignorantes y desesperadas.

Entonces te preguntarás, amigo Sancho, quién fue Simón Bolívar. Dicen las historias que fue un criollo, descendiente de sangre vasca, la sangre madre de Castilla como así lo ratifica su apellido, y fue hijo y heredero de una bastante y considerable fortuna. Criado y educado en los placeres de la vida bajo insignes maestros. Viajó a España y a Francia donde se embobó con las ideas de Voltaire y demás enciclopedistas promotores con su pensamiento de la caída de reyes, nobles, proclamaciones de repúblicas, independencia de los USA y demás alegorías liberales. 

Sí, liberal en lo económico, si es que tenía algunas ideas sobre el asunto, cuestión de la que se duda realmente pues no existen pruebas fehacientes de ello por dedicar pocos esfuerzos a lo intelectual y muchos a torpes tareas de milicia. De serlo, liberal, estaría más cerca del pensamiento de personajes como Esperanza Aguirre o de José Mª Aznar, del señor Ronald Reagan y de Dª Ángela Merkel, justo las tesis contrarias a las que predican los de la “coleta” y sus mecenas benefactores Evo y Maduro, ya que más se acercan sus principios a los del señor de greñudas y blancas barbas, el tal Carlos, entiendo, supongo, no sé, quizás yo mismo debiera pasar una temporada en un psiquiátrico según las cosas que veo de esta gente. Pero sí sabemos que fue masón el niño Simón en lo ideológico, y en la práctica, pues fuera destacado miembro de esas organizaciones y admirador de baba caída de Napoleón, quien para él  siempre fue ejemplo a seguir y norte de su calenturiento pensamiento.

 
Resulta, amigo Sancho, que por aquel entonces en la parte americana de España se encendieron las insatisfacciones de los criollos terratenientes, el verdadero poder económico de aquellos lugares, dueños de las plantaciones, de las minas, del comercio y de las industrias, españoles descendientes de españoles europeos pero relegados a ser ajenos a todo poder político y religioso pues virreyes, generales, gobernadores y obispos llegaban ya debidamente investidos desde la península

También por aquel entonces cayó al abismo el decadente gobierno español en el desastre definitivo con aquel Fernando VII, el maldito y bien apodado rey felón, el gobernante más nocivo de la historia de nuestras tierras, notable y meritorio galardón por la altísima competencia. Y ganó aun más enteros el desgobierno con la invasión napoleónica, la gran España en manos de los franceses, corrientes de odio sangriento de las nuevas clases pudientes hacia la monarquía absolutista, monarquía que fuera, a pesar de todo, símbolo de unidad desde tiempos de Doña Isabel y Don Fernando.

Y el activismo del niño Simón lo llevó a ser bandera de las sublevaciones contra la corona española, para qué pagar impuestos a la península si pueden ser para nosotros, predicaba, especialmente tras el fracaso de su gran, admirado y traicionado amigo Francisco de Miranda, aquel aventurero y rico terrateniente también embobado con las ideas liberales que fuera partícipe directo en la revolución francesa y en la independencia de los USA, a quien terminó entregando al enemigo, para erigirse desde ese momento en la principal figura de la revuelta. 

Así el niño Simón se convirtió en el cabecilla de aquellos criollos que mataron a diestro y siniestro a españoles blancos, a españoles negros y a españoles nativos de allí para obtener el poder arrebatándoselo a los cargos designados desde la península. No. No eran colombianos ni peruanos ni incas ni guaraníes ni mexicas ni chachapoyas ni blancos ni negros ni mestizos. Eran españoles pues todos los ciudadanos de aquellas tierras eran españoles. Así lo dejó escrito Doña Isabel en su testamento, así lo proclamó su nieto Carlos, sin poder evitar que fueran los propios criollos, los amigos del niño Simón, quienes se saltaron las leyes emanadas desde la península para hacer esclavos a los indios o “cholos” (saludo al gran “cholo” Simeone que seguro que no me está leyendo) y para hacer de los negros algo peor que esclavos.

