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sábado, 28 de febrero de 2015

DE SIMÓN A LA COLETA







“Sé breve en tus razonamientos, que ninguno hay gustoso si es largo”.



Mal encamino tu consejo, amigo Sancho, pues en larguras suelo acomodarme, ni breve ni breva. Y hablando de brevas, ricos frutos que sobre mentes de flojas neuronas y bocas abiertas caen de la higuera, te digo que mucho abunda de ello entre nuestros paisanos. Te cuento, Sancho, que hubo un alemán de greñuda y blanca barba y de no menos greñuda peluca, que escribió palabras embaucadoras que hicieron manar abundante sangre hasta desbordar la estupefacción del más incrédulo de los incrédulos en todo el orbe. 

Carlos se llamaba el alemán, de la familia de los Marx, aunque su pluma nada tuvo que ver con la de Don Miguel ni con la de Don Lope, al que sólo unos pocos realmente leyeron y comprendieron y del que otros muchos embusteramente afirman que lo estudiaron y, como si de una religión se tratase, lo proclaman profeta y pastor de sus vidas siguiendo y defendiendo con fervor sus desconocidos enunciados para ponerlos en práctica al coste que sea necesario, naturalmente siempre con el dinero de los demás ¡Ja! ¡Cosas veredes, amigo Sancho! Algunos sí fuimos realmente sus lectores y devoramos con avidez sus principales obras y también, de pasada, sus horrorosos e insufribles trabajos de economía, ciencia que trata esencialmente sobre cuestiones de dineros. Y digo lo de las falsas lecturas porque, para sorpresa de muchos, resulta que el tal Carlos dejó escrito lo siguiente:


"La fuerza creadora de los mitos, característica de la fantasía popular, en todas las épocas ha probado su eficacia inventando grandes hombres. El ejemplo más notable de este tipo es, sin duda, el de Simón Bolívar".


Y en una carta que escribiera a su amigo Federico, de la familia de los Engels, allá por el día de San Valentín del año 1858, también dijo el tal Carlos sobre el niño Simón que fue:

“el canalla más cobarde, brutal y miserable. Es el verdadero Soulouque",

Al respecto decirte, amigo Sancho, que Faustin Soulouque fue un esclavo liberto que luchó en las revueltas negras jamaicanas, que algunos senadores haitianos lo nombraron presidente marioneta suponiendo que por no saber leer ni escribir podrían manejarlo a su antojo y que resultó no ser tan dócil muñeco sujeto a controles ajenos el tal Soulouque, pues se proclamó a sí mismo emperador con el nombre de Faustino I, eso sí, después de regar adecuadamente de sangre y de derrochar despotismos y demás crueldades y salvajes vilezas en tan desgraciadas tierras allende los mares; desdichada ínsula que nunca tuvo un gobernador de tu altura.

Pues bien, amigo Sancho, para mayor esperpento los hoy seguidores del tal Carlos veneran, adoran e idolatran al niño Simón, quizás por no haber leído esas palabras que escribiera su “dios” ideológico de blanca barba pues parece que algo chirrían las simpatías que éste mantenía con Bolívar, según deduzco de sus propias afirmaciones, aunque no sé, quizás sea yo el equivocado, vete tú a saber, porque en mis escasas entendederas parece que de Bolívar a la “coleta” se ha producido una evolución de pensamiento semejante a degustar un buen café con leche mojando en él boquerones fritos sin haber sido desprovistos de sus cabezas y raspas como desayuno ideológico, aunque eso sí, de sabios es reconocer que los de la “coleta” bien saben de la fuerza creadora de mitos y de cómo inventar grandes hombres para alimento de masas ignorantes y desesperadas.

Entonces te preguntarás, amigo Sancho, quién fue Simón Bolívar. Dicen las historias que fue un criollo, descendiente de sangre vasca, la sangre madre de Castilla como así lo ratifica su apellido, y fue hijo y heredero de una bastante y considerable fortuna. Criado y educado en los placeres de la vida bajo insignes maestros. Viajó a España y a Francia donde se embobó con las ideas de Voltaire y demás enciclopedistas promotores con su pensamiento de la caída de reyes, nobles, proclamaciones de repúblicas, independencia de los USA y demás alegorías liberales. 

