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domingo, 22 de marzo de 2020

LA NUEVA IZQUIERDA




“Dad crédito a las obras y no a las palabras”
 

Mas las obras suelen pasar desapercibidas gracias a las palabras que causan embobamientos, querido Sancho, especialmente para los menguados en sapiencia que, embaucados por esbirros y secuaces de poderosos en forma de políticos, periodistas, profesores y propagandistas, hozan en la zahúrda ideológica del momento y consumen el pienso de las ocurrencias, que no ideas, enlatadas que les proporcionan.

Te cuento que siendo joven yo también hocé en tal modo, excitado por las ideas que absorbí de mi entorno y me convertí en un activo defensor del pobre, del obrero explotado y de la gente humilde en general. La indignación de ver las injusticias y las desigualdades corroían mis adentros y, al igual que otros muchos millones de jóvenes, me alineé con aquellos movimientos que presuntamente defendían la igualdad de las personas, que defendían a los pobres y a los menesterosos pero cometí un grave fallo: simplemente estudié y leí. Sí, estudié y leí. Y bebí de argumentos emanados desde todas las posiciones ideológicas, y es que maldito es el defecto de la paciencia y del interés por escuchar distintas versiones, o la resignación para admitir el sufrimiento intelectual que conlleva analizar y reconocer los propios errores hasta curar las diarreas mentales que nos provocan esas gentes con sus propagandas.

Porque no sólo basta sorber la cutre historia y la filosofía que nos imparten en los distintos niveles de enseñanza académica sino que es preciso leer y comparar las versiones de otros historiadores y pensadores a modo de lavativa desinfectante. Y finalmente te das cuenta que cada cual tiene su corazoncito y que todos esos pensadores tienen algo de razón, que intelectualmente ¿suelen ser honrados? pero no por ello sus planteamientos están libres de errores. Muchos errores. Quien tenga la verdad absoluta que tire la primera piedra, querido Sancho. Y lo que resulta irrisorio es escuchar a quienes se autoproclaman y autoperciben como individuos de tal o cual posición política sin conocer mínimamente sus postulados, especialmente quienes se autoproclaman de izquierdas sin haber leído a Marx, al insufrible, aburrido y petardo Karl Marx, lo cual supone una verdadera odisea de castigo intelectual.

Bien sabes por tu natural raciocinio que simplificar en teorías o proponer tesis resulta casi siempre injusto puesto que se omite, se discrimina y se olvida gran parte de la realidad. Además existen teorías o tesis que son erróneas en sí mismas. Por otro lado, someter a debate tus propios conocimientos y tus ideas con la intención de enjuiciar distintas posiciones sin dejarte embaucar por ellas suele enriquecer la mente, sobre todo si procuras apartarte de dogmas y fanatismos. Pero a lo que vamos. Antes un inciso: Siempre recuerdo en situaciones como esta a mi admirado profesor Fermín Camacho Evangelista (sirvan estos comentarios de humilde homenaje), quien me dijo en cierta ocasión: - Ten cuidado, la realidad se resume en los manuales, yo resumo los manuales en las clases, tú resumes las clases en apuntes y luego resumes los apuntes en esquemas que es lo que finalmente estudias, así corres el peligro de no enterarte de la realidad.

No te voy a contar lo que sucedió tras tus andanzas, durante la época de la Ilustración y de la industrialización, ni cómo las personas huían de la miseria del entorno rural hacia las ciudades buscando un trabajo para sobrevivir, provocando un exceso de oferta de mano de obra que los dueños de las primeras industrias utilizaron para explotarlas miserablemente, dueños no sólo de la industria sino también amos y señores de los políticos del momento, cuestión habitual, así como promotores de las revoluciones liberales con el fin de eliminar a las clases aristocráticas y a las monarquías y tomar su poder, eso que los historiadores llaman el fin del Antiguo Régimen y que nada tiene que ver con el asunto de las dietas que tanto tú como yo sufrimos a menudo. Así esos ricos burgueses controlaron los nuevos gobiernos bajo el paraguas ideológico liberal, para defender su propiedad privada, para manejar el cotarro legislativo, ejecutivo y judicial en su propio beneficio disponiendo asimismo de las fuerzas de seguridad a las que ordenaban aplastar las revueltas de los proletarios.