Precisamente fue el mismo niño Simón quien legisló para que volviera la condición jurídica de esclavo a sus dominios (digno defensor de los pobres, intuyo). Eso sí, también Manuel Carlos Piar, héroe patriota conquistador de la Guayana según palabras, uno de los caudillos que después le disputó el mando en el ámbito interno de los independentistas, solía jactarse del niño Simón y de su supuesta valentía llamándole “el Napoleón de las retiradas”. Casualmente Piar fue fusilado “por sus crímenes de lesa patria, conspiración y deserción”, también en palabras del propio Bolívar.

Con la fascinación que sentía por los independentistas de USA, inicialmente elucubró la idea de formar unos Estados Unidos de Sudamérica independientes de España, igual que hicieran pocos años antes las trece colonias norteamericanas, pero se topó con que no todos los criollos del Perú querían la independencia, ni tampoco los de Colombia, al contrario de lo que sucedió en el ejemplo de los USA. Y es que muchos se sentían españoles a pesar de las corrientes independentistas, sencillamente, repito para quien aun no se haya enterado, porque eran españoles.

Su ambición y su falta de escrúpulos llevó al niño Simón a pactar con quien fuese para buscar recursos, incluso negoció con acaudalados ciudadanos ingleses a quienes les prometió el dominio del comercio en Panamá y Nicaragua (cuando conquistara esos territorios), lugares estratégicos del antiguo virreinato de Nueva Granada para conectar con el océano Pacífico a cambio de ayuda material y económica para sus ejércitos. A título de ejemplo véase la carta que dirige a Maxwell Hyslop, documento de dominio público, con quien negociaba sobre tales asuntos. Ni tan siquiera tuvo la deferencia de hacerlo con la corona británica sino con particulares magnates ofreciéndoles pingües negocios. 

Y especialmente se le atragantaron las resistencias de algunas zonas por lo que, el niño Simón que ya no era tan niño, se dirigió a aplastar las del Alto Perú y las de Guayaquil, territorios que conquistó tras una desesperada resistencia de las olvidadas y desabastecidas tropas españolas, desgraciado ejército el español destrozado y arruinado tras la guerra peninsular contra Napoleón y también hostigado desde el sur por el otro caudillo criollo “libertador”, el tal José Francisco de San Martín, quien otrora fuera magnífico general adiestrado en el Regimiento de Murcia y luchador en defensa de su patria contra la invasión napoleónica, por ejemplo en la batalla de Bailén y en otros muchos lugares (cría cuervos y te sacarán los ojos, dice el refrán).

Al caso creo que encaja decir que los independentistas suelen ser tildados de héroes “libertadores” por el lado vencedor que obtiene la independencia, y de “traidores” por el lado perdedor, supongo, entiendo, aunque te repito, amigo Sancho, que ya no tengo claros muchos conceptos, especialmente porque el tal Bolívar tiene aquí sus propias estatuas. Al menos personajes como Franco, Largo Caballero y otros elementos odiados por algunas gentes se limitaron a guerrear contra españoles por sus ideas sobre España pero nunca guerrearon en contra de la propia España. Quizás algún día también veamos estatuas erigidas a Bolinaga y Otegui.

Y con la connivencia del tal San Martín dividió el niño Simón el Perú, y a los territorios que dominó del antiguo imperio incaico les puso su nombre: Bolivia (la tierra de Bolívar), separando a aquellos hermanos peruanos en dos Estados, cuestión que trajo y sigue trayendo numerosos conflictos y roces, al igual que sucede en muchos otros lugares sudamericanos pues ni quiso ni supo respetar las tradiciones ni las divisiones territoriales y étnicas que sí supieron respetar los españoles cuando tomaron allí el poder. Adiós también a la unidad monetaria, juridica y comercial del continente.

Así construyó artificiosamente las fronteras que más o menos hoy conocemos en Sudamérica con dos países que se sacó de la manga: Bolivia y Ecuador. Y donde dijo digo, después dijo Diego, pues inicialmente pretendía establecer una república federal de estados liberales y democráticos al estilo USA, la gran Colombia, para finalmente argumentar que no estaban preparados para ello ni indios, ni negros ni oligarquías criollas, así que retomando el ejemplo de su ídolo Bonaparte, encaminó sus esfuerzos para organizar un Estado centralista donde él y sólo él era el auténtico poder, mancillando leyes y cámaras legislativas, algo así como lo que hacen en la actual Venezuela los mecenas de la “coleta”, quizás por ello tanto admiran al niño Simón. 

