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jueves, 22 de octubre de 2020

MITOLOGÍAS: “A CADA CUAL LE TOCA ESCOGER LA CUCHARA CON LA QUE HA DE COMER”


 

"¿Qué enemigo se ha levantado contra Baal, qué rival contra el Auriga de las nubes? Yo he abatido ya al amado de El, Yam, ya he aniquilado a Nahar, dios de las aguas inmensas, ya he amortajado a Tannin, he cerrado su boca, ya he abatido a la serpiente tortuosa, Shaliyat de las siete cabezas, he abatido al amado de El, Arish, he destruido al ternero divino, Aük, he abatido a la perra divina, Ishat, he aniquilado a la hija de El, Dhabib" (Textos cuneiformes de Ugarit KTU 1.3 III 37-47; segundo milenio AC).

 

Mas ¿dónde está la simple verdad, amigo Sancho? Los sarracenos tienen la suya, los judíos la propia, en las indias luchan por su verdad y en nuestro reino cristiano decimos tener la única existente, indudable y genuina. “Para la Iglesia, nada es más fundamental que conocer la verdad y proclamarla” decía Juan Pablo II (Ex Corde Ecclesiae, 1990, n.4), mas convendrás conmigo en que toda verdad es sencillamente la interpretación de un mensaje que recibe la mente, y que cada individuo le confiere mayor o menor credibilidad según su raciocinio. La emisión de un juicio verdadero depende, según la cabeza que lo vierta, de la tosquedad de esa información y del pulido y abrillantado que se haga sobre los elementos epistemológicos que conforman la propia verdad, especialmente en cuanto a creencia y justificación. Por tal motivo, en la búsqueda de la verdad, hoy te cuento algo que a ti nunca te refirieron pues, por desconocimiento o bien a sabiendas, no lo contaron en la cristiandad. Exonérame pues del reproche al que sería acreedor en tu tiempo y comprende que en el mío pueda hablarse como hoy te hablo.

 

Érase una vez, hace cuatro mil millones de años, un planeta con agua y lleno de volcanes en el que apareció un tal “LUCA” (Last Ultimate Common Antecesor que traducido a nuestra lengua significa "el primer antecesor común"), una bacteria o arquea unicelular. El tal “LUCA” tenía 355 genes (según dicen los investigadores genetistas que han llegado a esa conclusión) y al poco se dividió en más como él, y se reprodujo y mutó, y mutó, y siguió mutando porque las mutaciones son muy habituales en las cadenas de ADN provocando la evolución y diversidad de las especies, hasta que hace unos 200.000 años aparecieron unos monos que se creían más listos que el resto de los seres vivientes. Estos monos listos vivían en familias, iban de un lado para otro detrás de los animales para cazarlos y así poder comer, durmiendo en cuevas, en abrigos o al aire libre, y no sabían por qué había nubes, por qué se hacía de noche, por qué llovía, tronaba, había terremotos, el fuego quemaba, el agua bajaba de las montañas cuando la nieve se derretía, ni por qué había tanto bicho suelto, muchos de ellos peligrosos.


Miraban al cielo y veían los rayos de las tormentas. Son seres poderosos quienes los provocan” – pensarían-. “Nos miran desde arriba. El sol es lo más grande que hay en el cielo, debe ser el más poderoso. Nos calienta, nos da luz, es bueno. La noche es mala, no podemos ver y los lobos, las hienas y los leones nos comen, pero la luna nos da un poco de luz. Debe ser también un ser poderoso pero menos que el sol. Hay muchos otros seres poderosos. Unos son buenos, como el que nos da el agua de los ríos, otro nos da las frutas de los árboles, otro nos da la fuerza para cazar y para defendernos de nuestros enemigos. Nos protegen. Otros seres poderosos son malos. Nos traen enfermedades, a veces truena, se enfadan, nos mandan rayos y fuego, hacen que la tierra se mueva, escupen fuego desde las montañas en donde viven. Tenemos miedo ¿Dónde viven? Está claro. Unos en el cielo, otros en las montañas, otros bajo tierra, otros en el viento, en el mar, y a saber… "


Cuando esos monos listos aprendieron a plantar su comida y a domesticar vacas, cabras y demás animales para comérselos o hacerse abrigos de piel, ya no tenían que ir de un sitio para otro. Pasaron 3.999.990.000 años desde que apareció “LUCA” cuando hicieron casas y se quedaron a vivir en ellas. Las semillas que plantaban germinaban, quizás porque los seres poderosos debían ser buenos o estaban de buen humor. Otras veces no germinaban. Debían ser malos o tal vez los castigaban y les enviaban sequías, tormentas, terremotos, granizos o inundaciones (¿diluvios?). Sí, hubo muchas inundaciones desde el 12.000 al 10.000 AC como consecuencia del final de la era glaciar y, sobre todo, los hombres vivían junto a los ríos (no es bueno comprar una casa a la orilla de un río). El nivel del mar subió unos cien metros. Los litorales del mapamundi que hoy conocemos variaban bastante, el Sáhara era un vergel, el Mar Rojo casi no existía. Y es que el eje del planeta cambió y con él empezó la desertización, es decir, el clima cambió bruscamente.

 

Los monos listos africanos se iban agolpando al borde del gran río Nilo ante el avance del desierto. Otros monos listos se instalaron junto al Tigris y al Éufrates y junto al Jordán, los monos indios junto al Indo, los chinos junto al río Amarillo, etc. Tener cerca agua potable y poder regar los cultivos era imprescindible para sobrevivir. El Mar Negro antes era una profunda depresión llena de vida regada por el Danubio que se inundó escandalosamente al entrar el Mediterráneo por el Estrecho del Bósforo ya que, con el deshielo, creció y creció. Probablemente los seres poderosos castigaron a los monos listos de aquel lugar rompiendo la barrera que impedía que entrara el agua al interior del continente. La presa natural se desbordó o se rompió y el agua del Mare Nostrum entró hacia el interior en forma de gigantescas olas. Por allí estaría el Noé bíblico con su arca, o el Utnapishtim babilónico 1200 años antes de que los hebreos escribieran la aventura del buen Noé al que los sumerios llamaban Ziusudra, justo otros 1000 años antes de que los babilonios escribieran el mito del diluvio en la Epopeya de Gilgamesh (un señor que fuera rey de la ciudad sumeria Uruk alrededor del 2700 AC), y otros mitos similares que en muchas partes del mundo se recordaron como tragedias ancestrales y que se transmitían de forma oral de generación en generación.

 

Cada familia, cada tribu y cada pueblo adoraba a sus propios dioses, les atribuían una forma concreta, aventuras fantásticas, súper poderes, milagros y les construían una personalidad definida y específica a cada uno de ellos en base a sus propias vivencias e imaginación.“Los dioses de los tracios tienen el cabello rubio y los ojos azules; los dioses de los etíopes la tez negra y el pelo ensortijado; si los caballos tuvieran dioses, éstos tendrían forma de caballo”, - decía el poeta Jenófanes en el siglo VI AC. Los monos más listos de entre aquellos monos listos decían que se comunicaban con esos seres poderosos quienes les transmitían sus órdenes para los demás monos, y el rebaño, como siempre estúpido y asustadizo, hacía caso de los más listos a los que llamaron “sacerdotes”, del latín “sacerdos” “sacer” que significa “sacro” “sagrado”.

 

Hoy, si no cumplimos las leyes, nos imponen multas (¿quién se escapa de Hacienda?), nos meten en la cárcel, estamos controlados mediante censos y registros. Obedecemos las normas porque existe un fuerte aparato represor (administración, policía, jueces, etc.). En aquellas épocas, no tan lejanas, el aparato represor era casi inexistente, sólo se manifestaba con el capricho de quien tenía algún poder físico o coactivo, algún tipo de ejército o cuadrilla de matones. La gente deambulaba por los caminos haciendo lo que se le antojaba, igual que en las películas del western americano ¿qué gobernante podía permitirse una policía permanente dotada de recursos para perseguir a los maleantes y poner orden?

 

Solución: - si no te puedo imponer una sanción, un castigo por desobedecer o por hacer algo malo, entonces te lo pondrán los dioses. Anda, valiente, atrévete y te mandarán un rayo o una enfermedad” dirían los sacerdotes, mientras la masa estúpida y asustada pensaría: –“eso es castigo de dios” - su dios. Así, la “autosanción” se mostraba como la amenaza más efectiva para controlar a la muchedumbre: “Si robo y no me pillan no pasa nada, total, aun no se ha inventado la benemérita, pero el dios que está en lo alto y todo lo ve me castigará, contra él no puedo hacer nada. Mamaíta ¡qué susto!” -  Las conductas mal vistas empezaron a llamarse “pecados”. Hoy, en nuestro Derecho, las llamamos “delitos”, “ilícitos” o “ilegalidades”.

 

Algunos dioses se parecían porque, aunque rigieran los destinos de ciudades distintas, provenían de un tronco común de gentes. Esos dioses se llamaban de forma parecida según sus adaptaciones en base a la lengua correspondiente, o aun llamándose de forma distinta, sus retratos, sus formas, sus historias y designios eran similares. Otros eran impuestos por pueblos poderosos que tenían reyes fuertes y poderosos, y sacerdotes aun más poderosos. Los dioses se mezclaban, los ritos y los cultos se entrelazaban formando pastas de creencias más o menos homogéneas (eso se llama sincretismo). Ya sabes, amigo Sancho, cómo se transforman las noticias cuando pasan por tanto cotilla. Tú y yo podemos dar fe de ello.