Curioso. Los proletarios eran los soldados pobres de la antigua Roma inicial (siglos VII a III AC), cuando los padres de las familias pobres no podían aportar al ejército ni armas, ni caballos, ni otros bienes, y aportaban sólo a su prole, a sus hijos: los proletarios. Pues bien, la situación de miseria y de impotencia de la nueva clase obrera industrial del siglo XIX “el proletariado” condujo a los pensadores del momento a pensar ¿Y quién pensaba en aquel mundillo? ¿Un obrero analfabeto que trabajaba 16 horas al día? ¿Un campesino analfabeto que trabajaba de sol a sol? ¿O un señorito que no daba palo al agua y pasaba la vida escribiendo sus flatulencias mentales? Respóndete tú mismo. 

Ellos, los conductores del pueblo, los elegidos por la mano divina para conducir a la manada histérica, histérica con toda la razón del mundo, hambrienta y llena de odio, siempre el odio. Agitar el odio es muy productivo pues conduces fácilmente a las masas, al rebaño, allá por donde quieres. Ellos debían proponer soluciones para acabar con aquella sociedad putrefacta. Y pensaron. Y escribieron. Y de entre todos ellos, uno resaltó por encima de los demás. Carlitos el barbudo, que en su vida trabajó, que vio cómo su esposa y sus hijos pasaban calamidades abandonados a su suerte para dedicarse a sus comecocos mentales. Y el tal Marx escribió alguna cosa aprovechable, no lo niego… y mucha broza, sobre todo mucha broza, todo ello leído por muy pocos de los que se colocan a sí mismos la etiqueta de “socialista”. Querido Sancho, te aseguro que si lo leyeran y, además lo entendieran, más de uno sufriría un infarto intelectual, lo cual se resume en lo siguiente:

1.- TEORÍA DEL VALOR: Para Marx, el valor de los productos, su verdadero precio, es la suma de su materia prima más el factor trabajo que se ha empleado para fabricarlos. Ese es, en realidad, el coste de producción. Marx seguía los postulados de la Escuela Clásica de Economía (Adam Smith, Malthus, etc.). Repito, el coste de producción, según Marx, es el valor real del producto. Si su precio es mayor a su valor, es decir, a su coste, genera una diferencia que se llama plusvalía (plus = más, valía = valor) y la plusvalía se la queda el empresario en concepto de beneficio, pero esa plusvalía, según Marx, debería pertenecer a partes iguales tanto a los empresarios como a los obreros. Ese fue su principal aporte intelectual. Simple, sencillo. Cualquier mente elemental lo entiende. Por eso Marx hizo un planteamiento dirigido a mentes elementales, las de los pobres y oprimidos proletarios del momento.

Ejemplo: Imagina que con tus magníficas dotes artesanales, querido Sancho, fabricas un serón y tardas una hora en hacerlo, siendo el precio de la hora de trabajo de 15 maravedíes. Y yo soy quien facilita el esparto para fabricar el serón que me costó otros 15 maravedíes en la Feria de Mula do mora mi hermano José Pascual. Para Marx, y para nosotros, en principio, el serón vale realmente 30 maravedíes (15 de material y 15 de mano de obra) pero lo vendemos por 50 para ganarnos algo. Con ello obtenemos una plusvalía de 20 maravedíes que deberían repartirse a partes iguales entre todos los que hemos intervenido en hacer el serón. Según Marx, 10 maravedíes deberían ser para tu ilustre persona, y otros 10 para mí. Pero como yo soy el empresario capitalista malo, gordo y bribón, me quedo con los 20 maravedíes, me fumo un puro y sólo te pago tu hora de trabajo. Y, además, como controlo el poder del Estado te puedo meter en la cárcel, torturar, juzgar, condenar y cosas peores si protestas. 

A primera vista estamos hablando de algo que es justo, repartir el beneficio entre los dos es como debería ser según dicta la razón y la moral que pregona la Santa Madre Iglesia, pero la cosa no es así de simple en la realidad pues ya te dije antes que simplificar suele ser injusto y conduce a errores ya que no se puede obviar la incidencia de otros factores o circunstancias. 