En seguida, en cuanto vieron que sus pretensiones se inclinaban a ser un nuevo Napoleón sudamericano, todos los que antes le aplaudían rápidamente le dieron la espalda hasta mostrarle la más absoluta ignorancia y relegarlo de ese modo al olvido más absoluto y a la miseria más extrema, dentro de la que murió en circunstancias aun no demasiado claras.

Sí, amigo Sancho, en este país abundan los esperpentos pues más sano juicio tenía Don Alonso, tu señor, que el mostrado por millones de nuestros paisanos que ven las bondades de los molinos de viento donde sólo hay afiladas cuchillas manejadas por gigantes del embuste. Eso sí, convendrás conmigo en que entre el niño Simón y los niños de las “coletas” grandes diferencias ideológicas existen mas también grandes parecidos en otras cuestiones menos decorosas.

viernes, 20 de febrero de 2015

CATALUÑA, ESA BONITA REGIÓN ESPAÑOLA I



  



“más de cuatrocientos moros me han aporreado a mí, de manera que el molimiento de las estacas fue tortas y pan pintado.”

Por eso mismo, amigo Sancho, para que no les sucediera lo que a ti te aconteció los francos no se entretuvieron con chiquitas pues no estaban dispuestos a que los invasores se acercasen si quiera a los Pirineos cuando entraron en este suelo y, en prevención de futuros ataques, cruzaron la cordillera para entrar en España y establecer así una serie de condados defensivos tras empujar hacia el sur a los moros. Llegaron hasta pasar Barcelona con sus facas y espadas francesas. Bien sabes que para los estrategas militares es habitual trazar una marca en el mapa, un límite defensivo. Así nacería no sé dónde el título de “marqués”, el que cuida la marca, mas tus méritos sólo te llevaron a gobernador, amigo Sancho.

Según te decía los franceses trazaron una línea dentro de la península, la “Marca Hispánica”, o marca española y dividieron en condados el terreno comprendido entre esa marca y los Pirineos más otros condados situados en la actual parte francesa. Pero aquellos condados, especialmente los de este lado de los Pirineos, pronto quedaron olvidados de la corona francesa por estar sus regios mandatarios más pendientes de los asuntos europeos y por andar los moros bien sujetos a manos de leoneses, pamploneses y después de castellanos. La autonomía de aquellos condes se fue consolidando al afirmarse los derechos de herencia entre sus familias. Cada conde transmitía a su hijo el título sin consultarlo siquiera con el rey franco. Rápidamente, y gracias a su magnífico puerto, el condado de Barcelona se convierte en el más poderoso de ellos. Así dijo Don Alonso, tu señor, de tan magnífica ciudad española:

"¡Barcelona! archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única.”

Muy pronto el condado de Barcelona absorbió al resto de condados, y fue un tal Wifredo el Velloso  el último conde designado directamente por el rey franco. A partir de él, y aunque aún dependían del reino francés, el título de conde de Barcelona definitivamente fue hereditario (esto “pa” mi niño y que el rey franco se la envaine, la espada, pensaría el Velloso). Ni Wifredo se enfrentó a los reyes francos ni fundó ningún Estado independiente.

Algún tiempo después los moros arrasaron Barcelona en una de sus razias veraniegas allá por el año 988 y el olvido definitivo de los monarcas franceses hace que el conde de Barcelona, por aquel entonces Borrel II, no jure ante el nuevo rey franco recientemente coronado. Atención, amigo Sancho, es en esos momentos cuando el condado de Barcelona se hace independiente de facto, más por el olvido francés que por cualquier otra causa y, naturalmente, busca abrigo y consuelo político en sus hermanos españoles aragoneses y navarros. A pesar de todo, formalmente el condado de Barcelona y sus condados satélites siguen perteneciendo a la corona franca hasta el 11 de mayo de 1.258 cuando Jaime I de Aragón y el rey franco Luis IX, con motivo de la boda entre sus hijos, firman el Tratado de Corbeil por el que los condados al sur del Pirineo y alguno que otro al norte pasan a depender de la corona de Aragón mientras que el resto lo hace de la corona francesa.

