¿POR QUÉ ESE ODIO A ESPAÑA?
Difícil debía ser en tu
tiempo, amigo Sancho, cuando España mandaba en el mundo, que pudiera ser vilipendiada
la tierra de nuestros padres por sus propios hijos. Cierto que lo fue por
franceses, ingleses, sarracenos y algunos otros enemigos, abundantes en el orbe
por ser complejos de inferioridad y envidias las que nuestro país despertaba,
pero si un español de tus tiempos hubiese levantado su lengua contra España,
menos hubiera durado en su boca que un buen asado en el plato de tu almuerzo.
Déjame que te cuente una serie de sucesos posteriores a tus experiencias que
quizás te muestren el por qué en nuestros tiempos se aplaude a esas viperinas
lenguas en lugar de cortarlas como en tu ínsula seguro ordenarías. Perdona esta
sucesión esquematizada, pero así lo hago en busca de un mejor entendimiento.
·
De 1.808 a 1.813 tuvimos la guerra de la
independencia contra los franceses. Mientras tanto, en América se produjo una
dura oposición contra José Bonaparte organizándose desde aquellas tierras
Juntas de Gobierno insurrectas contra el francés. Las Juntas estaban lideradas
por la nueva burguesía liberal hispanoamericana que no estaba dispuesta a
seguir pagando impuestos a reyes que no fuesen españoles, es más, simplemente
ya no estaban dispuestos a pagar impuestos a ningún rey, y menos aún a Fernando
VII, el rey felón, un gran traidor y un recalcitrante absolutista, así que el
general San Martín proclama la independencia de la República Argentina en 1.810.
Pocos años después nada pueden hacer las muy mermadas y aisladas tropas
españolas y se proclama la independencia de Venezuela en 1.815,
la de Chile en 1.818, la de Méjico en 1.821 y la de Perú en 1.824, junto
a las pérdidas de Paraguay, Colombia, Panamá, Costa Rica y Bolivia, toda la
América continental española.
·
En 1.820 se produce el golpe militar del
general Riego con el que comienza el trienio liberal obligando a Fernando VII a
jurar una Constitución.
·
En 1.823 llega un ejército francés al auxilio
de Fernando VII, los cien mil hijos de San Luis que arrasan con todo lo que
huela a liberal, y de camino con todo lo que pudieron.
·
De 1.833 a 1.840 tenemos la primera guerra
carlista. Se estiman más de 200.000 muertos.
·
En 1.841 tenemos el levantamiento del general
O´Donnell aplastado por el también general Espartero.
·
En 1.842 se produce una insurrección armada dirigida
por los empresarios de la industria textil catalana debido a la intención del
gobierno de firmar un acuerdo con Gran Bretaña por el que se rebajaban los
aranceles de los productos textiles ingleses. Claro, los españoles teníamos que
pagar más caras las telas catalanas para que aquellos industriales pudieran
mantener sus pingües beneficios. Y lo consiguieron, pero tras un levantamiento
que tuvo que aplastar el propio Espartero bombardeando Barcelona para liberar a
las tropas asediadas por los insurrectos. Aquel acontecimiento es usado por los
actuales nacionalistas catalanes como una ofensa de España contra Cataluña.
·
En 1.843 Narváez vence a Espartero y pone en
el trono a Isabel II.
·
En 1.846 se produce el levantamiento en
Galicia del coronel Solís con su batallón en contra de Narváez por la reforma
tributaria que éste llevó a cabo. Otra arma que utilizan los actuales
nacionalistas, en este caso los gallegos, como oprobio de España contra esas
bonitas tierras españolas, la tierra del que fuera mayor símbolo de España
durante siglos, el Apóstol Santiago.
·
También en 1.846 se inicia la segunda guerra
carlista que durará hasta 1.849, por la que reivindicaban el trono para el hijo
de Carlos María de Isidro, también llamado Carlos el nene.