La verdad es que ni tú ni yo podríamos poner el precio que quisiéramos al serón en un mercado donde hay mucha gente que fabrica serones ¿Por qué? Porque otros trabajarán más por menos dinero, comprarán materiales a más bajo precio y tendrán artilugios que les permitirán hacer muchos serones en el tiempo en que tú haces solamente uno. Seguro que ellos pondrán un precio más bajo que nosotros no podremos igualar. Entonces te pregunto: ¿Cuál es el valor de un serón? ¿Nuestros 30 maravedíes de coste de producción según Marx o los 10 que le cuesta hacerlo al vecino bachiller que tiene una máquina que hace 500 serones en una hora? Fíjate. El bachiller podrá venderlos a 12 maravedíes. Se ganará sólo 2 en cada serón, pero venderá miles de ellos al ser tan baratos, millones, todo el mundo tendrá serones, el serón al alcance de todos y no de unos pocos privilegiados o tontos que pagarán nuestro precio de 50 maravedíes. Fíjate otra vez: 2 maravedíes que el bachiller se gana de plusvalía o de beneficio en cada serón, multiplicados por un millón de serones que vende porque son bastante más asequibles, le ofrecerían un beneficio de 2.000.000 de maravedíes. Imposible competir tal y como lo estábamos haciendo.

Para no quedarnos rezagados en la industria del serón, tú y yo decidimos asociarnos y pides un préstamo hipotecando tu casa, que te la podrán quitar si no pagas cada mes el recibo correspondiente al no salir bien el negocio, tu jumento y hasta el sombrero de paja que tanto sol te ahorra en la mollera. Yo hago lo mismo, hipoteco todo lo que tengo, que no es mucho. Nos gastamos un dineral en una súper máquina de hacer serones, una fortuna en anunciarnos en las cadenas de televisión y radio, fabricamos miles de millones de serones y contratamos a 300 obreros y un par de secretarias jamonas para hacerlos y venderlos. Atención, peligro, pueden llamarme machista por lo del “jamonerío”.

Ahora podemos vender los serones a 5 maravedíes. Y es que con la súper máquina cada serón nos cuesta hacerlo 4 maravedíes y nos queda 1 de plusvalía. Ahora nuestras cuentas serían: 1 maravedí x 10.000.000 de serones que vendemos en un mes = 10.000.000. Nuestras ganancias se han multiplicado exponencialmente y además hemos dado trabajo a 300 obreros, obreras y obreres (vayamos a tonterías y tonteríos), 300 familias que ahora viven bien y dos secretarias jamonas (no lo retiro) que antes estaban en el paro y ahora van cada semana a hacerse las uñas. 

Te pregunto: ¿repartimos los 10 millones de maravedíes de la plusvalía obtenida con todos ellos como dice Marx? Ellos no han hipotecado sus casas, ni sus jumentos, ni sus gorros de paja, ni han arriesgado su propia vida ni la salud con preocupaciones, ni han trabajado 24 horas al día como nosotros para poner a flote nuestra empresa, ni han pasado noches en vela pensando en cómo pagar las nóminas, ni tienen una úlcera por culpa de las irritaciones que pillamos con los dichosos serones. Mientras nosotros nos dejábamos el pellejo organizándolo todo, haciendo contratos con auténticos leones del engaño, buscando dónde vender los serones, peleándonos con 20.000 funcionarios y otros tantos banqueros, ellos, tras su horario de trabajo, se iban a tomar cervecitas y a comer pescaíto. Debes convenir conmigo en que no está en la conciencia de ningún cristiano de tu época, ni de los que sean que hay ahora, el repartir lo que considera suyo. Es necesario concienciar al personal para que repartan entre todos voluntariamente las ganancias, buscar un prototipo distinto, “un hombre nuevo” que piense en el bien común y esté dispuesto a repartir el fruto de su iniciativa, de su inteligencia y de su trabajo con los demás. Ese fue otro aporte intelectual de Marx.

Te preguntarás: ¿Por qué ahora nos cuesta hacer un serón solamente 4 maravedíes? Te respondo con otro ejemplo sencillo, con un artilugio parecido a la imprenta que tú sí conociste. Si compras una fotocopiadora que cuesta 1.000 maravedíes y haces sólo una fotocopia (un pergamino impreso) sabiendo que un pergamino cuesta 1 maravedí ¿Cuánto ha costado la fotocopia que has hecho? Sencillo: 1.001 maravedíes. Pero si haces 50.000 fotocopias ¿Cuánto cuesta cada una? Está claro: 50.000 maravedíes (de 50.000 pergaminos) + 1000 maravedíes que costó la fotocopiadora dividido entre 50.000 fotocopias obtenidas = 1,02 maravedíes cada fotocopia. Y según vayas haciendo más fotocopias con la misma máquina, más se irá abaratando el coste. 