“Es universalmente conocido que existen desavenencias entre el señor rey de Francia y el señor rey de Aragón, de las Mallorcas, y de Valencia, conde de Barcelona y Urgel, señor de Montpellier; por lo que el señor rey de Francia dice que los condados de Ampurias, Barcelona, Besalú, Cerdaña, Conflent, Gerona, Osona, Rosellón y Urgel son feudos suyos; y el señor rey de Aragón dice que el señor rey de Francia tiene derechos en Carcasona, Tolosa, Narbona…”  (Tratado de Corbeil, 11 de mayo de 1.258.)

La primera vez que aparece la palabra “Catalania” en un texto escrito fue en el año 1.117, en el “Liber Maiolichinus de gestis pisanorum illustribus”, o “Libro mallorquín de los hechos ilustres de los pisanos” que fuera escrito por un pisano anónimo. De Gotholania, tierra de godos, probablemente así llamada por los francos a quienes empujaron en su momento hasta el otro lado de los Pirineos, o bien de Castelluniam, tierra de castillos, al igual que Castilla, no sabemos a ciencia cierta la procedencia del término pero sí que así empezaban a llamar desde el exterior al conjunto de condados francos y después aragoneses situados al sur de los Pirineos a partir del siglo XII.

Ya sé que es un poco lioso pero este dato es importante: es el momento en que el reino de Aragón se hace con el poder de aquellos condados. Fíjate: con anterioridad al reparto que hicieron Jaime I de Aragón y Luis IX de Francia en el Tratado de Corbeil, el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, se casó con la hija del rey aragonés Ramiro II en el año 1137, uniendo definitivamente para su descendencia el título de conde de Barcelona a la persona del rey de Aragón.

No pierdas la perspectiva, amigo Sancho. Nosotros hoy tenemos una concepción de Estado distinta a la de otras épocas. Para aquellas gentes el poder político se basaba, no en una organización administrativa y jurídica como la que construyeron sus majestades Doña Isabel y Don Fernando, sino en un contrato de vasallaje bastando con poner una simple fortaleza, una simple torre, en un territorio para recaudar impuestos.

Por tal motivo, el rey de Aragón no pretendió unificación administrativa ni jurídica alguna, por lo que el condado de Barcelona y sus condados satélites mantuvieron sus instituciones de gobierno presididas por el rey de Aragón, al igual que después hicieran los monarcas maños en Valencia y en Mallorca tras sus respectivas conquistas, tal y como desde un principio hicieron en el propio reino de Aragón. Un gran reino, el original aragonés, al que se sumaron otros dos reinos conquistados (Valencia y Mallorca) y un principado (el condado de Barcelona y el resto de condados) que fue gobernado a través de cuatro asambleas autónomas o Cortes, las de Zaragoza, también capital del reino, Barcelona, Mallorca y Valencia, más las posesiones en el Mediterráneo, cada cual con sus propios órganos de gobierno.

Terminando por hoy, Amigo Sancho, bien sabes que cuando las ideas escasean, las mentes hueras  cambian sus pocas y endebles ideas por estandartes haciendo que sus dueños mueran por esos trapos, trapos con colores que condensan no sé qué sentimientos y difusos conceptos de imposible concreción para tan armoniosas seseras. Te cuento. Hubo un soldado y escritor gerundense, un tal Ramón Muntaner que en el año de 1335 escribió una crónica relatando algo de la historia de Aragón. En ella nos dice que Carlos el Calvo, rey franco, conmovido ante las heridas de muerte del anteriormente citado Wifredo el Velloso, conde de Urgel, Cerdaña, Barcelona y Gerona a su servicio, el que le dejó todo en herencia a su niño, introdujo cuatro dedos de su mano en las heridas y, manchadas sus yemas en sangre, dibujó en la pared de la estancia cuatro trazos rojos como enseña para él y para sus descendientes.