 

Llegados a este momento decimos que en todo el planeta los focos de civilización se concentraban inicialmente en torno a los grandes ríos, como antes te dije, aunque después influyeron otros factores tales como posiciones estratégicas, puertos marítimos, rutas comerciales, etc. Por orden cronológico desde la aparición de la escritura (indios y chinos aparte), redondeando en años y tomando como referencia a las “naciones históricas antiguas” más importantes tenemos:

 Mesopotamia (3300 al 200 AC) 

2-   Egipto (3000 al 100 AC)

3-   Creta (2500 al 1500 AC)

4-   Anatolia (1700 al 1200 AC) con los hititas

5-   Canaán: fenicios, hebreos y filisteos (1200 AC hasta hoy)

6-   Persia (700 AC hasta hoy)

7-   Grecia (500 al 30 AC)

8-   Roma (400 AC al 470 DC)

 

Si observas un poco, querido Sancho, es obvio que Jesús está más cerca de nosotros que de los inicios de la historia allá en Mesopotamia. Y ¿qué había inicialmente en Mesopotamía? Sumer. Los inventores de casi todo. Mil años estuvieron con sus cosas buenas (muchas) y sus cosas malas (muchas menos que la mayoría de las culturas). Ellos fueron los inventores de la mitología que impregna las grandes religiones, de la creación del mundo, el paraíso, el mito del diluvio, y dos dioses principales por encima de todos: una diosa (Innana Ishtar), madre del cielo y de todos los dioses y un dios (Enlil), padre de todos los dioses, creador de todo y esposo de Ishtar.

 

Y si te fijas con más detenimiento podrás comprobar que en la lista cronológica de civilizaciones que te he mostrado verás que Grecia ocupa el lugar séptimo. Eso quiere decir que hubo otras seis zonas con civilizaciones anteriores de las que Grecia bebió su ciencia, su filosofía, su religión y muchos otros aspectos. A nosotros nos ha llegado lo griego como el pilar fundamental de la historia antigua. Durante 2000 años Grecia ha sido la base de la cultura y todo aquello que se suponía más antiguo para nuestra civilización sólo eran historias del pueblo hebreo que se mencionaban en la Biblia como algo perdido en el ostracismo de los tiempos sin relevancia alguna salvo la única intención de manifestar el poder de Dios.

 

Hoy en día nuestro sistema educativo sigue omitiendo todo aquello, nos sigue privando del conocimiento de esas grandes etapas históricas que resultan trascendentales para comprender nuestro mundo. Un ámbito reservado para un reducido grupo de estudiosos y eruditos aunque poco a poco vamos admitiendo todo aquello sin más remedio que aceptarlo tras las pruebas que van apareciendo. Fue en el siglo XIX cuando empezó la fiebre arqueológica con Egipto, y desde entonces comenzamos a descubrir algunas cuestiones que empezaron a hacernos dudar de lo que tú y yo sabíamos.

 

Poquito a poquito iban desenterrando y descifrando pruebas que ponían en tela de juicio nuestros puntos de vista cimentados fuertemente tras 2000 años de aceptar las consignas greco-romanas y eclesiásticas. Pero fue cuando se desenterraron en esos lugares los trastos de otras civilizaciones cuando nos dimos cuenta de que los griegos no fueron inventores de casi nada sino continuadores de casi todo, que antes de ellos hubo grandes culturas olvidadas, perdidas y enterradas en las arenas de Irak, de Irán y de Anatolia. Así tuvimos que desaprender mucho de lo aprendido.

 

Casi todo Oriente Medio estaba ocupado por un pueblo: los presuntos descendientes de un hijo de Noé, Sem, los semitas. Los semitas, inicialmente proliferaban por Arabia, Canaán, que es lo que hoy llamamos Israel, Jordania, Líbano y sur de Siria, por Egipto y por casi toda Mesopotamia. Y digo casi toda porque los sumerios no eran semitas, curiosamente y sin saber por qué, eran caucásicos tipo europeo (lo sabemos por sus restos físicos y por su idioma, entre otras cosas). Pero finalmente fueron absorbidos por todo lo semita que los rodeaba, aunque tardaron mil años en desaparecer (en números redondos). Los semitas son esos individuos de piel moruna que escriben de derecha a izquierda y sus lenguajes no tienen vocales escritas.

 

Los sumerios inventaron la figura del rey, un sujeto puesto por los dioses para que gobernara a los hombres. Antes lo hacía la figura del príncipe, es decir, el primero, el principal entre los hombres, un “primus inter pares” (primero entre iguales) que no es designado por los dioses. Esa es la diferencia entre la institución de rey y la de príncipe. Un rey es mucho más que un jefe, es un delegado de su dios, o un dios mismo. Ellos llamaban “en” al rey, algo así como “señor”, por eso su dios era Enlil, palabra compuesta que significa “señor” o “rey” (en) del aire o de los cielos (lil). En algunas ciudades lo llamaban Anu, y en otras  afirmaban que Enlil era uno de los hijos de Anu, junto a otro dios hermano llamado Enki. De la figura de Anu viene esa estupidez de los anunnakis extraterrestres, alienígenas, reptilianos del tal Zacarías Sitchin quien se hizo rico con esa farsa.

 

Y “Lil”, en idioma sumerio, es una palabra fácil de pronunciar al leerla porque tiene una vocal definida, pero en los idiomas semitas, sin vocales escritas, quedó simplemente como “L”. Amigo Sancho, intenta pronunciar una “L” sin vocal alguna que la apoye y comprobarás que no es nada fácil, por eso empezaron a llamarle a su dios supremo “EL”, padre de todos los dioses, creador de todo lo visible e invisible (como dice el Credo nicénico que se recita en la cristiandad desde el año 511). Y los semitas se fueron disgregando, repartiendo por todo el mundo conocido. En muchas partes de Mesopotamia seguían llamándole “EL”, pero en Canaán y en otras zonas, con el paso de los años, entre “EL” y “LIL”, le llamaron “ELÍ”. Así nos dice Mateo 27:46: “Elí, Elí, lemá sabachtaní”, que gritó Cristo en la cruz, lo cual significa “Dios, Dios, por qué me has abandonado”. Los árabes le llaman Alah. Y todo lo cercano a “EL”, todo lo relacionado con el dios principal, se nombraba con su nombre como terminación en forma de genitivo:

 

·      Rafa-el: Dios sana.

·      Emmanu-el: Dios con nosotros.

·      Migu-el: Como Dios.

·      Samu-el: Dios ha escuchado.

·      Dani-el: Dios es mi juez.

·      Gabri-el: Hombre fuerte de Dios.

·      Isra-el: Lucha con Dios.

·      Ari-el: León de Dios.

 

Pero “EL” no fue igual en todos los sitios ni en todos los tiempos, las características de su personaje han cambiado mucho. Además tampoco estaba solo en la congregación divina sino que se encontraba rodeado de muchos otros dioses menores, de ángeles, de espíritus, y de otros seres que vivían en un panteón específico lejos del alcance de los hombres. Aunque nos suene y se parezca, no tiene nada que ver con la imagen general que nosotros tenemos de Dios sino que inicialmente era más parecido al Zeus griego con su panteón en el Olimpo, o al Odín nórdico con su panteón en Asgard, y a otros muchos panteones en los que los dioses vivían, tenían familia y luchaban, como es el caso de la rebelión de Satanás, que fuera vencido por el arcángel Miguel y desterrado al infierno. Si te fijas, la misma Biblia conserva bastantes acontecimientos mitológicos parecidos.

 

La figura de Dios ha sido una construcción compleja e indeterminada que se ha llevado a cabo a través de la historia. Cada persona tiene una idea de quién, qué y cómo es Dios. Para unos es el amor puro que siempre perdona, para otros es como un padre y a veces castiga porque eso también forma parte del papel de un padre, para otros es un juez que nos impondrá un castigo tras morir según nos comportemos en este mundo y para otros simplemente no existe. Unos dicen que vive en el cielo, otros que está en todas partes, otros lo han pintado como un venerable anciano de piel blanca y barbas blancas y todos admiten que es masculino. Ante una desgracia unos repiten eso de “castigo de Dios” que antes te dije, y frente a esa misma desgracia otros dicen “no, Dios es bueno, no castiga, es el destino, eres tú quien se lo ha buscado con tu forma de ser o de hacer” pero para otros, si Dios conoce el futuro es porque previamente lo ha fijado, de lo contrario ¿quién fija el destino? Otros muchos no comprenden el por qué del sufrimiento y hay quien piensa que Dios sólo concede cosas buenas, el sufrimiento es algo que nada tiene que ver con Dios.

 

En fin, cada cual tiene su propia imagen de quién y cómo es Dios, a pesar de que más o menos hay modelos, personalidades concretas definidas por las grandes religiones. Imagina en aquellos momentos, cuando no existía la Iglesia de Roma ni internet, cuando cada ciudad, cada pueblo, cada familia nómada interpretaba cómo era Dios. Así la imagen de “EL” se fue transformando según donde aterrizaba su culto. No obstante hoy por fin tenemos elementos arqueológicos, relatos traducidos que fueron escritos miles de años antes que la Biblia, donde se describe más o menos cómo era “EL” en distintos lugares y momentos, y de ello extraemos o deducimos algo de su evolución general hasta que los hebreos escribieron y juntaron todos sus libros en una “biblioteca”, que es lo que significa la palabra “Biblia”.