Lo que importa, amigo Sancho, es que finalmente hemos competido, hemos mejorado el mercado. Ahora todo el mundo puede comprar serones a un precio más asequible aunque, eso sí, hemos fastidiado a la competencia. Hemos beneficiado a muchos cristianos que ahora tienen serones baratos con el coste de perjudicar a unos pocos competidores. 

Mientras masticas el potaje que te he hecho ingerir, te cuento que cuando tú compartías las valerosas aventuras de Don Alonso, fue cuando surgió una olvidada escuela de ilustres pensadores formada por compatriotas nuestros, la Escuela de Salamanca, olvidados a conciencia por todos los estirados enemigos de nuestro reino, los franceses, holandeses, ingleses y alemanes que escribieron la Historia Oficial que se estudia en todo el mundo desde los siglos XIX y XX y, lo que es peor, por muchos españoles presuntos intelectuales que, en realidad, fueron y siguen siendo unos acomplejados buscadores en tu edad dorada de la responsabilidad de que se hundiera la grandeza de nuestro reino. Noventayochistas y posteriores ejemplares que ni tan siquiera mencionan la existencia de estos pensadores españoles y sus postulados a los niños en la escuela, ni en el instituto, ni casi en la universidad, quizás porque la mayoría de aquellos prestigiosos señores eran curas. Bien sabes que en tus tiempos el que estudiaba: o era cura, o era ricachón. Pues bien, estos señores salmantinos ya dijeron en su momento que EL VALOR DE UN PRODUCTO ES AQUEL QUE LOS COMPRADORES ESTÉN DISPUESTOS A PAGAR y no así su coste de producción.

Elemental deducción. En nuestro ejemplo, si vendemos cero serones porque les ponemos un precio muy alto ¿Cuánto vale nuestro serón? Pues cero. Nos comemos los serones con patatas y adiós a nuestro común ambigú. Por tanto, la base teórica de la economía marxista es un error en sí misma, un error que han mamado muchos de estos presuntos intelectuales de las izquierdas y no de izquierdas. Y es que, amigo Sancho, dos siglos antes de que el barbudo se devanara los sesos con sus teorías los economistas españoles demostraron que equivalían a un petardo fallido. Pero, claro, eran españoles, y además curas. Qué asco. Caca, culo, pedo, pis. 

El mercado es quien fija el precio en una economía libre debido a la competencia entre los distintos componentes del propio mercado y a lo que los compradores quieren o pueden pagar. En una economía socialista, es el Estado, o séase los políticos de turno, quienes deciden qué producir, cómo producir, para quién producir y a qué precio, las cuestiones elementales de la Economía, mediante planes o economía planificada sin tener en cuenta aquello que las personas desean o necesitan. Es una economía intervenida la socialista en la que la iniciativa privada no existe, no hay posibilidad de competir. Los medios de producción son del Estado, repito, manejados por los políticos o militares que se adueñan del mismo, o bien los intervienen a base de leyes, de impuestos y trabas interrumpiendo la libertad y la iniciativa de los ciudadanos que es la que, en realidad, crea la riqueza social a base de competir. 

Lo lógico, querido Sancho, tú que eres docto en cuestiones de sentido común, es que primero hay que generar la riqueza, y luego hablaremos de repartirla, pero si no se crea riqueza lo único que se reparte es miseria, tal y como terminan haciendo todos los países o regiones gobernados por el socialismo y sus sucedáneos o derivados camuflados. El Estado debe existir, sin duda, es necesario, es fundamental, pero sólo para establecer las reglas esenciales y vigilar que no haya abusos. Sólo debe intervenir en cuestiones fundamentales, en repartir debidamente el excedente de la riqueza social generada y en casos de necesidad. Esa es la base de las teorías liberales, pero en esas sociedades de economía libre ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿a los políticos? Bien sabes que los políticos, en una sociedad democrática, son el reflejo de la propia sociedad. En estas sociedades de nuestro tiempo cada reino tiene lo que quiere o se merece. 