Pues bien, aunque coincidieron en vida durante algunos años, Carlos el Calvo murió en el año 877 y el Velloso en el 897. A no ser que el tal Calvo volviera de la tumba veinte años después difícilmente podría meter los dedos en las heridas de muerte de Wifredo, qué crueldad para con un moribundo, quizás para rematarlo. Al parecer, a mediados del siglo XI, cuando el nombre de Cataluña aún no había asomado en la escena española, la casa real de Aragón, como tal, adopta el estandarte de cuatro barras rojas sobre fondo plateado basado en un escudo circular de madera pintada con un color agresivo, rojo, reforzado con tiras metálicas colocadas en paralelo. Fue el papa Alejandro II quien, en agradecimiento al rey aragonés Sancho Ramírez por la ayuda prestada para una cruzada, otorgó la dignidad del color papal (amarillo, oro) para el fondo del pendón de la casa real. Además, hasta la unión con Aragón, el emblema de los condes de Barcelona fue la cruz de San Jorge. Mientras tanto, curiosamente Cataluña no aparece en ningún mapa de la época, pero sí Barcelona, Gerona o Urgel.

martes, 10 de febrero de 2015

IZQUIERDA, IZQUIERDA, DERECHA, DERECHA, ADELANTE, DETRÁS, UN, DOS, TRES...


 
 
 
“vaya, vuesa merced, cabos atando,

para después de todo irlos hilando,

que quizás con esta hebra mal tejida

de tanto laberinto habrá salida

y sigo con mi cuento, si no enfado”

 

Querido Sancho, sabemos en nuestros días de una hebra mal tejida que arrebuja y enmaraña las ideas de las gentes sencillas, las engatusa y las embauca enredando conceptos y confundiendo seseras. Una hebra que decimos empieza por la derecha y termina por la izquierda, o viceversa, aunque cualquiera que se acerque a su estudio difícil encontrará desenredar el embrollo y la greña que entre punta y punta compone, si es que ambas puntas derecha e izquierda son eso: puntas distintas, porque a veces asemejan ser una sola. Yo aun no he alcanzado sosiego en tal discernimiento, al contrario, cada vez que me arrimo a semejante hilacho menos cabos ato y más maraña trastorna mi juicio. Te cuento:

Algún siglo después de que la mano de D. Miguel hiciera que anduvieses por estos terrenos ocurrió un alboroto en tierras lejanas al norte de tu ínsula. Allí hubo griteríos, estruendos y sangre en abundancia por la defensa de no sé cuáles ideas de comerciantes para arrebatar el cetro al monarca francés. Una vez despojado de su mando, los ciudadanos se congregaron en la apodada Asamblea Constituyente, aconteciendo todo ello allá por el año 1.789. Y los llamados diputados liberales se sentaron a la izquierda del presidente del parlamento francés, conformando así la izquierda política (curiosamente los liberales hoy forman parte de los asientos de la derecha), mientras que a la derecha del presidente se sentaron los nobles y los conservadores, los defensores del bautizado como Antiguo Régimen. Aunque existe la controversia de que tal distinción entre derecha e izquierda arrancaba en la Inglaterra del siglo XVII, con la revolución de Oliver Cromwell, cuando los burgueses puritanos y fanáticos religiosos de su partido se sentaban en el parlamento británico a la izquierda del presidente y los representantes de la nobleza y partidarios de Carlos I en la parte derecha. En cualquier caso, se puede afirmar que la original distinción entre derechas e izquierdas responde a una simple disquisición geográfica de dónde apoyar tan nobles partes. 

Ya en el siglo XIX, con la entrada de los representantes socialistas en los parlamentos, estos comenzaron a ocupar aquellos receptáculos de nalgas donde antes apoyaban sus gruesos tafanarios los liberales, siendo desplazados estos últimos hasta verse obligados a compartir los curules de sus enemigos conservadores. Y tan ilustres personajes, una vez que definieron la distribución de sus reclinatorios, se emplearon a fondo en campañas propagandísticas para diferenciar debidamente la situación de sus posaderas, es decir: la izquierda y la derecha. Así que podemos decir que la dicotomía entre la izquierda y la derecha es una cuestión de culos en el sentido etimológico de la expresión.

Aunque luego esta cuestión de nalgas ha derivado en el siguiente batiburrillo de ideas. Para la izquierda, la economía debe ser intervencionista. Para la derecha, depende. Los conservadores suelen ser más intervencionistas, mientras que los liberales odian cualquier tipo de intervención. También el fascismo italiano de Mussolini, el nacional-socialismo alemán de Hitler y el falangismo / nacional-sindicalismo / nacional-catolicismo del franquismo español adoptan posturas extremadamente intervencionistas. De los demócrata-cristianos no hablo porque aún no tengo claro lo que piensan sobre economía. Desde el otro bando digamos que no toda la izquierda es igual de intervencionista. El anarquismo, en absoluto. Es la antítesis del intervencionismo. Sin embargo, el socialismo en su vertiente comunista es el colmo a la hora de intervenir, aunque depende, porque China es ahora menos intervencionista que Cuba o Corea del Norte.

Por otra parte, los partidos socialistas europeos tienden a moderar su lado intervencionista, aunque les traiciona el deseo de controlarlo todo, pero en otras ocasiones son menos intervencionistas que los supuestos partidos de derecha, así se columpian de un lado al otro alegando, unas veces la necesidad de adoptar posturas keynesianas (doctrina que predica la intervención económica en algunos supuestos y que nada tiene que ver con el socialismo) y otras veces flexibilizando el mercado laboral hasta el punto de escandalizar a sus propios sindicatos adyacentes. También los partidos de la izquierda se autodenominan progresistas, modernos y proyectan su discurso hacia ideas innovadoras, mientras que se basan en principios que tuvieron sentido en el siglo XIX. Por el contrario, los partidos conservadores se abrazan a la bandera del progreso y de los derechos humanos, cuando fueron los conservadores quienes lucharon contra los primeros precursores de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, es decir, contra los liberales.

Los partidos de izquierdas se autoproclaman ecologistas y cuando han gobernado en sus respectivos países han llevado a cabo auténticos crímenes contra el medio ambiente, mientras que los partidos de derechas han cometido iguales o peores crímenes contra la naturaleza. En fin, probablemente saldría loco si me pusieran un examen en el que tuviera que distinguir entre un socialista, un nacional socialista, un comunista, un liberal, un neoliberal, un demócrata cristiano, un fascista, un falangista, un anarquista, un social demócrata, un laboralista británico, un conservador, un republicano y un demócrata estadounidense, un nacional sindicalista, un nacionalista de izquierdas, un nacionalista de derechas, un carlista, un bolivariano, un sandinista, un leninista, un maoísta, o un "podemista" (que ahora es la moda) ... y menos aún, ubicarlos en la derecha o en la izquierda, o en el centro, o en el centro-derecha, o en el centro izquierda.

En consecuencia me pregunto si hacer que el metro de una ciudad sea subterráneo o de superficie ¿es de izquierdas o es de derechas? Construir un aeropuerto ¿es de izquierdas o es de derechas? Hacer recortes en los sueldos de los funcionarios ¿es de izquierdas o es de derechas? El que los jueces tengan más o menos vacaciones ¿es de izquierdas o es de derechas? Decir que vas a construir unas desaladoras y destruir un Plan Hidrológico Nacional, proyecto con más de setenta años de vida en el que han intervenido gobiernos de izquierdas, de derechas, dictadores y demócratas ¿es de derechas o es de izquierdas? No sé. Lo que sí sé es que la base para que reposen tan ilustres esfínteres anales y todo aquello que los rodea en los parlamentos es la única distinción clara que tengo sobre las izquierdas y las derechas políticas, lo que me conduce a preguntarme si las viscerales posiciones que a diario se dan en muchas de las discusiones de los individuos de este país defienden posturas de izquierdas, posturas de derechas, o posturas de… elige el adjetivo.

