“Váyase el muerto a la sepultura y el vivo a la hogaza”.
Atiende amigo Sancho a estas palabras pues la hogaza
que hoy nos comemos los vivos de estas tierras no la hicieron nuestros abuelos con
levadura de levantamiento rápido, ni con harina floja de trigo sino de fuerza y
de centeno, y la hornearon durante siglos para servirla ahora bien quemada y rellena
de chorizos. Eso sí, unos la parten en no sé cuántos trozos y otros en dos. Dos
trozos de la misma hogaza ¿Dos Españas? Ojalá fuera la cosa tan sencilla. Poner
de acuerdo a dos partes suele ser más fácil que poner de acuerdo a una multitud
de partes. Pero ¿las muchas partes que componen España siempre tuvieron
categoría de parte? Sabemos que antes de que a estas tierras se les denominase
España en Cantabria había tribus a las que llamaban cántabros, en Asturias
había tribus a las que se les llamaba astures, en Cataluña y Aragón había
tribus a las que se les llamaba ilergetes pero no catalanes ni maños, en Andalucía
había turdetanos, tartessos y túrdulos, en Castilla vacceos, y también había
carpetanos, bastetanos, vetones, lusitanos, edetanos, vascones, oretanos, etc. ¿Acaso
todas esas tribus fueron partes independientes que se unieron, o fueron unidas,
con la intención de crear España? Evidentemente no. A nadie se le ocurre pensar
que los USA es la unión de cherokees, sioux, cheyennes o apaches.
Ese es el concepto de federalismo, el de partes o
Estados existentes con anterioridad que se unen indefinidamente, o se federan
en un solo Estado para que las dirija a todas mediante políticas comunes,
especialmente en materias de defensa y de política exterior, como los USA o
Alemania. Por otro lado, la confederación consiste en la existencia de Estados
independientes que se unen cuando lo estiman oportuno, pero no de forma
permanente, para llevar a cabo determinadas políticas o actuaciones de forma
conjunta, como la Confederación Helvética, o Suiza tal y como nosotros la
conocemos, que no es otra cosa que una agrupación de cantones cada cual con su
propia legislación y soberanía.
¿Quizás España fue originariamente una sola entidad que
fue invadida y posteriormente nacieron partes que se unieron según iban
expulsando a los invasores, invasores que, a su vez, se dividían constantemente?
Y ¿las partes que se unieron existían antes de que España se dividiera?
¿Cuántas partes tenía España antes de dividirse? ¿Cuántas partes se unieron
después? Y después de unirse ¿nacieron nuevas partes que quieren separarse?
Roma
creó España, o Hispania que es lo mismo. No le dio su nombre, puesto que eso
fue tarea de los cartagineses con anterioridad a que los romanos asomasen por
aquí. Bastante antes los griegos solían llamar Iberia a nuestro suelo, “tierra
del río Íber (Ebro)”, aunque el término Íber lo usaban para denominar muchos
ríos. Roma no creó una conciencia nacional porque entonces las naciones no
existían tal y como las entendemos hoy pero sí forjó un sentimiento de
comunidad en la península. Para los romanos españoles era un orgullo ser
hispano y también ser romano. Los hispanos estaban muy bien considerados en el
ejército y en las artes. El vino español y el aceite de oliva tenían la más
alta distinción de exquisitez. Todos miraban a España como una de las provincias
más romanizadas. Nadie hablaba de béticos, ni de lusitanos, ni de gallegos, ni
de tarraconenses. Todos hablaban de hispanos y más tarde de “hispanioles”.
Con
la disolución del imperio los godos recogerán el legado de Roma y reunificarán
la provincia de España bajo una única corona, una religión común, un legado
cultural y un Derecho único. Fueron un pueblo germánico, probablemente sueco,
que emigraron a los Balcanes, después se detuvieron en Francia y empujados por
los francos, finalmente se instalaron en España quedando como señores únicos de
la península, en la que sólo existían sus ejércitos, a la que siguieron
llamando España. Resulta curioso que la Galia perdiera su nombre para llamarse
Francia, la tierra de los francos, la Germania pasó a llamarse Alemania, la
tierra de los alamanes, la Bretaña se llamó Inglaterra, tierra de los anglos,
pero Italia no se llamó Ostrogotia ni España Visigotia, las dos grandes bases
del imperio romano. Italia, aunque desunida como Estado, a través de los siglos
ha seguido siendo Italia y España, más o menos unida, ha seguido siendo España
para los europeos que, cuando hablaban de los reyes asturianos, hablaban de
reyes españoles, al igual que de los castellanos, de los navarros, de los
portugueses y de los aragoneses, exactamente igual que se hablaba de reyes
italianos cuando se mencionaba a los de Nápoles, Sicilia o la Lombardía.
Para
toda Europa el Camino de Santiago concluía en el campus stellae de España,
o campo de la estrella (Compostela). Nadie hablaba de que concluía en Galicia.
Cuando los reyes asturianos y los condes aragoneses solicitaban la ayuda de los
francos, estos decían que trataban con los españoles. Cuando Ludovico Pío, rey
de Aquitania y Septimania (mitad sur de Francia) ordenaba a su pueblo dar “asilo
a los hermanos en la fe españoles que huían de la hoja sarracena” no hablaba de
catalanes ni de aragoneses, sino de españoles. A la vista de estos datos y de
otros muchos más que no traigo a mención por motivos obvios, parece ser que
España no es una realidad fundada por los Reyes Católicos, o por Felipe V, tampoco
se sostiene esa afirmación de que nunca ha existido, que es una agrupación de pueblos
y de reinos que se formó tras la expulsión de los musulmanes por aquellos
bárbaros e incivilizados cristianos que destruyeron aquel paraíso de concordia
en el que convivieron de forma bucólica las culturas musulmana, cristiana y
judía.
Isidoro
de Sevilla en su obra “Etimologías” en el siglo VI, mucho antes de que
existiesen andaluces, valencianos, catalanes, vascos, castellanos, portugueses,
e incluso musulmanes dejó escrito:
“¡Oh, España! La
más hermosa de todas las naciones que se extienden desde Occidente hasta la
India. Tierra bendita y feliz, madre de muchos pueblos… De ti reciben la luz el
Oriente y el Occidente. Tú, honra y prez de todo el orbe; tú, el país más
ilustre del globo… No hay en el mundo región mejor situada. Ni te abrasa el
estío ni te hiela el rigor del invierno sino que, circundada por un clima
templado, te nutren céfiros blandos. Cuanto hay de fecundo en los ejidos, de
precioso en las minas y de provechoso en los animales, tú lo produces… Rica,
por lo tanto en hijos, joyas y púrpuras… /… Con razón ya hace mucho tiempo te
deseó la dorada Roma, cabeza de gentes y, aunque vencedor, aquel empuje romano
te despojara primero, luego el muy floreciente pueblo de los godos, tras haber
conseguido numerosas victorias, a su vez
te tomó y te amó…”
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