Hoy se empieza a reconocer el valor de aquellos pensadores salmantinos, y la doctrina general de la Economía moderna acepta que la plusvalía, que la teoría del valor marxista, es algo muy relativo y difícil de concretar pues depende de variables mucho más condicionales y más difíciles aun de prever que el valor de un coste o de un precio establecido sólo sobre supuestos contemplados a priori por unos ineptos políticos sin contar con la realidad futura del mercado. Por ello, los gobiernos de los países occidentales sólo intervienen algunos precios para productos esenciales (medicinas, electricidad, agua)  o en momentos determinados de necesidad. Cualquier otra intervención distorsiona el mercado y, a la larga, resulta perjudicial para el global de la sociedad.

2.- ESTRUCTURA Y SUPERESTRUCTURA SOCIAL: Amigo Sancho, la otra pata del banco para Marx, la composición social, además de dividirse en clases que siempre han estado luchando entre sí a través de la historia, se basa en dos aspectos o conceptos fundamentales:

A) Marx llama “ESTRUCTURA SOCIAL” a los elementos que conforman la economía de una sociedad, es decir, al conjunto de medios de producción (fábricas, recursos naturales, conocimientos técnicos, etc.), a la mano de obra o fuerza de trabajo y a las relaciones entre los dueños de los medios de producción (la burguesía) y la mano de obra (el proletariado). Para Marx, el proletariado debía hacerse con el control de toda la estructura social, apoderarse de todo lo relativo a la economía, derrocando a la clase burguesa para que sólo existiese una clase, la propia del proletariado quien impondrá su dictadura (del verbo duce, dicto, decir, es decir y valga la “rebuznancia”, en definitiva: el proletariado es quien dice lo que se hace… perdona si me río). Esto sólo es posible bajo una dirección fuerte, férrea, sin contemplaciones, un partido político hegemónico, único, así lo dijo después Lenin, costase lo que costase, sembrando el terror, un mal necesario para conseguir un bien final. El fin justifica los medios, dijo ese gran visionario responsable de millones de muertos.

Y ese bien final, ese objetivo, no es otro que alcanzar una sociedad donde todos los hombres sean iguales, donde impere la idea de “el hombre nuevo” de Marx, aquel que pone por encima de sus intereses a los intereses sociales. Dirás con tu excelsa sapiencia que es algo anti natural, pues ¿quién es el cristiano que pone los intereses sociales por encima de los suyos propios? Y este hombre nuevo se conseguirá una vez tomado el poder y desde el poder, es decir, será el Estado, el partido socialista o comunista, vamos, sus políticos, quienes adoctrinen a las personas en ese ideal común hasta llegar al último escalón del socialismo: “el comunismo”. Pero esto falló en la práctica. Sólo hay que ver lo que ha dejado el socialismo real detrás de sí. 

Y los partidos de izquierdas se quedaron huérfanos de ideas y de dinero porque la mamá URSS dejó de amamantarlos tras la Perestroika y la caída del muro de Berlín.  - Qué hacer. Todos chupamos y vivimos de esto - se preguntaban conmocionados - Qué hacer con el rebaño que aun nos sigue y que se cuenta por millones. Ya no tenemos ideas ni marketing para seguir embobándolos, ni tampoco dinero para financiarnos. - Entonces, el otro barbudo, el de Cuba, reunió a todos los dirigentes para analizar la situación y trazar nuevos planes globales. Un tío listo, muy listo, el más listo de todos los mandamases socialistas de la historia, sin lugar a dudas. En realidad buscaba el petróleo venezolano y los recursos brasileños al haber perdido el dinero soviético, aprovechando que Chávez y Lula da Silva gobernaban sus respectivos países. 

Así nació el Foro de Sao Paulo en 1990. A través de varias reuniones, en distintos años, las izquierdas del antiguo imperio español trazaron el nuevo plan. Para financiarse usarían el petróleo venezolano y la droga de las FARC colombianas. También encontrarían apoyo en movimientos interesados en una Sudamérica y en una Europa débiles y revueltas, concretamente en determinados poderes financieros e islámicos. Y las nuevas ideas que necesitaban las encontraron en el propio Marx, precisamente en la parte a la que el greñudo no dio demasiada importancia por considerarla secundaria, concretamente en la “superestructura” de la sociedad.

