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miércoles, 20 de mayo de 2015

Y ESPAÑA DOBLÓ LA RODILLA


       

 
 ¿POR QUÉ ESE ODIO A ESPAÑA?
 
 
        Difícil debía ser en tu tiempo, amigo Sancho, cuando España mandaba en el mundo, que pudiera ser vilipendiada la tierra de nuestros padres por sus propios hijos. Cierto que lo fue por franceses, ingleses, sarracenos y algunos otros enemigos, abundantes en el orbe por ser complejos de inferioridad y envidias las que nuestro país despertaba, pero si un español de tus tiempos hubiese levantado su lengua contra España, menos hubiera durado en su boca que un buen asado en el plato de tu almuerzo. Déjame que te cuente una serie de sucesos posteriores a tus experiencias que quizás te muestren el por qué en nuestros tiempos se aplaude a esas viperinas lenguas en lugar de cortarlas como en tu ínsula seguro ordenarías. Perdona esta sucesión esquematizada, pero así lo hago en busca de un mejor entendimiento.

 

·       De 1.808 a 1.813 tuvimos la guerra de la independencia contra los franceses. Mientras tanto, en América se produjo una dura oposición contra José Bonaparte organizándose desde aquellas tierras Juntas de Gobierno insurrectas contra el francés. Las Juntas estaban lideradas por la nueva burguesía liberal hispanoamericana que no estaba dispuesta a seguir pagando impuestos a reyes que no fuesen españoles, es más, simplemente ya no estaban dispuestos a pagar impuestos a ningún rey, y menos aún a Fernando VII, el rey felón, un gran traidor y un recalcitrante absolutista, así que el general San Martín proclama la independencia de la República Argentina en 1.810. Pocos años después nada pueden hacer las muy mermadas y aisladas tropas españolas y se proclama la independencia de Venezuela  en 1.815,  la de Chile en 1.818, la de Méjico en 1.821 y la de Perú en 1.824, junto a las pérdidas de Paraguay, Colombia, Panamá, Costa Rica y Bolivia, toda la América continental española.

 

·       En 1.820 se produce el golpe militar del general Riego con el que comienza el trienio liberal obligando a Fernando VII a jurar una Constitución.

 

·       En 1.823 llega un ejército francés al auxilio de Fernando VII, los cien mil hijos de San Luis que arrasan con todo lo que huela a liberal, y de camino con todo lo que pudieron.

 

·       De 1.833 a 1.840 tenemos la primera guerra carlista. Se estiman más de 200.000 muertos.

 

·       En 1.841 tenemos el levantamiento del general O´Donnell aplastado por el también general Espartero.

 

·       En 1.842 se produce una insurrección armada dirigida por los empresarios de la industria textil catalana debido a la intención del gobierno de firmar un acuerdo con Gran Bretaña por el que se rebajaban los aranceles de los productos textiles ingleses. Claro, los españoles teníamos que pagar más caras las telas catalanas para que aquellos industriales pudieran mantener sus pingües beneficios. Y lo consiguieron, pero tras un levantamiento que tuvo que aplastar el propio Espartero bombardeando Barcelona para liberar a las tropas asediadas por los insurrectos. Aquel acontecimiento es usado por los actuales nacionalistas catalanes como una ofensa de España contra Cataluña.

 

·       En 1.843 Narváez vence a Espartero y pone en el trono a Isabel II.

 

·       En 1.846 se produce el levantamiento en Galicia del coronel Solís con su batallón en contra de Narváez por la reforma tributaria que éste llevó a cabo. Otra arma que utilizan los actuales nacionalistas, en este caso los gallegos, como oprobio de España contra esas bonitas tierras españolas, la tierra del que fuera mayor símbolo de España durante siglos, el Apóstol Santiago.

 

·       También en 1.846 se inicia la segunda guerra carlista que durará hasta 1.849, por la que reivindicaban el trono para el hijo de Carlos María de Isidro, también llamado Carlos el nene.