·
La crisis económica de la industria textil
catalana resentida por la falta de materia prima, especialmente como
consecuencia de la paralización de las importaciones de algodón debido a la
Guerra de Secesión de los USA, y el descontento con el proceder de Isabel II y
de su primer ministro Narváez, trajo consigo un nuevo levantamiento dirigido
por el general Prim, y al poco por el general Serrano conocido como la
Revolución de 1.868, o “la Gloriosa”, por el que se destituye a Isabel II y
comienza “el sexenio democrático”.
·
En estos seis años del sexenio democrático, las
Cortes nombraron regente al general Serrano mientras se buscaba un rey
apropiado. De Italia trajeron a Amadeo de Saboya (Amadeo I) quien después de
reinar durante dos años se fue, sí, abdicó de la corona y del esperpento
español tras el estallido de la tercera guerra carlista en 1.872.
·
Con el trono vacante, y en plena guerra
carlista, la tercera, el 11 de febrero de 1.873 se proclama la Primera
República española.
·
Al poco se declaran repúblicas
independientes, entre otras, Valencia, Málaga, Alcoy, Bailén, Cádiz, Sevilla,
Torrevieja, Tarifa, Almansa, Andújar, Cartagena, Cataluña, Granada, Motril,
Salamanca, Jumilla o Camuñas. Otros pretendían resucitar la corona de Aragón,
otros la independencia de Galicia, Granada declara oficialmente la guerra a
Jaén, Jumilla a Murcia, Cartagena bombardeó el puerto de Alicante el 12 de
julio de 1.873 con la fragata Vitoria y poco después se anexiona Torrevieja
arrebatándosela a Alicante, aunque Torrevieja ya era una república
independiente aquel día.
·
En 1.874 el general Martínez Campos, en plena
tercera guerra carlista, deroga la república y sube al trono a Alfonso XII comenzando
lo que se llamó “la Restauración”.
A todo ello debemos sumar la guerra contra Marruecos por
diversos ataques a Ceuta entre 1.859 y 1.860, la Guerra de la Restauración en
la Dominica entre 1.863 y 1.865, la Guerra del Pacífico contra Perú, Chile,
Ecuador y Bolivia siendo ya países independientes, la Guerra de los Diez Años
de Cuba, entre 1.868 y 1.878, primer intento cubano de independencia, la Guerra
de África o de Margallo entre 1.893 y 1.894, esta vez en defensa de Melilla y
el trágico año de 1.898 con la guerra contra los USA, perdiendo Cuba y Filipinas,
los últimos grandes reductos españoles del imperio. El gigante español no sólo
dobló la rodilla acosado entre una multitud de guerras sino que cayó tumbado
como consecuencia de su descomposición interna y la podredumbre de sus
dirigentes. Aquel fabuloso proyecto de Isabel y Fernando que unió a un país
como nunca ningún otro lo estuvo en la historia, hasta los USA del siglo XX, se
disolvió en medio de una enorme desazón que se manifestó como “La Depresión del
98”.
El orgullo de ser español comenzó a perder su
significado. En el subconsciente colectivo penetró la idea de que España era un
proyecto fracasado. Se enfatiza la aversión hacia España. Por los intelectuales
con más proyección de la época, aquellos que se llamaban a sí mismos
regeneracionistas, como Joaquín Costa, Unamuno, Ortega, etc., se tiende a
pensar que nuestra historia es un desastre, algo anormal, una anomalía, incluso
una enfermedad, y fomentan con sus opiniones un afán denigratorio que se sumó a
la idea colectiva de fracaso, momento que aprovecharon los nacionalismos
separatistas, que hasta entonces eran totalmente marginales, trasladados ahora
desde las antiguas posesiones del imperio hasta la propia península. Las
oligarquías catalanas y vascas, dueñas de la única industria de España,
elaboran la simiente independentista.
Para qué mantener
una rémora de país si ellos podían construir el suyo propio. Para qué pagar
impuestos a Madrid cuando ese dinero lo podían manejar ellos a su antojo. Su
objetivo prioritario consistió en inventar dos países, Euskadi y Cataluña
rebuscando rasgos identificativos entre los acontecimientos históricos y
retorciéndolos en base a sus pretensiones. Cualquier cosa que los distinga del
resto de España es válida, y si no existe, se inventa. Se reunifican los dialectos
vascuences conocidos en torno al vizcaíno acicalando una nueva gramática y un
gran número de vocablos. También se adaptan las lenguas del lemosín provenzal u
occitano habladas en la parte oriental de España en torno al barceloní y se
articula su gramática hasta confeccionar de ese modo la actual lengua catalana.