B) Marx llamó “SUPERESTRUCTURA” a la confluencia de dos cosas: Primero al amasijo ideológico de la sociedad, es decir, a los valores, a las costumbres, a lo bien visto, a lo comúnmente aceptado por todos en lo cotidiano y a lo que, en definitiva, marca el “rollo” social. Y segundo a la estructura jurídico-política, es decir, a la organización política y a las leyes que rigen el país. Marx inicialmente pensó que para dominar esta superestructura primero era necesario dominar la estructura inferior que te dije antes, para que, a partir de ella, conseguir este segundo nivel y con él el “hombre nuevo”. Y estos nuevos pensadores paulistas, viendo que a través de la estructura fue imposible imponer el socialismo, decidieron actuar directamente en la superestructura. Para ello había que fomentar todas las tendencias que pudieran romper el “rollo” social de occidente, el mismo “rollo” que sustenta al capitalismo. Se inventaron lo del heteropatriarcado, diciendo que la familia tradicional es la unidad básica de la sociedad capitalista, bien como unidad económica elemental, bien como unidad ideológica, fomentada y protegida por el cristianismo, el gran enemigo de la izquierda, la Iglesia Católica. 

¿Y cómo atacar la figura de la familia tradicional? Sencillo. Primero atacando a la heterosexualidad. Si conseguimos que los homosexuales obtengan un papel predominante en el marketing social conseguiremos diluir el papel de la familia tradicional heterosexual donde domina el hombre, el patriarca familiar capitalista, así conseguiremos implantar nuevas formas familiares que sean fáciles de romper, que no tengan demasiada continuidad en el tiempo. El matrimonio homosexual como herramienta fundamental. 

Todo eso está muy bien. Nada debe tenerse en contra de ello salvo en el estricto sentido del término matrimonio, que significa oficio de madre. Otro día te lo cuento. Simplemente resulta chusco ver cómo se utiliza una tendencia o un simple gusto sexual e íntimo perteneciente al ámbito privado de la persona para hacer política y llenarse los bolsillos a través de subvenciones, cargos, enchufes, etc. Los que antes fusilaban y torturaban a los homosexuales sólo por serlo en la URSS, en China y en Cuba ahora son sus más fervientes defensores. Y así puedes ver a los del orgullo gay lucir la camiseta con el Che Guevara, el que confeccionó el primer campo de concentración específico para homosexuales, para reeducar al hombre cubano a base de palos y ejecuciones. Cosas veredes, amigo Sancho.

Otra herramienta que utilizan es el feminismo que ya no lucha, como antes luchaba, por igualar los derechos de la mujer con los del hombre sino que fomenta directamente el odio hacia el hombre, hacia el macho, hacia el patriarca capitalista, o el lesbianismo que fomenta el matrimonio homosexual, o el aborto. A título de curiosidad, desde que se aprobó la primera ley en España se han realizado más de un millón de abortos, un millón de españolitos que no han nacido y que podrían contribuir en un futuro a nuestro bienestar, por ejemplo trabajando y pagando pensiones, por no entrar en otras cuestiones espinosas. 

Nos atacan nuestras costumbres para que dejen de ser bien vistas, como con el lenguaje y la “lenguaja” inclusivo, inclusiva e inclusive. Igualmente también lo hacen con el ecologismo, asustándonos con mentiras apocalípticas sobre el calentamiento caliente del globo del mundo mundial y global, con la niña esa, que parece no tener que ir al colegio, y con la contaminación, siendo China un país socialista que contamina tanto como todo el resto del mundo juntos, o con el indigenismo en Sudamérica, mintiendo descaradamente sobre lo que hicieron allí sus abuelos españoles, porque los nuestros se quedaron aquí, o simplemente pactando y apoyando disimuladamente, o no, a los independentistas catalanes y vascos.

Cualquier cosa vale para agitar la sociedad, para conseguir subvenciones a través de ONGs y de fundaciones, etc. Ya lo dijo el perverso Zapatero cuando lo pillaron hablando fuera de micrófono con Iñaki Gabilondo (hay que tensar, hay que agitar). Y todo ello para ir transformando la conciencia social y las leyes. Ya vamos viendo los resultados. Ya tenemos leyes sobre el matrimonio homosexual, sobre el aborto, sobre la ideología de género, etc. La superestructura empieza a moverse. La están agitando.

El consuelo que, a nivel ideológico, nos puede quedar es que derribar un edificio de más de 2.000 años de cultura greco-romana resulta muy difícil, y ellos lo saben. Pero mientras tanto manejan a su rebaño a través del odio, un rebaño formado por aquellos que estudiaron en profundidad todo lo que te he dicho… y les resulta muy rentable.