Sí, liberal en lo económico, si es que tenía algunas ideas sobre el asunto, cuestión de la que se duda realmente pues no existen pruebas fehacientes de ello por dedicar pocos esfuerzos a lo intelectual y muchos a torpes tareas de milicia. De serlo, liberal, estaría más cerca del pensamiento de personajes como Esperanza Aguirre o de José Mª Aznar, del señor Ronald Reagan y de Dª Ángela Merkel, justo las tesis contrarias a las que predican los de la “coleta” y sus mecenas benefactores Evo y Maduro, ya que más se acercan sus principios a los del señor de greñudas y blancas barbas, el tal Carlos, entiendo, supongo, no sé, quizás yo mismo debiera pasar una temporada en un psiquiátrico según las cosas que veo de esta gente. Pero sí sabemos que fue masón el niño Simón en lo ideológico, y en la práctica, pues fuera destacado miembro de esas organizaciones y admirador de baba caída de Napoleón, quien para él  siempre fue ejemplo a seguir y norte de su calenturiento pensamiento.

 
Resulta, amigo Sancho, que por aquel entonces en la parte americana de España se encendieron las insatisfacciones de los criollos terratenientes, el verdadero poder económico de aquellos lugares, dueños de las plantaciones, de las minas, del comercio y de las industrias, españoles descendientes de españoles europeos pero relegados a ser ajenos a todo poder político y religioso pues virreyes, generales, gobernadores y obispos llegaban ya debidamente investidos desde la península

También por aquel entonces cayó al abismo el decadente gobierno español en el desastre definitivo con aquel Fernando VII, el maldito y bien apodado rey felón, el gobernante más nocivo de la historia de nuestras tierras, notable y meritorio galardón por la altísima competencia. Y ganó aun más enteros el desgobierno con la invasión napoleónica, la gran España en manos de los franceses, corrientes de odio sangriento de las nuevas clases pudientes hacia la monarquía absolutista, monarquía que fuera, a pesar de todo, símbolo de unidad desde tiempos de Doña Isabel y Don Fernando.

Y el activismo del niño Simón lo llevó a ser bandera de las sublevaciones contra la corona española, para qué pagar impuestos a la península si pueden ser para nosotros, predicaba, especialmente tras el fracaso de su gran, admirado y traicionado amigo Francisco de Miranda, aquel aventurero y rico terrateniente también embobado con las ideas liberales que fuera partícipe directo en la revolución francesa y en la independencia de los USA, a quien terminó entregando al enemigo, para erigirse desde ese momento en la principal figura de la revuelta. 

Así el niño Simón se convirtió en el cabecilla de aquellos criollos que mataron a diestro y siniestro a españoles blancos, a españoles negros y a españoles nativos de allí para obtener el poder arrebatándoselo a los cargos designados desde la península. No. No eran colombianos ni peruanos ni incas ni guaraníes ni mexicas ni chachapoyas ni blancos ni negros ni mestizos. Eran españoles pues todos los ciudadanos de aquellas tierras eran españoles. Así lo dejó escrito Doña Isabel en su testamento, así lo proclamó su nieto Carlos, sin poder evitar que fueran los propios criollos, los amigos del niño Simón, quienes se saltaron las leyes emanadas desde la península para hacer esclavos a los indios o “cholos” (saludo al gran “cholo” Simeone que seguro que no me está leyendo) y para hacer de los negros algo peor que esclavos.

Precisamente fue el mismo niño Simón quien legisló para que volviera la condición jurídica de esclavo a sus dominios (digno defensor de los pobres, intuyo). Eso sí, también Manuel Carlos Piar, héroe patriota conquistador de la Guayana según palabras, uno de los caudillos que después le disputó el mando en el ámbito interno de los independentistas, solía jactarse del niño Simón y de su supuesta valentía llamándole “el Napoleón de las retiradas”. Casualmente Piar fue fusilado “por sus crímenes de lesa patria, conspiración y deserción”, también en palabras del propio Bolívar.

Con la fascinación que sentía por los independentistas de USA, inicialmente elucubró la idea de formar unos Estados Unidos de Sudamérica independientes de España, igual que hicieran pocos años antes las trece colonias norteamericanas, pero se topó con que no todos los criollos del Perú querían la independencia, ni tampoco los de Colombia, al contrario de lo que sucedió en el ejemplo de los USA. Y es que muchos se sentían españoles a pesar de las corrientes independentistas, sencillamente, repito para quien aun no se haya enterado, porque eran españoles.

Su ambición y su falta de escrúpulos llevó al niño Simón a pactar con quien fuese para buscar recursos, incluso negoció con acaudalados ciudadanos ingleses a quienes les prometió el dominio del comercio en Panamá y Nicaragua (cuando conquistara esos territorios), lugares estratégicos del antiguo virreinato de Nueva Granada para conectar con el océano Pacífico a cambio de ayuda material y económica para sus ejércitos. A título de ejemplo véase la carta que dirige a Maxwell Hyslop, documento de dominio público, con quien negociaba sobre tales asuntos. Ni tan siquiera tuvo la deferencia de hacerlo con la corona británica sino con particulares magnates ofreciéndoles pingües negocios. 