 

Supongo que ya sabes, y si no te lo cuento, que Mesopotamia, hoy Irak, durante 3000 años fue la gran potencia cultural y económica de la antigüedad con el respeto de India, China y Egipto. Diversas culturas y civilizaciones florecieron allí. Ya sé que es un lío, mucho nombre, pero te resumo lo más importante para que entiendas que durante 3000 años junto a esos dos grandes ríos hubo una maraña de historias míticas difíciles de resumir en pocas palabras, un lío que desembocó en nuestro Antiguo Testamento. A los efectos que pretendo te resumo algunos de los caracteres generales de aquellos pueblos:

 

1-SUMER (3400 al 2400 AC) Inventores de la escritura. Pusieron por escrito sus leyes, su ciencia, sus costumbres y su mitología. Todos los imitaron, todos los respetaron y admiraron hasta que unos iracundos semitas, los ACADIOS, que vivían en su frontera norte los conquistaron pero no los eliminaron, se fundieron con ellos y así mantuvieron unos 400 años más el olor a sumerio. Entre estos acadios semitas destacó Sargón de Acad, primer gran rey/emperador de Sumer y Acad, “siervo de ENLIL” nos dice la tablilla de arcilla que cuenta su historia. Curiosamente también nos dice que cuando nació querían librarse de él pero su madre lo colocó en una cesta y lo echó al río donde fue recogido y criado como sirviente del rey de Kish (ciudad sumeria). Pasaje trasladado a la Biblia con el nacimiento de Moisés.

 

2-BABILONIA: (2000 al 200 AC) Inicialmente fue una colonia sumeria más al centro de Mesopotamia donde pronto reyes semitas tomaron el poder. Fue la Nueva York de la época, la capital del mundo civilizado, la guardiana de la cultura y de la ciencia, heredera de todo lo sumerio, la ciudad más fascinante de la antigüedad, con su Etemenanki, o Torre de Babel bíblica y los jardines colgantes de Nabucodonosor II. En sus 1800 años de poderío tuvo altibajos, guerreó y se transformó, fue destruida y reconstruida varias veces, y fue el referente principal de todo el mundo antiguo hasta la llegada de Roma. Alejandro Magno quiso ubicar allí la capital de su imperio pero su repentina muerte lo impidió. A sus escuelas iban a estudiar los sabios egipcios, griegos y persas. Los caldeos de los que habla la Biblia eran una tribu, familia o etnia que la gobernaron durante varias generaciones. Los Reyes Magos, o magos caldeos, supuestamente serían miembros de esa familia según algunos Evangelios apócrifos. Hammurabi, con su famoso código de leyes fue uno de sus reyes más sonados.

 

3-ASIRIA: Más al norte. (1700 al 600 AC). Fue la otra potencia semita de la zona. Guerreaba con Babilonia y con todo el que se pusiera por delante. Aunque fue una gran potencia comercial fundamentalmente son recordados por su crueldad. Los judíos dan cuenta de ello en la Biblia pues los sufrieron en sus carnes. Conquistaron toda Mesopotamia, Canaán e incluso parte de Egipto. Tuvo varias capitales y la más importante fue Nínive que llegó a tener un millón de habitantes, con 50 km  de murallas (tres días a pie para recorrerlas, la mayor ciudad de la antigüedad). Precisamente, la biblioteca de Nínive nos ha aportado miles de tablillas de arcilla que se conservan en el Museo Británico con documentos que sacaron a la luz mucha información de la época. Hoy no queda nada de esa magnífica ciudad, sólo unos cuantos ladrillos y algunas excavaciones en medio de las guerras locales.

 


Bien, estos pueblos mesopotámicos, al igual que todos los pueblos de este planeta, tenían su propia mitología que fue mutando, cambiando, entrelazándose, produciendo numerosos revoltijos según la ciudad o según el momento. Repito: 3000 años que conozcamos más o menos, son muchos años. Pero sí se ha podido deducir un hilo conductor que, como antes te dije, terminó proclamando a “EL”, “ENLIL”, o “ALAH” para los muy tardíos árabes como el dios principal de los pueblos semitas, dios del aire y de los cielos, y ello tras filtrar los dioses Anu y Enki de la leyenda sumeria del “Enuma Elish”, un poema en el que se cuenta la creación del mundo.

 

Junto a “EL” estaba su esposa ISHTAR (llamada así en Babilonia, Innana en Sumer y Astarté, Astarot o ASERÁ en Canaán), y de su matrimonio nacieron 70 hijos. Sí, 70, ni 69 ni 71, que vivían con ellos en su panteón divino corriendo sus fiestas y sus disputas, junto con otros seres menores que hacían la función de sirvientes o mensajeros; nosotros los conocemos como los “ángeles”, muchos ángeles anteriores al cristianismo cuyas imágenes podrás encontrar representadas con alas en los grabados sobre piedra de sus edificios. Y el hijo más poderoso de “EL” era el dios del trueno: “BAAL”.

 

Como siempre las trinidades, los triángulos de dioses, se adoraban desde lo más remoto:

 ·    Brahma, Vishnú y Shiva por los indúes.

·      El, Ishtar y Baal por los mesopotámicos y cananeos.

·      Horus, Isis y Osiris por los egipcios y en la Judea fronteriza.

 

Cada ciudad hacía de su capa un sayo. El culto a “EL” solía ser prioritario y mayoritario aunque a su esposa Ishtar se le tenía incluso más devoción, pero sin despreciar al resto de dioses. En otros sitios Baal era más adorado y, a veces, en determinados lugares, incluso se le confundía con “EL”. Sobre el resto de dioses decir que cada cual tuvo su momento y que muchos de ellos fueron olvidados. Pero vamos al asunto, querido Sancho, centrémonos en Canaán, donde se fraguó la mitología hebrea y su continuidad con el cristianismo. Y digo mitología porque la religión judía es altamente mítica, así que deberemos tener en cuenta y compaginar por un lado las fuentes míticas como el Antiguo Testamento y, por otro lado, las evidencias históricas que se manifiestan a través de las pruebas arqueológicas.

 

Hablemos primero de mitología. Los hebreos se refieren tanto a “EL” como a “Yahveh”, y otras veces a “Elohim”, identificándolos como su Dios, aunque el nombre “Yahveh” apareció en la Historia casi 2000 años después de los primeros escritos sumerios. Según la Biblia, Noé y su familia fueron los únicos supervivientes del genocidio que llevó a cabo Yahveh cuando ahogó a miles o a millones de mujeres, hombres, ancianos, niños y animales por el simple hecho de estar enfadado con la raza humana. Bien, pues Sem, Cam y Jafat fueron los tres vástagos de Noé, y a los descendientes de Sem los llamaron semitas, los de Cam fueron los camitas y los de Jafat los jafatitas. A su vez, estos individuos que vivían tropecientos años tuvieron más hijos, como Elam que dio nombre a los elamitas, Asur que dio nombre a los asirios, Aram a los arameos y Canaán.

 

Cierto día Noé dormía desnudo a la vista de todos y sus hijos mayores, Sem y Jafat,  lo taparon con una manta para evitar que las gentes viesen al anciano en semejante estado. Sin embargo Canaán, su nieto, se mofó de tal escena. Cuando Noé despertó y le contaron lo sucedido, cogió tal enfado que maldijo a su nieto nombrándolo esclavo e inferior al resto, maldición que podrás comprobar en Génesis 9:20-27. Así, el probe Canaán se fue de Mesopotamia y encontró cobijo junto al río Jordán. Allí, en “la tierra de Canaán” formó el pueblo de los cananeos, un pueblo que ya nació siendo mal visto por el resto de los semitas pues su fundador había ofendido a Noé, el elegido de Dios.

 

Ahora hablemos de Historia, mi buen Sancho. Ya te dije quienes son los semitas. Pero ¿cómo fue su expansión por todas esas tierras del Oriente Próximo? Esa es la cuestión. En Mesopotamia, desde el 2400 AC los semitas ya se hicieron dueños de aquello (¿recuerdas a los acadios de Sargón que conquistaron a los sumerios?). Mesopotamia era rica y avanzada gracias a Sumer, así que heredaron esa riqueza y esa enorme cultura. Allí se quedaron, prosperaron y guerrearon. Después guerrearon más, siguieron guerreando más todavía, y hoy continúan haciéndolo. Pero no todos los semitas prosperaron.

 

Las hambrunas empujaban a los más pobres a emigrar, muchos de ellos con unas pocas cabras y una tienda de campaña que se trasladaban de un sitio a otro, nómadas en definitiva de los que algunos llegaron al río Jordán, un valle donde más o menos se podía vivir, y allí se encontraron con algunas ciudades, como Jericó (decían que la más antigua del mundo) y crearon otras ciudades y aldeas humildes en el interior de Canaán, un interior desértico y pedregoso donde sólo había yerbajos para las cabras, mugre y miseria. Poco podían prosperar en esos ambientes salvo sobrevivir. No obstante otros semitas se trasladaron junto al mar, construyeron barcos, pescaron y comenzaron a relacionarse con otras gentes hasta convertirse en excelentes comerciantes y marineros. Ya sabes que el comercio hace rica a la gente.