Hoy en día sobreviven algunos de esos dialectos, en concreto el aranés, como lengua
propia, o el ibicense, u otros más debilitados como el bable en Asturias, la
fabla aragonesa o el panocho murciano.
Aquel fue el tiempo de los nacionalismos, consecuencia
del movimiento liberal y romántico del siglo XIX. El volksgeit, el espíritu del pueblo en alemán, (“volks” en su pronunciación “folk” dará la palabra folklore).
Cuando un pueblo tiene rasgos comunes que permanecen inmutables a lo largo de
la historia diferenciándose por ellos de los demás pueblos, ese pueblo es una
nación según estos ilustres. Los intelectuales y juristas interpretarán la
voluntad de ese pueblo, estudian sus costumbres, su lengua, su raza y sintetizarán
su identidad. Claro, ellos son los listos, el pueblo debe ser conducido, debe
ser dirigido, orientado, apostolizado y salvado por estos listos, como decía
aquel intelectual llamado Blas Infante que quiso salvar a Andalucía. Así nació
el concepto de raza aria en la Alemania de Hitler y así nació el nacionalismo
vasco con ese personaje llamado Sabino Arana, fundador del Partido Nacionalista
Vasco, la ETA y el actual nacionalismo catalán.
La desmembración de España iniciada en América ya llegó a
la península. Los nacionalismos no pierden ocasión para medrar con todos sus
recursos y agitar ese gazpacho de complejos y de odios contra España. En un
principio la izquierda socialista y comunista nada simpatizan con tales
movimientos por dos motivos esencialmente. El primero de ellos se resume
simplemente en que es una izquierda internacionalista. Para ellos la nación es
un concepto burgués y capitalista. El mundo debe aspirar a ser un único Estado
donde los obreros conquisten el poder y se reúnen en internacionales obreras.
Un mundo sin fronteras gobernado por el socialismo. En segundo lugar, los
nacionalismos para ellos son la máxima expresión de los reaccionarios
conservadores, empresarios explotadores de obreros que ansían obtener mayores
cuotas de poder político y actuar en sus territorios como señores feudales
explotando más si cabe a los trabajadores. Así manifiestan sus posturas
contrarias al nacionalismo, tanto PSOE como PCE, hasta el final de la guerra civil en 1.939,
pero...
Franco recurrió al orgullo de ser español como
argumentación propagandística de su régimen. Recuperó las glorias del pasado
para usarlas en su provecho y ensalzar una conciencia contraria a la
desmembración de España. Su ideario se resumía en el siguiente eslogan: “España
una, grande y libre”. Sus derrotados fueron las izquierdas y los nacionalistas.
Ambos, anteriormente enemigos entre sí, ahora simpatizan frente al enemigo
común: Franco. Las izquierdas olvidan su origen internacionalista y luchan
contra todo lo que pueda parecerse a Franco, todo lo que expela algo de su olor
debe ser rebatido, aplastado, denigrado, y España, manque nos pese, estaba
continuamente en su boca. Así que España y la idea que de ella tenía Franco,
aunque anteriormente la compartieran en su esencia, ahora pasa a ser un
argumento a destruir por las izquierdas, una rémora, un escozor del que hay que
librarse. Por ello odian la unidad, por ello odian los estandartes que Franco
usó, por ello sufren de urticaria al oír los nombres de Doña Isabel y Don
Fernando, o cuando ven la bandera que representa a España desde tiempos de Carlos
III.
Mal hicieron los púnicos varios siglos antes de Cristo al
llamar España a estas tierras si “tierra de conejos” es su significado, por
aquello de la abundancia de tan simpáticos animalillos ¿No crees, amigo Sancho,
que hoy quizás la llamarían “tierra de asnos”? Tanto asno pesa demasiado y puede
hacer doblar la rodilla hasta a una poderosa nación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario