“- Erutar, Sancho, quiere
decir regoldar, y éste es uno de los más torpes vocablos que tiene la lengua
castellana, aunque es muy sinificativo; y así, la gente curiosa se ha acogido
al latín, y al regoldar dice erutar, y a los regüeldos, erutaciones…
- En verdad, señor -dijo Sancho-, que uno de los consejos y
avisos que pienso llevar en la memoria ha de ser el de no regoldar, porque lo
suelo hacer muy a menudo.”
Eso
mismo, amigo Sancho, quizás se deba a que tienes el penoso vicio de comer a dos
carrillos sabiendo que la ansiedad en la mesa estimula presiones internas dentro
del buche que luego fluyen abruptas esófago hacia arriba para salir como regüeldos.
Te cuento que así, parecido a un enorme regüeldo, hace poco sucedió en el
condado de Barcelona y sus territorios satélites, benditas tierras españolas en
las que por decenios andan jalando a dos carrillos una jauría de cuatreros
manilargos que de las alcantarillas salieron para ensuciar el noble arte de la
política, ese que bien ensayaste como gobernador. Y para encubrir su cleptómana
inmoralidad a ojos de la caterva de rucios que mora aquellos lares y, más aun, del
resto de rocinos que pueblan España que haberlos hay los en abundancia, entre otras cosas plantaron embustes,
embelecos y demás patrañas sobre lo que aconteció otrora cuando este país sufrió
uno de sus grandes cambios, allende en los primeros años del siglo XVIII.
Avivan
aquellos rufianes el engaño de patrias y otras entelequias sobre los catalanes humildes
con vistas a hacer fuertes sus posiciones y diferenciarse cuanto más del resto
de españoles, cual si de una tribu salvaje se tratara incitada y alimentada en
el odio en contra de las otras tribus vecinas y hermanas acusadas de robarles
sus viandas. Y en ello ejercieron briosa influencia sobre los gobernantes de
Madrid quienes actuando en complicidad manifiesta con semejantes aprovechados hicieron
la vista gorda a sus fechorías. Mas de tanto jalar a carrillos llenos afanando
el erario público y los haberes de las mercantiles sin tiempo alguno para
digerir tales muerdos, un enorme regüeldo finalmente escapó por el hocico del anciano
e indigno padrino, antes “Honorable”, de la pretendida secesión, y otros tantos
más por los otros hocicos de casi toda la “famiglia” y allegados.
Aunque
muchos lo sospechábamos, o mejor lo sabíamos, así quedaron al descubierto las
verdaderas pretensiones de esos políticos profesionales nacionalistas que no
son otras que repartirse entre sus cúpulas los ricos bocados que tan bonitas
tierras y mejores gentes producen para mayor ansia de sus voraces y codiciosos estómagos.
Mas no ven, o no quieren ver, los asnados discípulos y demás borricos partidarios
de tales bellacos que nada catarán de los bocados que aspiran jalarse en
solitario esos zampabollos, bocados que serán escuálidos y a nada sabrán ni
vitamina alguna llevarán sin el condimento y la sustancia de la propia España.
Pues
sí, amigo Sancho, una de las más grandes mentiras en las que basan sus teorías
responde a lo sucedido en el segundo decenio de ese siglo XVIII, cuando el
último rey de los “Austrias” murió sin vástago heredero de la corona y,
aprovechando tal evento, todos los grandes reinos europeos se confabularon para
hacer de las suyas y hostigar al gigante español que tanto temían, envidiaban y
odiaban. Cuentan sin embargo estos farsantes manilargos que aquello fue una
guerra por la libertad y la independencia de Cataluña y cada año conmemoran tal
fantasía como el día de la patria catalana en consonancia con su endogámica y
paleta comedia hechizante de inocencias y candores.
Aquello
empezó con el muerto Carlos II, al que llamaban “el hechizado”. Dicen que en
vida lo sometían a exorcismos creyendo que estaba embrujado. También era
estéril y con visibles rasgos de incapacidad mental. No te cuento más sobre él,
amigo Sancho, bástate con mirar uno de sus retratos. Con la muerte del
hechizado alegaron derechos de sucesión a su vacante el poderoso rey sol Luis
XIV de Francia (Borbón él) y Leopoldo I (Habsburgo él), emperador alemán, ambos
nietos de nuestro Felipe III por parte materna y casados con hijas de nuestro
Felipe IV. Y es que bien sabes del totum revolutum de parentescos familiares
que explica el aspecto físico y mental de muchos miembros de las familias
reales europeas. Los dos cedieron sus derechos sucesorios a dos de sus hijos
que no eran herederos directos de sus propios reinos. Así Luis XIV el Borbón se
los cedió a su hijo Felipe, Duque de Anjou, y Leopoldo I el Habsburgo hizo lo
propio con su hijo Carlos que también tenía el título de Archiduque de Austria.
Y los dos nenes, Felipín y Carlitos, se pelearon por ser rey de España, y cada
uno tuvo sus amigos y aliados con sus papás por delante en esa pelea según las
corrientes de intereses que bullían en toda la Cristiandad, siendo la principal
el bocado de España y su enorme imperio.
Te
cuento que la poderosa Francia de Luis XIV no estaba dispuesta a verse
acorralada entre una España y una Alemania unidas bajo la misma corona, e
igualmente Alemania, Inglaterra y Holanda no podían permitir que Francia sumara
a su monumental fuerza la poderosísima corona española y todo su imperio. Así
que, tras varios episodios apodados "Tratados sobre las particiones"
(de España, naturalmente) en los que se reunían y traicionaban los unos con los
otros y los otros con los unos, finalmente ingleses, alemanes y holandeses
apoyaron al niño Carlos de Austria, mientras que la poderosa Francia hizo lo
propio con el vástago del rey sol, es decir, el niño Felipe de Anjou, el Borbón;
y todos ellos pusieron sus tropas, sus dineros y sus cañones en España donde
también la división de nobles y poderosos españoles se hizo patente a favor de
uno u otro bando para empezar lo que se llamó la “Guerra de Sucesión” al trono
de España, de 1701 a 1713. Una guerra de intereses entre nobles españoles y entre
potencias extranjeras, a pesar de que oirás otras sandeces enfocadas sibilinamente
al engaño.
Pero ¿por qué la nobleza española apoyó a uno u otro candidato? En 1701 Felipe de Anjou fue proclamado rey de España con el nombre de Felipe V por las Cortes de Castilla y poco después juró los Fueros de Aragón. Hasta ese momento los reyes españoles presidían las Cortes de Castilla, las de Zaragoza, las de Barcelona, las de Valencia, las de Mallorca, las de Navarra, las Diputaciones de las Vascongadas, Nápoles, Sicilia, etc. Cada vez que querían legislar tenían que desplazarse a unas u otras cortes u órganos legislativos. Cada órgano legislativo tenía competencias en unas u otras cuestiones. Por ejemplo, las cortes castellanas eran competentes prácticamente sólo en materia fiscal puesto que su Derecho Civil se limitaba casi exclusivamente a las “Partidas”, aquel compendio de leyes que promulgara el rey Alfonso X “el sabio” allá por el siglo XIII y que aún seguían vigentes. Pero las cortes aragonesas, barcelonesas, mallorquinas y valencianas tenían competencias para legislar en algunas otras materias, sobre todo en Derecho Civil como es el caso de cuestiones de organización de regadíos, herencias, contratos y, especialmente, condiciones de vasallaje entre los nobles y el pueblo llano.
Bien sabes que las cortes eran la reunión de los notables del territorio. Las presidía el rey y estaban formadas por los nobles, el clero y los diputados o representantes de los distintos territorios. Estos últimos en realidad se limitaban a asistir como meros espectadores pues la nobleza y el clero dominaban de facto las políticas que se sometían a aprobación. El rey se limitaba a sancionar lo acordado siempre que no perjudicase los intereses de la corona. Es decir, las noblezas aragonesa, catalana, valenciana y mallorquina hacían y deshacían a su antojo en sus respectivos territorios manteniendo la estructura política y jurídica medieval del reino de Aragón, similar a la estructura del Sacro Imperio Romano Germánico que apoyaba al Archiduque Carlos, el cual se comprometió con los nobles de estos territorios a mantenerles el chiringuito. Por otro lado, Felipe de Anjou era la viva imagen del absolutismo francés, del centralismo más recalcitrante donde el rey era la ley y los nobles se limitaban a aplaudir cualquier ocurrencia regia. Y Felipe V fue, sin duda alguna, un rey con personalidad (“el animoso” le llamaban) que vino dispuesto a modernizar el vetusto y alicaído imperio español y a poner en su sitio a los señores feudales según el modelo absolutista monárquico.