 

Y estos semitas del litoral construyeron ciudades magníficas y una red comercial nunca vista hasta entonces. Llegaron hasta Inglaterra por el Atlántico norte y hasta Sudáfrica por el sur bordeando la costa africana. Ten en cuenta que siempre navegaban con la costa a la vista. Sus barcos y los sistemas de orientación de aquella época no daban para mucho más. Y allí por donde pasaban iban construyendo almacenes para comerciar con los indígenas, y alrededor de los almacenes casas, es decir, fundaron auténticas ciudades o colonias dependientes de sus principales ciudades cananeas: Tiro, Sidón y Biblos. A las costas de nuestro reino vinieron y nos cuentan en las escuelas que fundaron Cádiz (qué simplismo académico), Málaga y Almuñécar a la que llamaron "Sexi”. Los griegos, que son los que nos hablaron de aquellos cananeos, los llamaron Phoenix, los romanos Punos y nosotros: FENICIOS. Phoenix significa púrpura, rojo. Ello es debido a que se hicieron famosos por vender unas codiciadas telas rojas. El tinte rojo era muy apreciado en la antigüedad pero, cuando las lavaban, las prendas siempre perdían el color. Estos cananeos extraían el tinte rojo de unos caracoles que abundaban por la zona, y ese tinte en especial no desteñía, así que era muy apreciado por la gente mediterránea más presumida de la época.

 

Y todos aquellos que inicialmente eran hermanos semitas se fueron distanciando. Los ricos del norte miraban por encima del hombro a los pueblerinos del sur y del interior. Y los pastores que olían a cabra y a otras cosas peores miraban envidiosos a los pijos del norte con todo el odio del mundo. Pero todos eran hijos de la misma madre, es decir, hermanos de raza. Compartían costumbres, que se fueron separando con el tiempo, idiomas que también se fueron disgregando con el tiempo y religión, su religión mesopotámica con sus dioses mesopotámicos que, como siempre, se fueron compartiendo, disgregando, desperdigando, mascando, amontonando y transformando.

 


Aun así, “EL”, como dios principal, su esposa Aserá y Baal, el más poderoso de sus hijos, se mantenían más o menos firmes como trinidad divina para todos los semitas cananeos, convertidos ahora en arameos y galileos, en fenicios, en moabitas, en edomitas, en samaritanos, en judíos e israelitas y ¿en filisteos, como Goliat, al que el pequeño David venció y le cortó la cabeza? Pues no. Los filisteos eran originariamente griegos que, al estilo vikingo, invadieron esa parte de Canaán y allí se quedaron y guerrearon con judíos e israelitas, Sansón inclusive. Philistinae o Palestina. Ese es el origen del nombre que los romanos pusieron a aquellas tierras cuando las conquistaron para irritar a los hebreos revoltosos. Amigo Sancho, te he hablado de lo que sucedió desde el 1500 al 700 AC.

 

La palabra “hebreo” es confusa. Se dice que procede de “Abraham”, padre del pueblo hebreo, pero sólo es una conjetura que no tiene sentido para los filólogos. Algunos dicen que viene de “Heber” uno de los hijos de Sem, otros la identifican con “ibri”, una palabra semita/acadia/mesopotámica que significa “paria”, pobre. Probablemente así los llamarían los cananeos del norte de forma despectiva hasta que los nombrados asumieron con orgullo esa designación. Sólo son teorías. La cuestión es que, según la Biblia, Jacob luchó con un ángel de Yahveh (Génesis 32:23), y éste le partió una pierna, así que Yahveh le dijo: "Jacob, desde ahora te llamarás Israel - el que lucha con Dios - y tus hijos serán los israelitas". De ese modo aquellos hebreos fueron bautizados bajo tal denominación.

 

Y sus descendientes fundaron el reino de Israel (David, Salomón y demás personajes míticos ¡cuidado! digo míticos porque no existen pruebas históricas de su existencia). Más abajo se encontraba el reino de Judá, otro reino que fundaron los cananeos pobres más al sur de Israel. Ambos reinos, Israel y Judá, coexistieron a veces, se absorbieron el uno al otro, desaparecieron otras veces y guerrearon lo que pudieron. Y ellos, tanto los judíos como los israelitas, fueron llamados hebreos. Amigo Sancho, nunca pierdas de vista que el foco que con más intensidad iluminaba las vidas de todas aquellas gentes era su religión, y que pasaban sus cortas existencias, con una esperanza de vida en torno a los cuarenta años, asustados por terribles dioses y demonios que atormentaban sus mentes.

 

Estamos entre el 1500 y el 1200 AC, antecedentes y supuesta época de Moisés, si es que Moisés existió pues tampoco tenemos pruebas históricas ni tan siquiera indicios de ello. De la Biblia se deduce que compartió infancia con el egipcio Ramsés II que reinó del 1279 al 1213 AC. Conocemos bien aquella época y la vida de esos reyes, y nada se dice de Moisés ni del éxodo judío, ni tampoco de que los judíos fuesen esclavos de los egipcios. Por otro lado, vencer al más grande de los faraones y aplicar enormes castigos en forma de plagas al imperio de moda es un hecho a destacar, un orgullo patrio para los judíos.

 

Moisés es un mito fundacional del pueblo hebreo, que junto a Abraham y a David, lo es también del propio reino de Israel como lo son de distintos pueblos otros muchos mitos fundacionales que bien conocemos. Rómulo y Remo lo son de la fundación de Roma, Dido lo fue de Cartago, y Eneas héroe y antecedente en la fundación de ambas ciudades, Habis de Tartessos, o como Cadmo lo es de la ciudad de Tebas o la diosa Atenea de Atenas. Los pueblos necesitan exaltar sus orígenes para convencerse de que son únicos, de que su inicio es grandioso, así enaltecen orgullosamente su razón de ser y de existir y promueven entre sus ciudadanos un fuerte sentimiento de pertenencia y de orgulloso patriotismo. Es algo que se repite continuamente: héroes y dioses suelen ser los fundadores de los grandes pueblos y naciones.

 

Pues bien, nos cuentan que Moisés vivía como pastor nómada en esa parte medio desértica de Canaán cuando Ramsés lo expulsó de Egipto. Casado con Séfora tras ser acogido por su familia se enteró de que su suegro tenía un Dios interesante. Un día que subió al monte a dormir la siesta encontró a Yahveh que estaba en lo alto y le dijo: “- Yo soy Yahveh el Dios de Abraham, tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia” (Génesis 28:13). Yahveh se le había revelado. Antes lo hizo con Abraham prometiéndole la tierra de Canaán, después la prometió a su hijo Isaac, después a su nieto Jacob, y además de no cumplir la promesa a ninguno de ellos en vida le envió un ángel al paciente Jacob que le partió una pierna. Finalmente tras bastantes siglos sin cumplir su promesa se la volvió a hacer a Moisés. Pero ¿quién es Yahveh?. Según sus palabras bíblicas nunca dijo: “- yo soy Dios, el único, el padre de todos” - sino que siempre se presentó como el dios de Abraham y de Isaac, y ahora de Moisés, como si fuese un dios entre otros dioses de otros pueblos.

 

Así se define como el dios nacional de los hebreos, dios de los descendientes de Abraham, un dios que era extremadamente celoso, especialmente de Baal, el que fuera dios del trueno y de la lluvia, hijo de “EL” y adorado en todo Canaán; tremendamente celoso, incluso hasta pedir y causar la muerte de quienes no lo adoraban. Fíjate: “Así Israel se unió a Baal, y se encendió la ira del Señor contra Israel. Y el Señor dijo a Moisés: Toma a todos los jefes del pueblo y ejecútalos delante del Señor a plena luz del día, para que se aparte de Israel la ardiente ira del Señor. Entonces Moisés dijo a los jueces de Israel: Cada uno de vosotros mate a aquellos de los suyos que se han unido a Baal” (Números 25:3-5). Y no. No es una sola cita la que existe en la Biblia sobre el asunto sino muchas más. A título de ejemplo podrás encontrar algunas de ellas en Deuteronomio 4:3; Jueces 2:12-13; Jueces 3:7; Jueces 8:33; 1 Reyes 22:53; 2 Reyes 11:17-18; Jueces 6:28-32; Jeremías 11:13; Jeremías 23:13, y un largo etc.

 

Lo llaman el tetragrámaton, del griego que en español significa cuatro letras, y esas letras son: YHWH. En los idiomas semitas, sin vocales escritas, es difícil pronunciarlas. Inténtalo tú si puedes. El sonido más convencional es el de Yahveh aunque otros dicen que es Yohwah, o Jehová, esa es la diferencia entre los dos nombres, la simple pronunciación. Y esas cuatro letras significan “Yo soy el que soy”, pero ¿quién es? ¿cuál es su nombre? Parece ser que no es Baal, puesto que era su principal adversario.

 

¿Sería el propio “EL”, el dios supremo, el que se apareció a Moisés? Así lo identifican los hebreos, como antes te dije. Tampoco se presenta como el Dios de todos los hombres sino como un dios entre otros dioses, concretamente el dios del pueblo de Israel. A eso se le llama henoteísmo que es la creencia por la que se reconoce la existencia de varios dioses, pero sólo uno de ellos es digno de adoración, frente al monoteísmo, por el que sólo se reconoce a un único dios. Por tanto, según los estudiosos de la Historia de las religiones, nos encontramos en la primera etapa de la construcción de la mitología hebrea. Frente a los mitos semitas de Baal, “EL”, Aserá y al resto de su panteón aparece un dios que compite con ellos y exige a los hebreos que lo adorasen en exclusiva, eso sí, bajo pena de muerte de no hacerlo.