 

·       La crisis económica de la industria textil catalana resentida por la falta de materia prima, especialmente como consecuencia de la paralización de las importaciones de algodón debido a la Guerra de Secesión de los USA, y el descontento con el proceder de Isabel II y de su primer ministro Narváez, trajo consigo un nuevo levantamiento dirigido por el general Prim, y al poco por el general Serrano conocido como la Revolución de 1.868, o “la Gloriosa”, por el que se destituye a Isabel II y comienza “el sexenio democrático”.

 

·       En estos seis años del sexenio democrático, las Cortes nombraron regente al general Serrano mientras se buscaba un rey apropiado. De Italia trajeron a Amadeo de Saboya (Amadeo I) quien después de reinar durante dos años se fue, sí, abdicó de la corona y del esperpento español tras el estallido de la tercera guerra carlista en 1.872.

 

·       Con el trono vacante, y en plena guerra carlista, la tercera, el 11 de febrero de 1.873 se proclama la Primera República española.

 

·       Al poco se declaran repúblicas independientes, entre otras, Valencia, Málaga, Alcoy, Bailén, Cádiz, Sevilla, Torrevieja, Tarifa, Almansa, Andújar, Cartagena, Cataluña, Granada, Motril, Salamanca, Jumilla o Camuñas. Otros pretendían resucitar la corona de Aragón, otros la independencia de Galicia, Granada declara oficialmente la guerra a Jaén, Jumilla a Murcia, Cartagena bombardeó el puerto de Alicante el 12 de julio de 1.873 con la fragata Vitoria y poco después se anexiona Torrevieja arrebatándosela a Alicante, aunque Torrevieja ya era una república independiente aquel día.

 

·       En 1.874 el general Martínez Campos, en plena tercera guerra carlista, deroga la república y sube al trono a Alfonso XII comenzando lo que se llamó “la Restauración”.

 

A todo ello debemos sumar la guerra contra Marruecos por diversos ataques a Ceuta entre 1.859 y 1.860, la Guerra de la Restauración en la Dominica entre 1.863 y 1.865, la Guerra del Pacífico contra Perú, Chile, Ecuador y Bolivia siendo ya países independientes, la Guerra de los Diez Años de Cuba, entre 1.868 y 1.878, primer intento cubano de independencia, la Guerra de África o de Margallo entre 1.893 y 1.894, esta vez en defensa de Melilla y el trágico año de 1.898 con la guerra contra los USA, perdiendo Cuba y Filipinas, los últimos grandes reductos españoles del imperio. El gigante español no sólo dobló la rodilla acosado entre una multitud de guerras sino que cayó tumbado como consecuencia de su descomposición interna y la podredumbre de sus dirigentes. Aquel fabuloso proyecto de Isabel y Fernando que unió a un país como nunca ningún otro lo estuvo en la historia, hasta los USA del siglo XX, se disolvió en medio de una enorme desazón que se manifestó como “La Depresión del 98”.

 

El orgullo de ser español comenzó a perder su significado. En el subconsciente colectivo penetró la idea de que España era un proyecto fracasado. Se enfatiza la aversión hacia España. Por los intelectuales con más proyección de la época, aquellos que se llamaban a sí mismos regeneracionistas, como Joaquín Costa, Unamuno, Ortega, etc., se tiende a pensar que nuestra historia es un desastre, algo anormal, una anomalía, incluso una enfermedad, y fomentan con sus opiniones un afán denigratorio que se sumó a la idea colectiva de fracaso, momento que aprovecharon los nacionalismos separatistas, que hasta entonces eran totalmente marginales, trasladados ahora desde las antiguas posesiones del imperio hasta la propia península. Las oligarquías catalanas y vascas, dueñas de la única industria de España, elaboran la simiente independentista.

 

 Para qué mantener una rémora de país si ellos podían construir el suyo propio. Para qué pagar impuestos a Madrid cuando ese dinero lo podían manejar ellos a su antojo. Su objetivo prioritario consistió en inventar dos países, Euskadi y Cataluña rebuscando rasgos identificativos entre los acontecimientos históricos y retorciéndolos en base a sus pretensiones. Cualquier cosa que los distinga del resto de España es válida, y si no existe, se inventa. Se reunifican los dialectos vascuences conocidos en torno al vizcaíno acicalando una nueva gramática y un gran número de vocablos. También se adaptan las lenguas del lemosín provenzal u occitano habladas en la parte oriental de España en torno al barceloní y se articula su gramática hasta confeccionar de ese modo la actual lengua catalana. Hoy en día sobreviven algunos de esos dialectos, en concreto el aranés, como lengua propia, o el ibicense, u otros más debilitados como el bable en Asturias, la fabla aragonesa o el panocho murciano.

 

Aquel fue el tiempo de los nacionalismos, consecuencia del movimiento liberal y romántico del siglo XIX. El volksgeit, el espíritu del pueblo en alemán, (“volks” en su pronunciación “folk” dará la palabra folklore). Cuando un pueblo tiene rasgos comunes que permanecen inmutables a lo largo de la historia diferenciándose por ellos de los demás pueblos, ese pueblo es una nación según estos ilustres. Los intelectuales y juristas interpretarán la voluntad de ese pueblo, estudian sus costumbres, su lengua, su raza y sintetizarán su identidad. Claro, ellos son los listos, el pueblo debe ser conducido, debe ser dirigido, orientado, apostolizado y salvado por estos listos, como decía aquel intelectual llamado Blas Infante que quiso salvar a Andalucía. Así nació el concepto de raza aria en la Alemania de Hitler y así nació el nacionalismo vasco con ese personaje llamado Sabino Arana, fundador del Partido Nacionalista Vasco, la ETA y el actual nacionalismo catalán.

 

La desmembración de España iniciada en América ya llegó a la península. Los nacionalismos no pierden ocasión para medrar con todos sus recursos y agitar ese gazpacho de complejos y de odios contra España. En un principio la izquierda socialista y comunista nada simpatizan con tales movimientos por dos motivos esencialmente. El primero de ellos se resume simplemente en que es una izquierda internacionalista. Para ellos la nación es un concepto burgués y capitalista. El mundo debe aspirar a ser un único Estado donde los obreros conquisten el poder y se reúnen en internacionales obreras. Un mundo sin fronteras gobernado por el socialismo. En segundo lugar, los nacionalismos para ellos son la máxima expresión de los reaccionarios conservadores, empresarios explotadores de obreros que ansían obtener mayores cuotas de poder político y actuar en sus territorios como señores feudales explotando más si cabe a los trabajadores. Así manifiestan sus posturas contrarias al nacionalismo, tanto PSOE como PCE, hasta el final de la guerra civil en 1.939, pero...

 

Franco recurrió al orgullo de ser español como argumentación propagandística de su régimen. Recuperó las glorias del pasado para usarlas en su provecho y ensalzar una conciencia contraria a la desmembración de España. Su ideario se resumía en el siguiente eslogan: “España una, grande y libre”. Sus derrotados fueron las izquierdas y los nacionalistas. Ambos, anteriormente enemigos entre sí, ahora simpatizan frente al enemigo común: Franco. Las izquierdas olvidan su origen internacionalista y luchan contra todo lo que pueda parecerse a Franco, todo lo que expela algo de su olor debe ser rebatido, aplastado, denigrado, y España, manque nos pese, estaba continuamente en su boca. Así que España y la idea que de ella tenía Franco, aunque anteriormente la compartieran en su esencia, ahora pasa a ser un argumento a destruir por las izquierdas, una rémora, un escozor del que hay que librarse. Por ello odian la unidad, por ello odian los estandartes que Franco usó, por ello sufren de urticaria al oír los nombres de Doña Isabel y Don Fernando, o cuando ven la bandera que representa a España desde tiempos de Carlos III.

 

Mal hicieron los púnicos varios siglos antes de Cristo al llamar España a estas tierras si “tierra de conejos” es su significado, por aquello de la abundancia de tan simpáticos animalillos ¿No crees, amigo Sancho, que hoy quizás la llamarían “tierra de asnos”? Tanto asno pesa demasiado y puede hacer doblar la rodilla hasta a una poderosa nación.

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