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viernes, 6 de marzo de 2015

SOCORRO Y SOCORRA, AUXILIO Y AUXILIA



“La culpa del asno no se ha de echar a la albarda”.


Amigo Sancho, entre dialectos, lenguas y demás fablas andamos por estos parajes del mundo para entendernos los unos con los otros, mas de palabras que bien podría rebuznar tu jumento se encuentran llenas muchas albardas y es que de asnos todos hicimos en algún momento de nuestra vida hasta que bien aprendimos a causa y labor de nuestros maestros y de conversar los unos con los otros pues la experiencia también es ciencia. Ya te dije que en nuestros días todos los chiquillos van a la escuela por mandato general aunque unos pocos, por ser ello mera condición natural y estadística, siguen manteniendo el rebuzno de por vida. La cuestión es que cada cual llena sus propias albardas y carruaje con el habla que mejor entiende y le interesa pero mal andamos cuando dejamos que sean otros asnos los que llenen nuestras albardas con sus roznidos.  


Querido Sancho, te cuento que moran en las Españas política y educativa de hoy algunos de esos asnos mal intencionados que pretenden llenar los serones de tanto borrico suelto con giros de lo femenino allá donde crujen, rechinan, desafinan y chirrían las más elementales reglas de la gramática. Bien sabes por la pluma que te creó en buena ley y armonía gramatical, la más elevada de todas las habidas desde la Creación, que  los idiomas nacen, se desarrollan y viven entre las gentes sencillas. Por tanto cavilo, deduzco y afirmo que ni amparo ni cobijo el hecho de alzar barreras ilógicas en contra de que nuestro idioma adopte términos, giros y demás estructuras lingüísticas de manera natural y espontánea pues con ello bien se enriquece y mejor aun se desarrolla, al igual que todo niño necesita nutrirse para crecer, pero sí me parece violación y crimen aberrante imponer maneras para diferenciar algunas ideas, perdón, algunos rebuznos políticos.


Ejemplo de una sana nutrición de nuestro idioma es la interjección “ea” que tanto usamos aquí por estas tierras del sur. Del verbo latino “ire”, nuestro verbo ir, cuyo presente de subjuntivo es “vaya”. En latín se conjugaba “eiam, eias, eiat” (vaya, vayas, vaya), al perder la “i” intermedia se convirtió en nuestro “ea”, es decir: ¡vaya! Otro ejemplo de nutrición, pero menos sana por lo artificioso y lo graso de los usos norteamericanos, es el “ok”, que no es en sí mismo una “o” y una “k” sino un “cero” y una “k”, que significa cero killed, o cero muertos, expresión de los soldados cuando una misión de combate concluía sin bajas, adaptándose después el 0k a los usos civiles como expresión de conformidad.



Amigo Sancho, te cuento que hace ya unos cuantos años dejé la escuela y, en aquellos momentos, las clases de Lengua no eran uno de mis principales divertimentos, y recuerdo cómo mi maestro nos machacaba con aquel libro (pequeño pero magnífico) que aún se sigue editando y que encontré hace poco en una librería: "Breve ortografía escolar".  Los suplicios de aquellos dictados  ("la aya halló un hoyo allá bajo el haya") me sirvieron para conocer un poco mejor nuestro rico idioma, el idioma de Don Miguel, el de Galdós, el de Unamuno, sí el que ahora algunas ilustres miembras y miembros representativas y representativos de la manada y del manado de interetuales que nos inbadieron en los urtimos haños quiere modificar porque ¡atención! es un idioma machista, a pesar de ser una idioma y no un idiomo. Así apuntalan su verborrea haciendo ver a las gentes sencillas que son más defensores de lo femenino que sus adversarios políticos a los que califican de machistas.


Eso sí, creo recordar que el español tenía tres géneros antes de que los nuevos lingüistas aparecieran en escena, y creo que eran el masculino, el femenino y el neutro. Después aprendí que en otros idiomas existen más géneros, aunque los indoeuropeos, como el español, se estructuran en tres. También pude comprobar que estos idiomas indoeuropeos no utilizan el género para distinguir el sexo, aunque a primera vista así pueda parecer. Por ejemplo, para el género neutro el sexo es indiferente ya que suele aplicarse a conceptos genéricos y abstractos (lo humano, lo eterno). También comprobé que el masculino y el femenino no mantienen una relación tan estrecha con el sexo (el mar, la mar) o que existen multitud de sustantivos masculinos y femeninos que no tienen sexo, propiamente dicho (no tiene sexo un sombrero, ni una mesa, ni un ordenador, ni unas gafas), y también pude comprobar que ciclista, electricista, periodista, astronauta, flautista, trompetista, etc. son palabras cuyo género se conjuga dependiendo del artículo que las precede, a pesar de aparentar ser femeninas. En sentido contrario, existen términos supuestamente masculinos que se conjugaban en femenino dependiendo asimismo del artículo precedente (la juez, la arquitecto), aunque ahora se hayan admitido los términos jueza o arquitecta... los hombres deberíamos reivindicar que nos llamasen “electricistos, ciclistos, periodistos o guitarristos”. También comprobé que el participio activo es neutro, así, el que anda es andante, y la que anda no es andanta, el fuego que quema es quemante y la llama que quema no es quemanta, el que canta es cantante y la que canta no es cantanta, el que ama es amante y la que ama no es amanta, aunque me sorprendo al ver cómo se ha aceptado que el que preside es presidente y la que preside es presidenta.


Un buen profesor que tuve me suspendió un examen de literatura, allá en el bachillerato, por decir que Garcilaso de la Vega se encontraba "influenciado" por las corrientes renacentistas italianas, cuando esperaba una calificación más o menos decente. Tras pedirle la pertinente explicación, me contestó que él no podía permitir que un alumno suyo llegara a la universidad sin saber escribir correctamente y a continuación me preguntó: ¿cuál es el participio del verbo influir?  Le contesté: influido. Pues sí, el verbo influenciar no existía en aquellos momentos, a pesar de que todo el mundo hablaba de lo influenciado que estaba todo. Con posterioridad, la Real Academia admitió como correcto el verbo influenciar.  Naturalmente no me suspendió y aquello lo hizo para darme un toque de atención que me sirvió para cuidar más mi vocabulario desde ese momento.


Bien, repito que la lengua está viva, que  sus reglas suelen ser arbitrarias y que es el pueblo quien la crea y quien la transforma a través de su uso cotidiano, pero sin perseguir con ello interés alguno, simplemente por la natural evolución de las formas de expresión que han hecho del español, probablemente, el idioma más rico del mundo. Lo que sí le cuesta admitir a mi testaruda estructura mental es el hecho de que estos hazombrozos inteletuales me quieran hacer confundir el género natural con el género gramatical en su interés de defender una supuesta corriente ideológica nacida en el mundo anglosajón cuyo principal idioma no posee un claro género gramatical y cuya traducción mimética conduce a las aberraciones que estos inteletuales nos quieren imponer. Sirva como ejemplo que la expresión "violencia de género" es la traducción literal de "gender violence", aunque "gender" no debe traducirse por género sino por sexo, siendo la traducción correcta en español: violencia sexual. 


Así que, por favor, distinguidos miembros y distinguidas miembras de la clase heducatiba y de la clase política, y del  claso heducatibo y del claso político, no torturen más las meninges de les pobres españoles, de las pobras españolas y de los pobros españolos para hacernos ver que ustedes, ustedos y ustedas son más defensores de lo femenino y dejen de agredir a nuestra gramática pues para transformar nuestro lenguaje se basta el pueblo solito sin ayuda de nadie, y son los verdaderos lingüistas quienes velan para arbitrar los cambios naturales de ese gran tesoro que es nuestro idioma.

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