 

Mientras tanto, las gentes sencillas seguían con sus dioses de toda la vida. En el sur, en Judá, frontera con Egipto, los cananeos adoraban a los dioses Osiris, Isis, Horus, etc. En el norte eran Baal y Aserá quienes tomaban cada vez más fuerza. Baal por ser el dios del trueno, de la lluvia, de las tormentas, el dios fuerte que castigaba a los barcos fenicios con huracanes, al que temían, adoraban y sacrificaban ganado constantemente y a Aserá (Astarté, Astarot o Ishtar) diosa madre de todos, diosa que da la vida, que hace que nazcan los niños, las plantas y las cosechas.

Por otro lado parece que “EL”, padre de todos, iba perdiendo fuelle, aunque muchos judíos lo seguían adorando llamándolo ahora Elí, unas veces, o Elohim en otras ocasiones (que según los lingüistas es un plural, es decir, dioses), y Alah más abajo allá por Arabia. Curiosamente, se cree que los dioses griegos Zeus, Hera y Marte son el reflejo de “EL”, Aserá y Baal, como también Odín, Frigg y Thor lo son del panteón nórdico. Así fue progresando la mitología hebrea, desde el año 1000 AC hasta el destierro y cautiverio de los judíos en Babilonia (586 a 537 AC).

 

“En aquel tiempo los servidores de Nabucodonosor, rey de Babilonia, subieron contra Jerusalén; y la ciudad fue sitiada.... Y llevó en cautiverio a toda Jerusalén: a todos los magistrados, a todos los guerreros valientes (un total de diez mil cautivos), y a todos los herreros y artesanos. No quedó nadie, excepto la gente más pobre del pueblo de la tierra.... El rey de Babilonia proclamó rey en lugar de Joaquín a su tío Matanías, y cambió su nombre por el de Sedequías” 2 Reyes 24:10-17 (Versión Reina Valera, porque no hay una sola versión de la Biblia, sino muchas versiones de la misma). “Esto sucedió a causa de la cólera de Yahveh contra Jerusalén y Judá, hasta que los arrojó de su presencia. Sedecías se rebeló contra el rey de Babilonia” 2 Reyes: 24:20 (Versión Biblia de Jerusalén). Uno de los muchos castigos de Yahveh.

 

“EL” era una deidad apacible, distante y paternal. Solían representarlo como un rey barbudo, otras veces en forma de toro; el toro fue un animal admirado porque su fuerza denota poder, por eso enfrentarse a este animal siempre fue una demostración del valor que tuvieron los machotes en todas las épocas. Desde su trono celeste “EL” presidía la asamblea de los dioses cananeos y, sin lugar a dudas, era el dios original de Isra-“El”. Así lo dice la Biblia en sus citas presuntamente más antiguas atribuyéndole distintas cualidades según el momento: EL Shaddai”, que significa “EL” de las Montañas (Génesis 17, 1), “EL Olam”, que significa “EL” Eterno (Génesis 21, 33), “EL Roi, que significa “EL” que me ve (Génesis 16, 13), “EL Eyón, que significa “EL” Altísimo (Génesis 14, 18-24), entre otras muchas menciones.

 

En principio no parece lógico que los hebreos, un pueblo de enorme personalidad, adoptaran un dios cananeo si no se parte de la idea de que judíos e israelitas eran también tribus cananeas, o lo que es lo mismo, tribus semitas que inicialmente compartían el mismo panteón de dioses. Por tal motivo la influencia de la teología semita es tan profunda en la Biblia que no resulta fácil trazar una clara distinción étnica, cultural o incluso religiosa entre todos esos pueblos. Y la cuestión es comparar a “EL” con “Yahveh”, intentar encontrar la intersección entre ambos personajes para llegar a la conclusión de si son, o no son, la misma entidad.

 

Yahveh no aparece en ninguna de las listas de dioses del Oriente Próximo antiguo, una omisión rarísima teniendo en cuenta las miles de deidades incluidas en estas listas. Algunos estudiosos dicen que es el mismo “Brahma” indú, de ahí el nombre de “Ab-braham” (supuestamente elegido por Brahma) pero esto es una deducción que no se sostiene, una especulación como muchas otras que existen sobre la procedencia de ese nombre. Sin embargo, hay dos referencias materiales a Yahveh en unos jeroglíficos traducidos de Nubia (entre el sur de Egipto y el norte de Sudán), una de ellas se encuentra en el templo de Amenhotep III (siglo XIV AC) y la otra en uno de los templos de Ramsés II del siglo XIII AC. Ambas inscripciones mencionan algo llamado: “la tierra de los nómadas de Yahveh”. Son las referencias más antiguas encontradas hasta ahora, justo 2000 años después de la invención de la escritura. Pero ¿dónde está esa tierra de nómadas? Aunque existe cierta controversia acerca del lugar exacto, mayoritariamente los estudiosos creen que se refiere a la gran región desértica y pedregosa que se extiende justo al sur de Canaán, llegando incluso a Arabia, lo que se llamaba “tierra de Madián”. De ello se deduce que, si Moisés existió, se encontró con una deidad madianita (el propio Yahveh).

 

Querido Sancho, intentar casar historia con mitología es volverse loco. Te he contado la versión más cercana a lo histórico intentando encajar la parte mitológica de forma racional. Encontrarás muchas otras versiones sobre el asunto (extraterrestres incluidos). Sin embargo, de todo ello se extrae la siguiente conclusión de forma contundentemente racional: los pueblos semitas adoraban a un panteón de dioses presididos por un dios principal, con su diosa esposa, con numerosos dioses menores hijos y con otros seres que bullían a su alrededor. Este formato o modelo de divinidad, cambiando nombres y trajes, es el que se ha venerado en todas las culturas antiguas. Todos ellos eran dioses mezquinos, celosos entre sí. Cuando un pueblo guerreaba contra otro no lo hacía solo. Sus respectivos dioses también lo hacían, así el pueblo vencedor lo era porque su dios era más fuerte que el del vencido. Exigían sacrificios tanto de humanos como de animales para satisfacer su morbosa crueldad y no castigar al pueblo. Y ¿por qué esa imagen de dioses malvados que asustaban a todo lo “asustable”?

 

Según las sociedades iban creciendo, los sacerdotes de cada deidad pugnaban por obtener parcelas de poder y de influencia. -“Si mi dios es el que más seguidores tiene tendré más donaciones en forma de gallinas, vacas, conejos, trigo, dinero, etc.” – Conclusión lógica. Así los almacenes de los sacerdotes siempre estarían llenos, y su palabra sería la ley que todos cumplirían por miedo al terrorífico castigo divino. La divinidad siempre ha sido el mejor negocio de todos los tiempos, pues se trata de vender un producto sin apenas coste de producción, tan sólo unas frases bonitas o crueles, según el contexto. Contempla algunas de las cualidades de quien dicen ser nuestro propio Dios, Yahveh:

 

Era celoso: Los que adoren a otros dioses, o al sol, o la luna... morirán lapidados (Deuteronomio 17:2-5).

 

Admitía la esclavitud como algo legítimo y aconsejaba cómo tratar a los esclavos: Si un esclavo está contento contigo, tomarás un punzón y le horadarás la oreja y te servirá para siempre. Y lo mismo le harás a tu esclava” (Deuteronomio 15:16-18).

 

Era un juez ¿justo?: Estando los hijos de Israel en el desierto, hallaron a un hombre que recogía leña en día de reposo (el sábado) y los que le hallaron recogiendo leña, lo trajeron a Moisés y a Aarón, y a toda la congregación; y lo pusieron en la cárcel, porque no estaba declarado qué se le había de hacer. Y Yahveh  dijo a Moisés: Irremisiblemente muera aquel hombre; apedréelo toda la congregación fuera del campamento. Entonces lo sacó la congregación fuera del campamento, y lo apedrearon, y murió, como Yahveh mandó a Moisés” (Números 15:32-40). Si recogías leña en sábado ya sabes lo que te podía pasar.

 

Sobre genocidios (Diluvio Universal, Sodoma, Gomorra), o matanzas masivas de niños (plagas de Egipto), o sobre sacrificios, ni te cuento: “Ponga cada cual la espada a su lado; pasad y traspasad por medio del campamento desde una puerta a otra puerta, y cada uno mate aunque sea al hermano, y al amigo y al vecino” (Éxodo 32:26-28). La palabra “hecatombe” proviene del griego y significa “cien (heca) bueyes (tombe)”. En el templo de Jerusalén, en la Pascua judía, se sacrificaban cien bueyes uno detrás de otro. Imagina tanto animal berreando al clavarle el cuchillo en el cuello o en el pecho para sacarle el corazón, y la sangre corriendo a raudales por las acequias… pues eso, una hecatombe.

 

Pero Yahveh no era ni mejor ni peor que los otros dioses. Como todos ellos necesitaba de los hombres para sobrevivir. Si nadie lo adoraba, simplemente no existía. Y llegó un momento en el que tener tantos dioses no era conveniente. Cada dios tenía sus propios caprichos, sus propias leyes, su propio grupo de seguidores, todos peleándose entre sí. Un enorme lío. Así que desde los resortes del poder se dieron cuenta de que eso no era nada bueno y pensaron que sería mejor un solo poder, en definitiva, el de un dios que todo lo domina, que todo lo preside, que todo lo regula, que todo lo juzga y que habla por boca del rey que, a su vez, es el jefe religioso o máximo sacerdote.