Y especialmente se le atragantaron las resistencias de algunas zonas por lo que, el niño Simón que ya no era tan niño, se dirigió a aplastar las del Alto Perú y las de Guayaquil, territorios que conquistó tras una desesperada resistencia de las olvidadas y desabastecidas tropas españolas, desgraciado ejército el español destrozado y arruinado tras la guerra peninsular contra Napoleón y también hostigado desde el sur por el otro caudillo criollo “libertador”, el tal José Francisco de San Martín, quien otrora fuera magnífico general adiestrado en el Regimiento de Murcia y luchador en defensa de su patria contra la invasión napoleónica, por ejemplo en la batalla de Bailén y en otros muchos lugares (cría cuervos y te sacarán los ojos, dice el refrán).

Al caso creo que encaja decir que los independentistas suelen ser tildados de héroes “libertadores” por el lado vencedor que obtiene la independencia, y de “traidores” por el lado perdedor, supongo, entiendo, aunque te repito, amigo Sancho, que ya no tengo claros muchos conceptos, especialmente porque el tal Bolívar tiene aquí sus propias estatuas. Al menos personajes como Franco, Largo Caballero y otros elementos odiados por algunas gentes se limitaron a guerrear contra españoles por sus ideas sobre España pero nunca guerrearon en contra de la propia España. Quizás algún día también veamos estatuas erigidas a Bolinaga y Otegui.

Y con la connivencia del tal San Martín dividió el niño Simón el Perú, y a los territorios que dominó del antiguo imperio incaico les puso su nombre: Bolivia (la tierra de Bolívar), separando a aquellos hermanos peruanos en dos Estados, cuestión que trajo y sigue trayendo numerosos conflictos y roces, al igual que sucede en muchos otros lugares sudamericanos pues ni quiso ni supo respetar las tradiciones ni las divisiones territoriales y étnicas que sí supieron respetar los españoles cuando tomaron allí el poder. Adiós también a la unidad monetaria, juridica y comercial del continente.

Así construyó artificiosamente las fronteras que más o menos hoy conocemos en Sudamérica con dos países que se sacó de la manga: Bolivia y Ecuador. Y donde dijo digo, después dijo Diego, pues inicialmente pretendía establecer una república federal de estados liberales y democráticos al estilo USA, la gran Colombia, para finalmente argumentar que no estaban preparados para ello ni indios, ni negros ni oligarquías criollas, así que retomando el ejemplo de su ídolo Bonaparte, encaminó sus esfuerzos para organizar un Estado centralista donde él y sólo él era el auténtico poder, mancillando leyes y cámaras legislativas, algo así como lo que hacen en la actual Venezuela los mecenas de la “coleta”, quizás por ello tanto admiran al niño Simón. 

En seguida, en cuanto vieron que sus pretensiones se inclinaban a ser un nuevo Napoleón sudamericano, todos los que antes le aplaudían rápidamente le dieron la espalda hasta mostrarle la más absoluta ignorancia y relegarlo de ese modo al olvido más absoluto y a la miseria más extrema, dentro de la que murió en circunstancias aun no demasiado claras.

Sí, amigo Sancho, en este país abundan los esperpentos pues más sano juicio tenía Don Alonso, tu señor, que el mostrado por millones de nuestros paisanos que ven las bondades de los molinos de viento donde sólo hay afiladas cuchillas manejadas por gigantes del embuste. Eso sí, convendrás conmigo en que entre el niño Simón y los niños de las “coletas” grandes diferencias ideológicas existen mas también grandes parecidos en otras cuestiones menos decorosas.

2 comentarios:

  1. Magnífico artículo sobre el "Niñato" Bolivar. Deberian los seguidores del tio de la barba blanca, leerselo, a ver si se dan cuenta de la calaña del tio este. (Este seria el primer "Che", espejo sobre el que se miran todos estos cazurros).

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  2. Gracias, Paco, por tu comentario. Efectivamente, la propaganda ha convertido a esos dos psicópatas criminales en héroes admirados y adorados. Las personas necesitan ídolos, referentes ideológicos o religiosos, los fabrican y difunden, los visten con leyendas y mentiras, cimentan con ellos una forma de pensar, de ser y de vivir y, finalmente son capaces de matar y morir por esas entelequias. Lo que aun no sé concretar es si este hecho se trata de una característica elemental del ser humano o de una característica del ser humano elemental.

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