Aquello
encendió la alarma de las oligarquías aragonesas, enemigas históricas de todo
lo francés, que verían perder sus chollos con la llegada de ese enérgico rey,
mientras que con el Archiduque Carlos todo se mantendría igual, incluso podrían
mejorar su situación. Por el contrario, los nobles castellanos acostumbrados al
centralismo monárquico desde tiempos de Doña Isabel y Don Fernando nada tenían
que perder en esos menesteres, y veían en Felipe a un futuro rey al menos
“normal” si lo comparamos con los últimos reyes españoles con quienes tuvieron
que lidiar entre estupores y esperpentos, además con la alianza de Francia se
vio la posibilidad de ganar tranquilidad especialmente en el Atlántico que es
donde se concentraba el grueso de sus negocios, al contrario que el grueso de
los negocios valencianos, catalanes y mallorquines que se situaban en el
Mediterráneo.
Y en
la guerra sucedió que hacia 1710 Felipe V ya dominaba casi todo el imperio
español mientras el Archiduque Carlos se vio acorralado en los únicos dominios
que le quedaban: Mallorca y Cataluña. El rey francés Luis XIV, poderoso papá de
Felipe V, creyó oportuno alcanzar un armisticio y tras varios intentos
fracasados llegó a un acuerdo con Inglaterra, así que todas las partes se
avinieron a negociar la paz, cuestión que quedó reflejada en los Tratados de
Utrecht de 1713. Allí Felipe de Anjou fue reconocido rey de España por los
reinos europeos a cambio de ceder las posesiones españolas en Italia, Flandes,
Gibraltar y Menorca y algunas posesiones en América. Fue el principio del fin
del imperio español.
Con
los pactos de Utrecht las tropas austríacas se retiraron de España, pero muchos
nobles catalanes no aceptaron lo acordado ya que no estaban dispuestos a dejar
que su chiringuito fuese manejado por Felipe V quien anunció una serie de
Decretos con los que unificaría jurídicamente toda la península, los Decretos
de Nueva Planta, desapareciendo de ese modo la singularidad jurídica de los
reinos de Valencia, Mallorca, Aragón y el principado de Cataluña. En un
principio así lo hizo aunque posteriormente devolvió gran parte de sus normas a
los catalanes y a los mallorquines. En cualquier caso, aunque los austríacos
retirasen sus tropas, muchos de los nobles catalanes siguieron defendiendo la
posición del Archiduque Carlos durante catorce meses más hasta que Felipe entró
en Barcelona el 11 de septiembre de 1714. Actualmente ese día lo conmemoran los
nacionalistas catalanes como el día en que perdieron sus libertades y
sacralizan a Rafael Casanova (conseller en cap de la Generalitat de aquel
momento) como el héroe que defendió Cataluña contra “el invasor español”. Otra
mentira más. Casanova era un patriota español que defendía a uno de los dos
candidatos al trono y luchó por España, no por Cataluña en particular. Así se
deduce de sus propias palabras en el discurso que pronunció cuando Felipe
estaba a punto de entrar en Barcelona:
“Señores, hijos y hermanos: hoy es el día en que se han de
acordar del valor y gloriosas acciones que en todos tiempos ha ejecutado
nuestra nación. No diga la malicia o la envidia que no somos dignos de ser
catalanes e hijos legítimos de nuestros mayores. Por nosotros y por la nación española
peleamos. Hoy es el día de morir o vencer. Y no será la primera vez que con
gloria inmortal fuera poblada de nuevo esta ciudad defendiendo su rey, la fe de
su religión y sus privilegios.”
O del bando dado en el Portal de San Antonio a las
tres de la tarde del mismo día 11 de Septiembre, de 1714:
“…personas
asociadas, nobles, ciudadanos y oficiales de guerra, que separadamente están
impidiendo que los enemigos se internen en la ciudad; atendiendo que la
deplorable infelicidad de esta ciudad,
en la que hoy reside la libertad de todo el Principado y de toda España,
está expuesta al último extremo de someterse a una entera esclavitud.
Notifican, amonestan y exhortan, representando así a los padres de la Patria
que se afligen de la desgracia irreparable que amenaza el favor e injusto
encono de las armas franco-españolas…/… Se hace también saber, que siendo la
esclavitud cierta y forzosa, en obligación de sus cargos, explican, declaran y
protestan los presentes, y dan testimonio a las generaciones venideras, de que
han ejecutado las últimas exhortaciones y esfuerzos, quejándose de todos los
males, ruinas y desolaciones que sobrevengan a nuestra común y afligida Patria, y extermine todos los honores y
privilegios, quedando esclavos con los demás españoles engañados y todos en
esclavitud del dominio francés; pero así y todo se confía, que todos como
verdaderos hijos de la Patria, amantes de la libertad, acudirán a los lugares
señalados, a fin de derramar
gloriosamente su sangre y su vida por su Rey, por su honor, por la Patria
y por la libertad de toda España.”
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