 

Y los hebreos hicieron eso. Cuidado, no fueron originales, ni mucho menos, pero sí muy inteligentes. ¿Cuándo? Durante el exilio babilónico en el siglo VI AC. Por aquel entonces los israelitas se negaron a pagar los impuestos al rey babilonio, así que Nabucodonosor dirigió a su impresionante ejército y literalmente arrasó Israel. Y destruyó Jerusalén, incluido el templo de Yahveh. Y deportó a toda la élite judía superviviente como esclavos a Babilonia, tal y como antes te dije. Y cuando llegaron allí se quedaron con la boca abierta. Era como si a un hombre rural de los años 30 del siglo pasado que no ha salido de su pueblo lo plantas de golpe en Nueva York. Y entre los judíos deportados se encontraban los eruditos de Jerusalén que fueron llevados a las grandes escuelas babilónicas, donde trabajaron y estudiaron, donde recopilaron todas las leyendas semíticas para ponerlas por escrito engordando su propia mitología, y todos esos libros finalmente los juntaron en uno. Y allí, entre los ríos de Babilonia nació el Antiguo Testamento y la magnífica canción de Boney M.

 

Mi buen Sancho, estamos en la Babilonia del siglo VI AC. La ciudad vive su máximo esplendor. Medio millón de habitantes bullían cada día por sus diez distritos perfectamente organizados, con una infraestructura urbanística que no se volvió a alcanzar hasta el siglo XX. Entrar por la puerta de Ishtar y contemplar la Avenida de las Procesiones, algo así como la Quinta Avenida de Nueva York, por donde a diario paseaban en procesión los cientos de dioses adorados por la muchedumbre, el ejército, o el propio Nabucodonosor, kilómetros de calle adornada con palmeras a ambos lados pasando junto a los jardines colgantes (una de las siete maravillas de la antigüedad) y terminar al fondo, con la torre de Babel, el Etemenanki, un zigurat de 90 metros de alto y otros 90 metros de base, debió suponer un shock para los miles de pueblerinos hebreos que fueron deportados.

 

Sí, Babilonia era el centro del mundo cuando Alejandría no existía y Roma era una minúscula ciudad y, al contrario de lo que nos cuentan los rancios y puritanos judíos en la Biblia, era una ciudad abierta, repleta de edificios públicos y de obras de arte, donde gentes de todos los pueblos acudían a estudiar en sus escuelas. Era el centro cultural y económico del mundo civilizado. Marduk, rival de “Enlil, o EL”, se hizo con el trono del panteón babilónico unos siglos antes y por aquel entonces reinaba como dios principal de la ciudad. Su templo estaba en lo alto de la torre de Babel. Pero nuevas corrientes religiosas invadían el viejo mundo. En Irán los persas se alzaban como gran potencia. Precisamente el rey babilonio Nabucodonosor se casó con la hija del rey medo por cuestiones políticas (los medos fueron los antecesores de los persas) especialmente para evitar enfrentamientos, cuestión esta que sucedería muy pronto. Pues bien, en el reino persa tomó fuerza una religión indoirania que influyó de forma determinante en todo lo que nos concierne: el MAZDEÍSMO.

 

Ahura Mazda, el primer dios que se parece en realidad al nuestro. Es un dios sin forma, sin cuerpo, un espíritu puro que no se puede representar. Es único. No hay más dioses que él mismo. Fue el creador de todo y no fue creado. A su vez, creó a una serie de entes para que lo ayudaran en el gobierno del universo, los “ahura” (¿ángeles, ánimas, santos?). Es el padre de todo, y es un padre bueno, el padre que siempre perdona a sus hijos, que no los castiga, que les da libertad para elegir sus actos y sus pensamientos. Ahura Mazda es, en definitiva, la representación del amor. Un golpe de mano: monoteísmo lleno de amor en su más pura esencia frente al politeísmo o al henoteísmo que hasta entonces había regentado y amargado las vidas de los hombres. Miles de dioses ignominiosos e injustos que asustaban a todo el mundo. Y, claro, las gentes se agolpaban para pertenecer al club de Ahura Mazda, un dios de amor que otorga consuelo a los afligidos era un buen producto religioso para vender.

 

Zoroastro, o Zarathustra, fue el profeta del mazdeísmo, un intelectual que escribió el “Avesta” algo así como el Corán para los musulmanes o la Biblia para nosotros. Las principales bases de su religión son:

 

1. Existen el bien y el mal. El bien es Ahura Mazda, el mal está representado por dos espíritus, hijos gemelos de Ahura Mazda (Spenta y Angra) que se rebelaron contra él, que fueron expulsados del cielo y desde entonces emponzoñan a la humanidad tentándonos y provocando toda clase de males. Pero cuando llegue el fin del mundo, las huestes de Ahura Mazda vencerán a los ejércitos del mal y el reino de Ahura Mazda envolverá a los hombres. Resulta cuanto menos curioso el parecido con la mitología cristiana. Y Ahura Mazda, como buen padre que es, nos da libertad para elegir entre el bien y el mal.

 

2.  Por otro lado, las reglas para que los hombres convivan según la doctrina del mazdeísmo son:

·   Igualdad de todos, incluso de sexo, raza o religión. Todos somos hijos de Ahura Mazda.

·   Respeto absoluto a la naturaleza y a todos los seres vivos, empezando por los hombres (condena de la esclavitud), y siguiendo por los animales (no más sacrificios ni crueldad con ellos)

·    Trabajo duro (eso no gustaría mucho) y caridad, ayudar al prójimo en todo lo posible.

·       Lealtad y fidelidad a la familia, a la comunidad y al país.

 

Pensarás que esto es muy “guay y muy progre”, pero también tiene sus inconvenientes, por ejemplo, no enterraban a los muertos, los dejaban al aire para que se los comieran las alimañas, así se alimentaban las criaturas sin interrumpir el ciclo de la naturaleza; echaban los cadáveres a la intemperie en un lugar común y allí los pajarracos se daban el festín. Hoy en día quedan algunos seguidores mazdeístas en la India y en Pakistán, se llaman los “Parsis”. Salieron corriendo de Irán en tiempos de la revolución islámica del Ayatollah Jomeini. Pero vamos a lo que vamos.

 

Los judíos eruditos que trabajaban en las bibliotecas y escuelas de Babilonia empezaron a recopilar las leyendas de su pueblo. Como eran tan pírricas las completaban con otras leyendas semíticas ancestrales de las que seguramente no conocerían su origen perdido entre milenios y que, al fin y al cabo también debían ser suyas, especialmente las leyendas babilónicas que más burbujeaban en las noches alrededor de los hogares, como la del diluvio de Utnapishtim (el Noé babilónico) del poema de Gilgamesh, o la creación del mundo (poema de Enuma Elish encontrado en la biblioteca de Nínive, capital de Asiria, supuestamente escrito en el siglo VII AC, pero del que no sabemos su verdadera antigüedad). Y claro, todo eso lo mezclaban con su dios Yahveh en una ensalada de mitos y cuentos intercalados con sentencias morales y otras no tan morales. Pero ¿Cómo se transformó la idea de Yahveh durante el exilio babilónico?

 

Recapitulemos. Inicialmente Yahveh era un dios entre otros (politeísmo), después fue el único dios a adorar entre otros dioses por el pueblo de Israel (henoteísmo) quien se enfadaba y castigaba cruel y criminalmente a quien le fuera infiel. Esa es la imagen del Yahveh que llegó a Babilonia en la mente de aquellos judíos. Y sus eruditos supieron comprender que la forma de mantener vivo al pueblo hebreo era mediante un dios único. “No tenemos territorio, pero tenemos un dios, nuestro dios que nos ha prometido la tierra de Canaán” (aunque desde tiempos de Abraham venía haciendo esa promesa sin cumplirla). También ese dios único hizo un pacto con Israel ignorando de esa forma a los demás pueblos del mundo. Ellos son los elegidos. Dios los ama, aunque les haya gastado innumerables jugarretas. Así, copiando la idea monoteísta persa, comienzan a introducir elementos del mazdeísmo, el primero: sólo existe un dios, creador de todo, que no fue creado. De ese modo confeccionan ese revoltijo de escritos que se concretan en la Toráh, o lo que es lo mismo, nuestro Antiguo Testamento, aunque no por ello la obra quedó definitivamente cerrada sino que siguió evolucionando, añadiendo y quitando elementos.

 

Justo 25 años después de la muerte del gran Nabucodonosor, los persas invaden Babilonia con Ciro el grande. El gran imperio persa se adueña de toda Mesopotamia. Ciro fue un gran político además de un magnífico general, y demostraba sus dotes a través de una gran capacidad de pacto. Ciro no oprimía a los pueblos, al contrario, se mostraba como un libertador. Ten en cuenta que era mazdeísta, una religión positiva repleta de amor, de tolerancia y de hermandad como antes te conté, y su ideal era conquistar todo el mundo conocido, gobernarlo bajo las directrices de esa religión y “salvar” de ese modo a los pueblos oprimidos. En consecuencia liberó a los judíos cautivos en Babilonia para que volvieran a su tierra, y no sólo les dio la libertad sino que también les financió la reconstrucción de Jerusalén, incluido el templo de Yahveh. De ese modo tendría en Israel un firme súbdito y aliado que le daría salida al Mediterráneo para continuar con sus planes de expansión.

 

Tras tantos años de “cautiverio” (lo pongo entre comillas porque no fue tal cautiverio puesto que fueron tratados como hombres libres por Nabucodonosor y sus sucesores según hemos podido deducir de numerosas tablillas de la época) muchos judíos volvieron a su tierra prometida, otros se quedaron en Babilonia (para qué volver al pueblo si vivían en el cogollo del mundo) y otros se diseminaron por todo el Mediterráneo en busca de negocios. Todos ellos con su Biblia o Torah recopilada, bien cocinada y condimentada, repleta de mitos y leyendas semíticas y ya con un definitivo cariz monoteísta. No obstante, el distanciamiento, la dispersión de estos individuos dio lugar a distintas interpretaciones posteriores, así en cada lugar añadían libros nuevos, distintos pasajes, que luego fueron declarados apócrifos. Sí, el Antiguo Testamento también tiene libros apócrifos (apartados, no reconocidos, declarados heréticos).

 

Bien, ya tenemos el Antiguo Testamento más o menos concretado, lleno de contradicciones y proclamando a Yahveh como único Dios, padre de todos, pero había un problema: si Yahveh lo es todo, si todo se le atribuye ¿también es el causante del mal? Los mazdeístas habían resuelto ese problema con la sublevación de los hijos gemelos de Ahura Mazda como te conté anteriormente. Era preciso inculpar a alguien que no fuese Yahveh de todo lo malo. Desde tiempos inmemoriales la mitología semita mantenía un panteón de dioses donde también vivían los ángeles (mensajeros de los dioses) mientras que el mundo estaba lleno de demonios y seres mágicos que vivían en los bosques, en las cuevas, en las montañas, en la oscuridad (elfos, duendes, hadas, según las mitologías occidentales) y algunos de ellos hostigaban la “armonía” de sus vidas.

 

Muchos dioses menores y semidioses fueron perdiendo importancia hasta quedar degradados a esa categoría de simples seres mágicos. Seres mágicos que para los antiguos hebreos eran los se´irim (seres peludos parecidos a los sátiros, con piernas y cuernos de cabra), los zafrire (espíritus del amanecer), los Ilin (espíritus de la noche), los mazzikin (que eran los que hacían daño a las personas), los telane, los shedim, etc., seres que no todos necesariamente eran malvados o tenían una connotación negativa.

 

Algunos de aquellos seres aun suenan en el mundo del ocultismo, como Azazel, Samael, Asmodai, o la propia Lilith, que en la mitología semítica ancestral fue la primera mujer, anterior a Eva. Pero ninguno de ellos tenía categoría suficiente como para ser el adversario de Yahveh representando el mal absoluto. Era necesario buscar alguien para hacerlo responsable de todo lo malo, alguien que no fuera tan poderoso como Yahveh pero que capitaneara un ejército capaz de resistir, aunque sólo fuera un poco, las acometidas de las huestes divinas. La solución fue sencilla: la mazdeísta. Un ángel, el más bello y poderoso desea ser como Yahveh, reúne en su ejército a otros ángeles y a todos esos seres mágicos que no están en el panteón divino, esos seres que después, San Jerónimo, en el año 382 de nuestra era, llamara “demonios” en su traducción de la Biblia que denominaron “la Vulgata”. Y a ese ángel, Satanael, lo despojaron del genitivo divino quedándose en Satanás, que vino a significar “el adversario”.

 

Naturalmente hubo criterios divergentes respecto a que Satanás fuera el adversario de Yahveh  como consecuencia de las distancias y la separación de los judíos tras la salida de Babilonia. Aunque finalmente se impuso como capitán de la maldad, hubo corrientes que nombraron como adversarios de Yahveh algunos de los dioses que aun seguían siéndolo en los cultos cananeos. Por ejemplo, Baal, que también era llamado Baal Zebub, pasó a ser el jefe de los malos (nosotros lo conocemos como Belcebú). Moloc, que era otro hermano de Baal, también fue designado como jefe de lo maligno, entre otras cosas porque le sacrificaban a los bebés recién nacidos arrojándolos al fuego. La solución final fue decir que el maligno, Satanás, tenía muchos nombres pero no el de “Lucifer”, cuidado, ese nombre se lo puso el ya citado San Jerónimo bastantes siglos después cuando tradujo del profeta Isaías la frase: "¡Cómo has caído del cielo, Lucero, hijo de la Aurora!” como:  "¡Quomodo cecidisti de caelo, Lucifer, fili aurorae!”.

 

Bien, ya tenemos un Dios único que representa a un padre, que es bueno y comprensivo pero, cuidado, si te portas mal te castiga como lo hace un padre severo, a pesar de que chirría el que le mantuvieran ese aspecto de caprichoso y celoso que muestra en los textos bíblicos más antiguos. Y tenemos a un personaje que encarna el mal. Tenemos también el libre albedrío mazdeísta, la elección que Dios nos concede entre el bien y el mal. Nos vamos acercando al Dios de Jesús, si bien hay que decir que esta evolución fue lenta, pesada, y que no acabaría en tiempos del propio Jesús, pues tras su muerte aun tardaron un siglo los judíos en pulir la imagen del propio Yahveh. Es curioso que Jesús, en los Evangelios, nunca mencione a Dios con ese nombre, pero sí a Elí.

 

Con sólo una lectura superficial de la Biblia vemos que el concepto de Yahveh, por muy pulimentado que estuviese, no encaja bien con el Dios de Jesús. En cualquier caso hay que concluir que entre el Yahveh de la época de Moisés y el Yahveh de la época de Jesús existen muchísimas más diferencias que entre el Yahveh de la época de Jesús y el actual. Ahora bien, si se le preguntase a un judío del siglo primero ¿cómo era Yahveh? contestaría omitiendo toda esa evolución sencillamente por desconocimiento. Daría su vida o quitaría la tuya por haber blasfemado diciendo que Yahveh no siempre fue el dios de los hebreos, que sólo trescientos años antes muchos de ellos adoraban a Baal, a Horus y a Isis, que el concepto de Satanás y sus demonios no existía cinco siglos atrás. Evidentemente nosotros sabemos mucho más sobre la historia de su religión que aquellos habitantes del Israel del siglo I.

 

En cualquier caso, amigo Sancho, de nuevo debemos convenir en que los libros religiosos no son libros de Historia en sentido estricto, con independencia de que en ellos existan briznas de verdad histórica intercaladas entre mitos y leyendas. En mi tiempo, algunos eruditos cristianos, musulmanes y judíos admiten la existencia de tales paradigmas y sostienen que Dios se manifiesta a través de esas mitologías paganas para revelarnos su mensaje. Otros, por el contrario, mantienen su fe de forma ciega en la literalidad de los relatos bíblicos y coránicos, y algunos otros mezclan ambas conclusiones según su entendimiento. 

Como al principio te dije: “a cada cual le toca escoger la cuchara con la que ha de comer”.

10 comentarios:

  1. Interesante. Los historiadores de la religión suelen distinguir entre las religiones que se pierden en la noche de los tiempos (egipcia, mesopotámica, griega…) y las llamadas “religiones históricas” (mazdeísmo, judaísmo, cristianismo, islamismo…) denominadas así no porque describan hechos históricos, lo cual como sabemos es muy relativo, sino por haber aparecido en momentos datables de la historia de la Humanidad. A diferencia de las primeras, de éstas conocemos a sus fundadores y sus dogmas, plasmados en libros canónicos. No sólo en sus libros presentan como reales hechos increíbles, sino que pretenden haber sido reveladas directamente por Dios o algún ser sobrenatural.
    Sin embargo, en esta lista de religiones históricas hay una excepción, una religión que no pretende estar en posesión de la verdad, ni ha sido revelada o avalada por ningún dios, ni tiene dogmas. Estoy hablando del Budismo. Esta religión, atea -aunque sería más correcto decir agnóstica- apareció 500 años antes que el cristianismo, y su fundador decía: “No creáis lo que digo porque lo diga yo. Comprobadlo por vosotros mismos”… “yo enseño cómo abandonar el sufrimiento, cuya causa es la ignorancia, y abandonada la ignorancia, llegaréis al supremo conocimiento”.


    Un día, un discípulo preguntó a Buda: “maestro, ¿existen los dioses?. Él no respondió y siguió hablando de otras cosas. Entonces, otro dijo: “maestro, ¿qué hay tras la muerte?”. Tampoco ahora el maestro abrió el pico. No había acabado la jornada cuando un tercero probó suerte: “Maestro, ¿existe el…” y antes de que acabase la frase, el Maestro se levantó, agarró un recio bastón lleno de nudos y maceró a los preguntones mientras decía: “pero so tarugos, ¿pa qué coño me seguís si no es para aprender a conseguir el conocimiento POR VOSOTROS MISMOS? (bueno, me he permitido alguna libertad semántica para dar más fuerza a mi apología).
    Por eso creo que el Budismo es la religión del futuro (si es que existe un futuro, que no lo tengo claro.

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    1. Muchas gracias por tu comentario. Ningún libro religioso es "palabra de Dios" sino de los hombres que lo escribieron. Todos estamos predestinados a preguntarnos el por qué de nuestra existencia y generalmente los hombres hemos resuelto dicha incógnita atribuyendo la solución a la divinidad, así que tampoco podemos descartar, como dice mi buen amigo y mejor pensador José Ruíz, que con independencia de que cada cual crea a su modo, o simplemente no crea, la idea de Dios como Ser individualizado o en cualquiera de sus formas, subyace en el subconsciente colectivo, algo que se ha repetido durante todas las épocas, además de ser una constante que ha influido tanto en las conductas individuales como en las colectivas. No obstante, en mi opinión, la religión del futuro será la que impongan los hombres que tengan medios y capacidad para imponerla, bien sea una religión con Dios o bien sea una "religión política" como sustitutivo y sucedáneo, algo que ya es un hecho. Repito: la masa es estúpida y está necesitada de guías, de líderes y de profetas pues pensar por uno mismo requiere esfuerzos que se prefieren ahorrar, y así Dios, si existe, contemplará cómo los hombres hacen el gilipollas una vez más (permitiéndome también cierta liberalidad semántica).

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    3. Puede ser, amigo Sancho, que la Humanidad es caja de sorpresas y en el supermercado espiritual todo se puede elegir y más está por inventar. Aludí al budismo como religión de futuro por ser la primera que no habla de moral, sino de fisiología, causa-efecto, o, en palabras de Nietzsche, “higiene”.

      Y sí, Sancho, la masa es estúpida, y menos mal, pues si todos fueran tan inteligentes como yo, el mundo sería intransitable.

      Zaratustra, Moisés, Jesús, Mahoma… hombres únicos, pero locos. Sí, aborrecían a la masa, pero humanos-demasiado humanos, se empeñaron en dirigirla y sin ella no eran nada (¿desde cuándo necesita Dios a la masa?). Sus vidas apasionan, pero yo tengo simpatía por un personaje mucho menos llamativo, menos chupacámara en comparación con esos histriones. Se trata de un hombre en la penumbra, actor secundario de la Historia, que habría pasado desapercibido de no ser mencionado en los evangelios. Hablo de Poncio Pilato, el aristócrata que desprecia a la masa vociferante que bajo su balcón pide la muerte de Jesús, que él considera inocente aunque algo chiflado. La posteridad será injusta con este hombre, y el propio Papa, hace unos días, le ha soltado una coz.

      Pero por encima de todo, Pilato es un hombre de mundo, escéptico, desapasionado y culto, que en medio del drama que presencia no puede resistir hacer al reo cierta pregunta a la que éste ha dado pie, y que quedará para siempre sin respuesta. Por razones desconocidas, pero quizá evidentes, de los cuatro evangelistas sólo Juan la transmitirá, y sobre ella han corrido ríos de tinta.
      Aquella mañana, tras callar ante las acusaciones de los sacerdotes, Jesús es llevado ante Pilato, que le interroga, y el reo termina diciendo: “yo he venido al mundo para dar testimonio de la verdad, y todo el que es de verdad oye mi voz”, ante lo cual, Pilato, sorprendido, le pregunta “¿y qué es la verdad?”. No obtiene respuesta.

      Nietzsche hace su aportación:
      “En todo el Nuevo Testamento hay una sola figura solitaria que estamos obligados a respetar: Pilato, el gobernador romano. ¿Tomar en serio un asunto entre judíos?. Qué importancia tiene un judío más o menos. Pero la ironía noble de un romano, ante el cual se ha hecho un cínico abuso de la palabra “verdad”, enriquecerá el Nuevo Testamento con la única pregunta que tiene valor, y que es por sí la crítica y aniquilamiento de dicho Nuevo Testamento: ¿qué es la verdad?.”

      Pilato desprecia a Jesús por su abuso insolente de la palabra “verdad”, y ante su silencio, por primera vez le da la espalda, entregándolo al látigo, último intento, pese a todo, de contentar a los judíos y evitar la muerte del que no mide su lenguaje.

      La prueba de fuego de la aristocracia es ser noble por dentro y por fuera, y eso significa despreciar la mezquindad, te vaya poco o mucho en ello. Por eso Pilato, aún a costa de enfurecer más a la multitud (que está que trina pues quiere ejecutar a Jesús y no puede sin permiso de los romanos), se permite decirles: “no encuentro culpable a este hombre”. Después se lava las manos y deja claro que pasa mucho de ellos y que son responsables de una injusticia.

      Imagino que mientras subía la Vía Dolorosa, mientras le clavaban al madero, mientras intentaba respirar, la maldita pregunta daba vueltas en su cabeza multiplicando por cien sus tormentos y haciéndole tirar toda su vida por la alcantarilla. Ya es moler.

      La historia de la Humanidad es la historia del ingenio y las debilidades humanas, y si resulta divertida para quienes hoy podemos ver un trozo de ella con cierta distancia, supongo que para Dios, más allá del bien y del mal, tendrá una finalidad mucho más estética… y cómica. La risa de Dios es la más inteligente

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    4. Poncio debió existir pues aunque no se conserven registros administrativos de su prefectura en Judea lo citan varios historiadores del siglo I, a pesar de hacerlo de oídas, creo que Filón, el inefable Josefo y algún otro. En ninguna de esas menciones aparece el episodio con Jesús. Por otro lado tanto esos autores como los evangelistas no fueron coetáneos suyos sino que escribieron sus obras basándose en los relatos que llegaron a sus oídos, de los que algunos difieren sustancialmente o describen hechos y proezas cuya veracidad exige alguna que otra reserva para un historiador.

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    5. Los cuatro evangelistas refieren la conversación entre Pilato y Jesús, pero el único que consigna la pregunta concreta sobre “la verdad” es Juan. Si estuvo en la última cena y en el Calvario, es posible que fuera testigo del interrogatorio, que fue, digamos, público. De no escuchar él directamente las palabras, bien se informaría de los que estuvieran más cerca. Por otra parte, resultaría absurdo inventarse una pregunta así. En cuanto a la historicidad de Pilato, creo que los Evangelios por un lado y la tirria que le tenían Filón y Josefo son suficiente para acreditarla. Aunque ambos hablasen de oídas, Filón fue contemporáneo y Josefo nació el último año de gobierno de Pilato.

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    6. Me refería genéricamente a la mayoría de autores. De Filón sabemos que sí fue coetáneo de Jesús y que se dedicó al estudio del Antiguo Testamento en la biblioteca de Alejandría por conservarse algunos de sus escritos y registros históricos. Sobre el resto de su vida y de sus hechos son meras especulaciones en la mayoría de los casos. Respecto al Evangelio de Juan existen diversas teorías, como que fue escrito en el año 70, que está basado en anteriores escritos o testimonios, o incluso que es del siglo II. Sólo son teorías aunque la más aceptada es la de que el "presunto Juan" que lo escribió no fue discípulo de Jesús. Y sobre los cuatro Evangelios, de entre los más de setenta existentes elegidos y reconocidos por la Iglesia romana, sólo decir que probablemente hayan sido revisados en más de una ocasión, cuestión que era muy habitual sobre todo en los primeros concilios y como consecuencia de las distintas traducciones, por lo que otorgar veracidad histórica plena a los diálogos de sus personajes admite todo tipo de reservas. A partir de ahí cada cual es libre de interpretar como mejor estime.

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    7. Como bien dices, cada uno es libre de interpretar. Por algún punto hay que empezar el rompecabezas, ajustando primero las piezas más fiables. Por ejemplo, la realidad histórica de Pilato está fuera de duda. Que condenó a Jesús, el mismo Josefo lo afirma en un breve párrafo, que, aunque de dudosa autenticidad en cuanto que habla de Jesús como Mesías, bastante fiable en lo restante, a saber: que Pilato le condenó a muerte (Antigüedades, XVIII, 3.3) . En cuanto a Juan, yo creo que, instalado en Éfeso y libre de peligros, con muchos discípulos pendientes de él, era indicado que se pusiera a escribir. Sobre él tengo pocas dudas, pues había sido discípulo del Bautista, su madre amiga de la de Jesús, et., pero sobre todo, está la famosa pregunta. ¿A cuento de qué incluirla en la narración si ni siquiera fue contestada?. Y dada su creciente afición por la teología ¡y su grafomanía!, bien podría haberse inventado la respuesta, pues tiempo tuvo de pensar en ella, y sin embargo la dejó sin contestar. Para mí fue simple rigor de testigo.

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  2. Estimado José Manuel: Como siempre que escribes sobre cualquier asunto, tu ensayo, sobre mitos y religión, es sencillemente GENIAL. Para poder asimilar la carga de conocimento que aquí recopilas, e interrelacionar las distintas leyendas y/o mitos con mis pobres conocimientos históricos-religiosos, he necesitado tener que leer el árticulo varias veces. Pero ahora mi visión se hace clara sobre el origen del Cristianismo, como una mera continuación de todos esos mitos que explicas, y especialmente el relacionado con la Trinidad. Tambien me ha gustado mucho enterarme de como el origen de algunos nombres del Antiguo Testamento(como la representación sonora de YHWH), está en la mitología religiosa.
    Sin duda un árticulo excelente, que denota un gran conocimiento histórico, y te animo a que desarrolles mas temas "míticos", que a buen seguro conocerás desde tu punto de vista de historiador. Un saludo.

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  3. Muchas gracias, Paco, haré la segunda parte sobre el cristianismo en cuanto tenga algo de tiempo, y comprobarás la existencia de otros muchos datos que no se tienen en cuenta en la paupérrima enseñanza general que recibimos todos. Hilvanar miles de años sobre cuestiones históricas implica necesariamente producir una densidad de datos que en la lectura puede resultar difícil de asimilar. Y es que esto da para escribir más de un libro, pero eso lo dejo para quien tenga tiempo, ganas y viva de ello. La función de este blog es simplemente dejar por escrito algunas de mis opiniones y conocimientos para compartirlos con mi hija y con mis amigos.

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