Admitamos que las izquierdas son los socialistas, los comunistas, que no son sino una especificación del socialismo y los anarquistas, es decir, los “defensores” del movimiento obrero y las derechas son el resto, aunque no sé dónde meter a las feministas, por ejemplo, puesto que Clara Campoamor, la feminista española que pidió el sufragio para las mujeres, diputada del Partido Radical, un partido autoproclamado como liberal, de derechas, allá por 1.931 en nuestra Segunda República, tuvo una feroz oposición de Victoria Kent, diputada del PSOE argumentando esta última que las mujeres no debían votar porque los curas harían que sus votos fuesen para las derechas. Tampoco sé dónde colocar a los ecologistas ni a los defensores de los homosexuales, nuevas tendencias políticas que intentan ser absorbidas por las actuales izquierdas en España, aunque en otros países gobernados por las propias izquierdas persiguen con saña a los gays. Tampoco me hacen gracia las reflexiones de aquellos necios que dicen que ser de izquierdas es ser honesto, como hizo en su día aquel personaje que presidió el gobierno de nuestro país, ni por el contrario las de aquellos otros necios que dicen que los de izquierdas son unos indecentes. Cada cual tiene su corazoncito y ya te dije antes, amigo Sancho, que:

la izquierda y la derecha es una cuestión de culos,  y muestro mi escepticismo cuando se argumenta que es una cuestión ideológica pero en absoluto estoy de acuerdo cuando lo presentan como una cuestión de hechos.

En fin. Hay para escribir más de un libro sobre el tema…

miércoles, 4 de febrero de 2015

ESPAÑA ES MÁS VIEJA QUE SUS PARTES






 “Váyase el muerto a la sepultura y el vivo a la hogaza”.

Atiende amigo Sancho a estas palabras pues la hogaza que hoy nos comemos los vivos de estas tierras no la hicieron nuestros abuelos con levadura de levantamiento rápido, ni con harina floja de trigo sino de fuerza y de centeno, y la hornearon durante siglos para servirla ahora bien quemada y rellena de chorizos. Eso sí, unos la parten en no sé cuántos trozos y otros en dos. Dos trozos de la misma hogaza ¿Dos Españas? Ojalá fuera la cosa tan sencilla. Poner de acuerdo a dos partes suele ser más fácil que poner de acuerdo a una multitud de partes. Pero ¿las muchas partes que componen España siempre tuvieron categoría de parte? Sabemos que antes de que a estas tierras se les denominase España en Cantabria había tribus a las que llamaban cántabros, en Asturias había tribus a las que se les llamaba astures, en Cataluña y Aragón había tribus a las que se les llamaba ilergetes pero no catalanes ni maños, en Andalucía había turdetanos, tartessos y túrdulos, en Castilla vacceos, y también había carpetanos, bastetanos, vetones, lusitanos, edetanos, vascones, oretanos, etc. ¿Acaso todas esas tribus fueron partes independientes que se unieron, o fueron unidas, con la intención de crear España? Evidentemente no. A nadie se le ocurre pensar que los USA es la unión de cherokees, sioux, cheyennes o apaches.

Ese es el concepto de federalismo, el de partes o Estados existentes con anterioridad que se unen indefinidamente, o se federan en un solo Estado para que las dirija a todas mediante políticas comunes, especialmente en materias de defensa y de política exterior, como los USA o Alemania. Por otro lado, la confederación consiste en la existencia de Estados independientes que se unen cuando lo estiman oportuno, pero no de forma permanente, para llevar a cabo determinadas políticas o actuaciones de forma conjunta, como la Confederación Helvética, o Suiza tal y como nosotros la conocemos, que no es otra cosa que una agrupación de cantones cada cual con su propia legislación y soberanía.

¿Quizás España fue originariamente una sola entidad que fue invadida y posteriormente nacieron partes que se unieron según iban expulsando a los invasores, invasores que, a su vez, se dividían constantemente? Y ¿las partes que se unieron existían antes de que España se dividiera? ¿Cuántas partes tenía España antes de dividirse? ¿Cuántas partes se unieron después? Y después de unirse ¿nacieron nuevas partes que quieren separarse?

Roma creó España, o Hispania que es lo mismo. No le dio su nombre, puesto que eso fue tarea de los cartagineses con anterioridad a que los romanos asomasen por aquí. Bastante antes los griegos solían llamar Iberia a nuestro suelo, “tierra del río Íber (Ebro)”, aunque el término Íber lo usaban para denominar muchos ríos. Roma no creó una conciencia nacional porque entonces las naciones no existían tal y como las entendemos hoy pero sí forjó un sentimiento de comunidad en la península. Para los romanos españoles era un orgullo ser hispano y también ser romano. Los hispanos estaban muy bien considerados en el ejército y en las artes. El vino español y el aceite de oliva tenían la más alta distinción de exquisitez. Todos miraban a España como una de las provincias más romanizadas. Nadie hablaba de béticos, ni de lusitanos, ni de gallegos, ni de tarraconenses. Todos hablaban de hispanos y más tarde de “hispanioles”.

Con la disolución del imperio los godos recogerán el legado de Roma y reunificarán la provincia de España bajo una única corona, una religión común, un legado cultural y un Derecho único. Fueron un pueblo germánico, probablemente sueco, que emigraron a los Balcanes, después se detuvieron en Francia y empujados por los francos, finalmente se instalaron en España quedando como señores únicos de la península, en la que sólo existían sus ejércitos, a la que siguieron llamando España. Resulta curioso que la Galia perdiera su nombre para llamarse Francia, la tierra de los francos, la Germania pasó a llamarse Alemania, la tierra de los alamanes, la Bretaña se llamó Inglaterra, tierra de los anglos, pero Italia no se llamó Ostrogotia ni España Visigotia, las dos grandes bases del imperio romano. Italia, aunque desunida como Estado, a través de los siglos ha seguido siendo Italia y España, más o menos unida, ha seguido siendo España para los europeos que, cuando hablaban de los reyes asturianos, hablaban de reyes españoles, al igual que de los castellanos, de los navarros, de los portugueses y de los aragoneses, exactamente igual que se hablaba de reyes italianos cuando se mencionaba a los de Nápoles, Sicilia o la Lombardía.

Para toda Europa el Camino de Santiago concluía en el campus stellae de España, o campo de la estrella (Compostela). Nadie hablaba de que concluía en Galicia. Cuando los reyes asturianos y los condes aragoneses solicitaban la ayuda de los francos, estos decían que trataban con los españoles. Cuando Ludovico Pío, rey de Aquitania y Septimania (mitad sur de Francia) ordenaba a su pueblo dar “asilo a los hermanos en la fe españoles que huían de la hoja sarracena” no hablaba de catalanes ni de aragoneses, sino de españoles. A la vista de estos datos y de otros muchos más que no traigo a mención por motivos obvios, parece ser que España no es una realidad fundada por los Reyes Católicos, o por Felipe V, tampoco se sostiene esa afirmación de que nunca ha existido, que es una agrupación de pueblos y de reinos que se formó tras la expulsión de los musulmanes por aquellos bárbaros e incivilizados cristianos que destruyeron aquel paraíso de concordia en el que convivieron de forma bucólica las culturas musulmana, cristiana y judía.

Isidoro de Sevilla en su obra “Etimologías” en el siglo VI, mucho antes de que existiesen andaluces, valencianos, catalanes, vascos, castellanos, portugueses, e incluso musulmanes dejó escrito:

“¡Oh, España! La más hermosa de todas las naciones que se extienden desde Occidente hasta la India. Tierra bendita y feliz, madre de muchos pueblos… De ti reciben la luz el Oriente y el Occidente. Tú, honra y prez de todo el orbe; tú, el país más ilustre del globo… No hay en el mundo región mejor situada. Ni te abrasa el estío ni te hiela el rigor del invierno sino que, circundada por un clima templado, te nutren céfiros blandos. Cuanto hay de fecundo en los ejidos, de precioso en las minas y de provechoso en los animales, tú lo produces… Rica, por lo tanto en hijos, joyas y púrpuras… /… Con razón ya hace mucho tiempo te deseó la dorada Roma, cabeza de gentes y, aunque vencedor, aquel empuje romano te despojara primero, luego el muy floreciente pueblo de los godos, tras haber conseguido numerosas victorias,  a su vez te tomó y te amó…”