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miércoles, 4 de febrero de 2015

ESPAÑA ES MÁS VIEJA QUE SUS PARTES






 “Váyase el muerto a la sepultura y el vivo a la hogaza”.

Atiende amigo Sancho a estas palabras pues la hogaza que hoy nos comemos los vivos de estas tierras no la hicieron nuestros abuelos con levadura de levantamiento rápido, ni con harina floja de trigo sino de fuerza y de centeno, y la hornearon durante siglos para servirla ahora bien quemada y rellena de chorizos. Eso sí, unos la parten en no sé cuántos trozos y otros en dos. Dos trozos de la misma hogaza ¿Dos Españas? Ojalá fuera la cosa tan sencilla. Poner de acuerdo a dos partes suele ser más fácil que poner de acuerdo a una multitud de partes. Pero ¿las muchas partes que componen España siempre tuvieron categoría de parte? Sabemos que antes de que a estas tierras se les denominase España en Cantabria había tribus a las que llamaban cántabros, en Asturias había tribus a las que se les llamaba astures, en Cataluña y Aragón había tribus a las que se les llamaba ilergetes pero no catalanes ni maños, en Andalucía había turdetanos, tartessos y túrdulos, en Castilla vacceos, y también había carpetanos, bastetanos, vetones, lusitanos, edetanos, vascones, oretanos, etc. ¿Acaso todas esas tribus fueron partes independientes que se unieron, o fueron unidas, con la intención de crear España? Evidentemente no. A nadie se le ocurre pensar que los USA es la unión de cherokees, sioux, cheyennes o apaches.

Ese es el concepto de federalismo, el de partes o Estados existentes con anterioridad que se unen indefinidamente, o se federan en un solo Estado para que las dirija a todas mediante políticas comunes, especialmente en materias de defensa y de política exterior, como los USA o Alemania. Por otro lado, la confederación consiste en la existencia de Estados independientes que se unen cuando lo estiman oportuno, pero no de forma permanente, para llevar a cabo determinadas políticas o actuaciones de forma conjunta, como la Confederación Helvética, o Suiza tal y como nosotros la conocemos, que no es otra cosa que una agrupación de cantones cada cual con su propia legislación y soberanía.

¿Quizás España fue originariamente una sola entidad que fue invadida y posteriormente nacieron partes que se unieron según iban expulsando a los invasores, invasores que, a su vez, se dividían constantemente? Y ¿las partes que se unieron existían antes de que España se dividiera? ¿Cuántas partes tenía España antes de dividirse? ¿Cuántas partes se unieron después? Y después de unirse ¿nacieron nuevas partes que quieren separarse?

Roma creó España, o Hispania que es lo mismo. No le dio su nombre, puesto que eso fue tarea de los cartagineses con anterioridad a que los romanos asomasen por aquí. Bastante antes los griegos solían llamar Iberia a nuestro suelo, “tierra del río Íber (Ebro)”, aunque el término Íber lo usaban para denominar muchos ríos. Roma no creó una conciencia nacional porque entonces las naciones no existían tal y como las entendemos hoy pero sí forjó un sentimiento de comunidad en la península. Para los romanos españoles era un orgullo ser hispano y también ser romano. Los hispanos estaban muy bien considerados en el ejército y en las artes. El vino español y el aceite de oliva tenían la más alta distinción de exquisitez. Todos miraban a España como una de las provincias más romanizadas. Nadie hablaba de béticos, ni de lusitanos, ni de gallegos, ni de tarraconenses. Todos hablaban de hispanos y más tarde de “hispanioles”.

Con la disolución del imperio los godos recogerán el legado de Roma y reunificarán la provincia de España bajo una única corona, una religión común, un legado cultural y un Derecho único. Fueron un pueblo germánico, probablemente sueco, que emigraron a los Balcanes, después se detuvieron en Francia y empujados por los francos, finalmente se instalaron en España quedando como señores únicos de la península, en la que sólo existían sus ejércitos, a la que siguieron llamando España. Resulta curioso que la Galia perdiera su nombre para llamarse Francia, la tierra de los francos, la Germania pasó a llamarse Alemania, la tierra de los alamanes, la Bretaña se llamó Inglaterra, tierra de los anglos, pero Italia no se llamó Ostrogotia ni España Visigotia, las dos grandes bases del imperio romano. Italia, aunque desunida como Estado, a través de los siglos ha seguido siendo Italia y España, más o menos unida, ha seguido siendo España para los europeos que, cuando hablaban de los reyes asturianos, hablaban de reyes españoles, al igual que de los castellanos, de los navarros, de los portugueses y de los aragoneses, exactamente igual que se hablaba de reyes italianos cuando se mencionaba a los de Nápoles, Sicilia o la Lombardía.

Para toda Europa el Camino de Santiago concluía en el campus stellae de España, o campo de la estrella (Compostela). Nadie hablaba de que concluía en Galicia. Cuando los reyes asturianos y los condes aragoneses solicitaban la ayuda de los francos, estos decían que trataban con los españoles. Cuando Ludovico Pío, rey de Aquitania y Septimania (mitad sur de Francia) ordenaba a su pueblo dar “asilo a los hermanos en la fe españoles que huían de la hoja sarracena” no hablaba de catalanes ni de aragoneses, sino de españoles. A la vista de estos datos y de otros muchos más que no traigo a mención por motivos obvios, parece ser que España no es una realidad fundada por los Reyes Católicos, o por Felipe V, tampoco se sostiene esa afirmación de que nunca ha existido, que es una agrupación de pueblos y de reinos que se formó tras la expulsión de los musulmanes por aquellos bárbaros e incivilizados cristianos que destruyeron aquel paraíso de concordia en el que convivieron de forma bucólica las culturas musulmana, cristiana y judía.

Isidoro de Sevilla en su obra “Etimologías” en el siglo VI, mucho antes de que existiesen andaluces, valencianos, catalanes, vascos, castellanos, portugueses, e incluso musulmanes dejó escrito:

“¡Oh, España! La más hermosa de todas las naciones que se extienden desde Occidente hasta la India. Tierra bendita y feliz, madre de muchos pueblos… De ti reciben la luz el Oriente y el Occidente. Tú, honra y prez de todo el orbe; tú, el país más ilustre del globo… No hay en el mundo región mejor situada. Ni te abrasa el estío ni te hiela el rigor del invierno sino que, circundada por un clima templado, te nutren céfiros blandos. Cuanto hay de fecundo en los ejidos, de precioso en las minas y de provechoso en los animales, tú lo produces… Rica, por lo tanto en hijos, joyas y púrpuras… /… Con razón ya hace mucho tiempo te deseó la dorada Roma, cabeza de gentes y, aunque vencedor, aquel empuje romano te despojara primero, luego el muy floreciente pueblo de los godos, tras haber conseguido numerosas victorias,  a su vez te tomó y te amó…”

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